Diálogo psicoanalítico internacional sobre material clínico
Por Ana María Wiener
Una de las actividades más fascinantes es comprender el funcionamiento mental que da cuenta de las razones que nos llevan a ser como somos, a pensar lo que pensamos, a actuar como actuamos. Desafortunadamente, las personas que buscan tratamiento psicoterapéutico piensan que lo necesitan sólo cuando se sienten mal o cuando tienen algún tipo de problema en sus relaciones. Esto se debe un poco a la definición que se le da a la palabra “psicoterapia”: “tratamiento de enfermedades mentales, psicosomáticas y problemas de conducta mediante técnicas psicológicas” (Diccionario de la Real Academia Española, 2024). Etimológicamente deriva de dos palabras griegas: “psique”, que significa “mente”, “alma”; y “therapeia”, que quiere decir “tratamiento”. Es decir, tratamiento de la mente o del alma. Por esto, se le otorgó un sentido “curativo” a la psicoterapia. Sin embargo, me parece que cualquier persona puede acudir para profundizar en aquellos hilos conductores de su vida. Conocerse a sí mismo es interesantísimo. No es necesario sentirse mal para psicoanalizarse. Todos necesitamos hablar de temas íntimos con un experto que comprenda la mente, el psiquismo.
En la psicoterapia psicoanalítica o en un psicoanálisis, un especialista en este método establece una relación con la persona que lo consulta y, al analizar la compleja interacción que se da entre ambos, el profesionista comprende los fenómenos psíquicos que estructuran la personalidad del individuo. Los tres pilares que componen nuestra disciplina son, en primer lugar, el entrenamiento profesional a través del estudio constante y dedicado de las distintas perspectivas psicoanalíticas sobre la técnica y la psicopatología; en segundo lugar, el psicoanálisis personal; y, por último, lo que llamamos la supervisión. Esta base brinda el sostén necesario y el eje para ejercer como un experto capaz de recibir, contener, abordar, enfrentar, comprender, significar y resignificar la vida emocional de los analizandos. El psicoterapeuta o psicoanalista no trabaja solo, sino que cuenta con la conversación que sostiene con un colega más experimentado acerca de lo que acontece en la mente de las personas. La esencia de este diálogo entre colegas no sólo proporciona un espacio para pensar sin emitir juicios, sino también abre la puerta para reflexionar la experiencia desde múltiples vértices teóricos.
La Dra. Virginia Ungar, expresidenta de la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional) en el Seminario de Supervisión impartido el semestre pasado en el Centro Eleia, comentó que quizá la palabra “supervisión” no es la adecuada porque su significado etimológico de “ver por encima de” puede confundirse con una actitud de superioridad, con creer que el supervisor posee la verdad o con la acción de revisar y vigilar el trabajo de otros. Más bien, debe entenderse como la actividad de compartir con alguien de mayor conocimiento para aprender de su experiencia. Se trata de promover un espacio para escuchar la forma de pensar de otros colegas acerca del funcionamiento mental. Además, recomienda realizarla todo el tiempo que uno funge como psicoterapeuta o psicoanalista, porque las emociones que los analizandos nos depositan tienen tanta fuerza que generan resistencias en nosotros y no nos permiten trabajar adecuadamente: “La supervisión nos rescata de quedar presos en estas resistencias propias”, dijo Virginia Ungar. A su vez, Donald Meltzer nos da la misma recomendación, pero por otra razón. Nos alerta de las emboscadas que nos tiende nuestro narcisismo al llevarnos a creer que entendemos todo y que acertamos. En esta línea, Norberto Bleichmar, fundador del Centro Eleia, piensa que, durante la supervisión, se comparten distintas reflexiones sin imponerlas y con la intención de promover el interés en el supervisando para comprender a profundidad el funcionamiento psíquico. El Dr. Carlos Barredo, en ese mismo seminario, dijo al respecto:
«Supervisar no implica consultar con un experto la forma correcta de aplicar un saber preconcebido para prescribir una técnica adecuada que dirija la “cura” psicoanalítica. No se dan enunciados del saber que sean recibidos de forma pasiva. El supervisado pone en juego algo de sí mismo. No se trata de adquirir un saber, ya que es imposible llegar a una “objetividad” absoluta, siempre hay una pérdida de lo que aconteció en cada sesión».
Con el interés de promover estos espacios de reflexión sobre la técnica psicoanalítica y la psicopatología, el sábado 20 de abril tendremos entre nosotros a la Dra. Ana Rosa Trachtenberg (Porto Alegre, Brasil) y al Dr. Javier García (Montevideo, Uruguay), experimentados psicoanalistas sudamericanos que comentarán un material clínico. Los invitamos muy cordialmente a asistir a dicho Encuentro. No se pierdan esta oportunidad de presenciar cómo ambos especialistas trabajarán con sensibilidad, desentrañarán los complejos matices de la mente humana y ofrecerán sus perspectivas sobre la psicodinamia del individuo.