Dificultades en la elaboración del duelo
Por Renata Carvajal ©
A lo largo de la vida podemos experimentar diversas pérdidas: la de la infancia, la de personas queridas, incluso puede ser que perdamos nuestro país o ciudad natal por una mudanza, etc. El duelo es un proceso inherente al ser humano, resultado de sufrir una pérdida real (Freud, 1917). Es importante destacar que, aunque la pérdida conlleve fuertes modificaciones de la conducta, éstas no deberían en un principio pensarse como patológicas. Sigmund Freud pensaba que si todo iba bien, la persona podría superar estas dificultades con el tiempo.
Algunas de las dificultades normales que presenta una persona en duelo son: desinterés por el mundo, autorreproches, dificultades en el trabajo productivo, disminución de la capacidad de amar y de preocuparse por el otro. Freud pensaba que la persona tiene que sumirse dentro de su mundo interno para cancelar los planes a futuro, para “cortar” todo aquello que la unía al objeto perdido, tarea que resulta sumamente dolorosa y pesada. El hecho de que las alteraciones que presenta una persona mientras atraviesa un duelo sean normales, no significa en ningún momento que sean poco relevantes o simples. La persona se verá gravemente afectada al constatar una y otra vez que ha perdido algo significativo, poco a poco tendrá que pensar su vida y su futuro de manera distinta. Esto será más complejo si la pérdida es mayor, o si la relación con aquello que se ha perdido tenía una carga importante de sentimientos negativos u hostilidad.
Para Melanie Klein, las pérdidas en la vida siempre remiten a una pérdida anterior, por ello, el impacto de las mismas será distinto en cada individuo, dependerá de cómo haya resuelto sus primeros duelos, de su fortaleza interna, de qué tanto acepta su ambivalencia, su agresión y también de cuáles son los recursos con los que cuenta para hacerle frente, si tiene gente cercana en la cual apoyarse, amigos, un trabajo, etc. Asimismo incide el momento vital que se esté atravesando al momento de la pérdida: no será lo mismo perder a la madre al nacer, durante la primera infancia o en la adultez. Se piensa entonces que los seres humanos adquirimos herramientas o recursos para enfrentar lo que nos sucede a lo largo del desarrollo.
Klein pensaba que el duelo llega a buen puerto si el sujeto logra identificarse con los aspectos buenos y vitales de la persona a quien perdió, cuando puede sentirse acompañado por ella, al llevarla dentro.
Sin embargo, muchas veces esto no sucede. Dentro de la clínica, frecuentemente encontramos a personas que no han conseguido elaborar alguna pérdida importan-te. Es por eso que numerosos autores se han dado a la tarea de comprender cuáles son los factores que intervienen para que un duelo deje de ser un proceso temporal y relativamente normal, convirtiéndose en algo “congelado” que no puede ser elaborado como se esperaría.
No existen tiempos exactos para determinar cuándo un duelo se ha prolongado excesivamente. Pero, por ejemplo, si pensamos en pacientes que perdieron a un familiar hace diez años y todavía no han podido rehacer su vida, deshacerse de sus pertenencias o salir de la depresión, comprendemos entonces que algo no ha ido del todo bien. Esto admite explicación desde numerosas perspectivas: tal vez poseen un sentimiento de culpa muy grande ‒por haber sobrevivido, por no haber echo lo suficiente para salvar al fallecido, quizá‒; la culpa también puede derivarse de la hostilidad ‒posiblemente una persona está furiosa porque se siente abandonada‒ o incluso sus pensamientos devalúan al otro para convencerse de que en realidad no han perdido nada importante, en un intento por calmar los intensos sentimientos de indefensión que se activan ante la muerte o la separación. En otras situaciones, cuando el odio no puede ser sentido porque se percibe como muy amenazante, entra en juego la idealización y entonces la persona describe al que falleció como excepcionalmente bueno, entregado, trabajador, etc.
El duelo puede volverse patológico si la persona que se ha perdido tenía un papel fundamental en la vida del otro. Es necesario preguntarse cuáles son las necesidades satisfacía: si le ayudaba a funcionar de una manera más organizada, si le daba estabilidad emocional o mental. La pérdida podrá tener un impacto muy grande, en la medida que el individuo no se sienta capaz de funcionar por sí mismo.
La elaboración del duelo, entonces, dependerá numerosos factores: de quién o qué es lo que se ha perdido, de qué tan capaz es la persona para tolerar la culpa y la pérdida, de cuánta confianza tiene en su propia bondad y capacidad para reparar lo que se ha dañado, de su fortaleza interna y de los recursos (tanto internos, como externos) con que se cuente para hacer frente a la situación. En caso de ser necesario, es importante consultar a un profesional que determine la gravedad del caso y el tratamiento más conveniente.