Depresión y melancolía

Por Natalia Ortiz Sanabria

Seguramente muchos de nosotros hemos experimentado tristeza por lo menos una vez en nuestra vida. Algunas personas pueden sentir mucho miedo al vivir los embates de esta emoción, por lo que experimentan pocas ganas de realizar actividades cotidianas, fatiga, dolor, deseos de aislarse, etcétera.

Sin duda, el tema de la depresión podría ser abordado desde distintas aristas, por ejemplo, en el vértice psicoanalítico estamos muy interesados en escuchar al paciente y acompañarlo durante este estado de mucho malestar, y, poco a poco, conocer las razones por las que se siente así y, a partir de dicha comprensión, buscar la mejoría.

A continuación, describiré dos pequeñas viñetas clínicas. En el primer relato encontraremos las características propias de la llamada melancolía. En el segundo, describiremos a una paciente con sintomatología que se puede considerar dentro del cuadro depresivo, lo cual Freud (1917/2008a) llamaría un duelo normal.

Viñeta 1: Se trata de una mujer que busca tratamiento. Ya que no podía encontrar trabajo, acude a la consulta para poder saber qué pasa con ella, y saber si algo de su personalidad está interfiriendo con dicha búsqueda. Durante las entrevistas relató que su vida ha sido bastante complicada. Sus padres son maltratadores, y ella ha sentido que toda su vida ha estado permeada por negligencias y muchas carencias, lo que la hace sentirse poco segura de sí misma, además de una gran tristeza. Tiene alteraciones en el sueño y en el apetito, miedos, se enferma seguido y tiene poca disposición para atenderse. Al poco tiempo del tratamiento, encontró trabajo, pero su sintomatología remitía poco. Para ese momento del tratamiento, ella pudo percatarse de que su estado de ánimo no dependía en su totalidad de que ella no encontrara un trabajo, sino que quizá le pasaban otras cosas. Obtuvo buenas oportunidades laborales; sin embargo, ella decía que se las habían ofrecido porque los jefes le habían tenido lastima. Se sentía poco valiosa y criticada dentro de los equipos de trabajo y me recriminaba que, gracias a mí y al tratamiento, ahora ella debía enfrentar todos esos retos. Mantuvo una relación de noviazgo durante algunos meses. Cuando la relación terminó, ella quedó desconsolada y pensaba que nunca más iba a poder tener un novio, ya que sentía que este rompimiento la había dejado vacía y todo lo bueno se lo había llevado él. Su padre falleció y ella sentía una inmensa culpa por no haber estado con él en sus últimos momentos, pero a la vez decía tener un odio que no le permitía mantenerse tranquila consigo misma.

Con este fragmento podríamos pensar algunas cosas acerca de lo que le sucede a esta paciente; por ejemplo, que le es difícil apropiarse de algo bueno y sentirse muy contenta por sus logros. Todo lo positivo que le pueda suceder, es transformado en algo muy malo y de lo que ella es merecedora, por lo que se devalúa y se concibe como la culpable de todo lo que le sucede. Recordemos que Freud (1917/2008a) decía que una de las principales características de la melancolía es el rebajamiento del sí mismo, es decir, el mundo no es el que se empobrece, sino que el yo se vuelve indigno y moralmente responsable, lo cual la deja incapacitada para cuidar de ella y provoca, entre otras cosas, que sus enfermedades físicas progresen. Por otro lado, la mujer muestra también una intensa ambivalencia hacia su padre. Siente mucha culpa y lo extraña, además experimenta tristeza por su muerte, pero también está llena de rencor hacia él, lo que dificulta que su proceso de duelo vaya a buen puerto. Mantiene ansiedades intensas de separación que la sobrepasan y percibe que no las puede controlar. Lo que muy probablemente nos haga pensar que sus angustias son más tempranas.

Viñeta 2: Podemos pensar en una paciente que se ha mantenido algunos años en tratamiento. Ha tenido progresos en diferentes áreas de la vida. Vivía con sus padres y su hermano mayor, pero cuando se independizó y logró concretar la compra de un departamento, comenzó a experimentar una tristeza inusual. No se explicaba por qué se sentía tan desanimada; su apetito aumentó; se sentía fatigada todo el día; le costaba trabajo despertar por las mañanas y en las noches le costaba conciliar el sueño, ya que estaba preocupada por sentirse insuficiente y creer que no tendría el dinero para cubrir sus gastos. Durante las sesiones se podría pensar que estaba pasando por un momento grato, pero a la vez la compra del departamento podría simbolizar la separación con sus padres y tolerar que ella se quede fuera de la casa familiar, mientras su hermano se mantiene con ellos. Entre muchas cosas interesantes que se pueden tomar en cuenta, un punto que destaca es que esta paciente está transitando por algunos afectos displacenteros que no se deben menospreciar. También podemos pensar que está lidiando con sentimientos de exclusión; se entristece porque quizá tenga la fantasía de que fue expulsada de casa de sus padres y echada a un lado. En ese sentido, su hermano mayor se quedó en el seno familiar, lo cual reaviva esa rivalidad fraterna de la infancia y que bien podríamos asociar con lo que postula Freud (1917/2008b) como la rivalidad edípica y fálica. Aquí, los padres o el hábitat son los representantes de lo valioso, eso que se desea y no se quiere perder. Por el contrario, sus logros en todos los sentidos (laborales, académicos e incluso de pareja) son los representantes y la señal inequívoca de que lo otro ya no está o cada vez está más lejos.

Sin embargo, sería importante señalar que, si bien este sentimiento de castración y posible proceso de duelo está acompañado de la sintomatología mencionada, hay un deseo que subsiste y que empuja a querer sujetar lo que se cree que es valioso. De este modo, podemos comprender que los logros y éxitos se vivirán como una pérdida y que, en lugar de placer, lo que surgirá será el displacer. En este sentido, hablamos de una posición menos melancólica, porque no observamos en esta paciente los autorreproches, ni la minusvalía del yo, pero sí está presente ese carácter de desear lo que el otro tiene y, como decía Freud (1917/2008a), lo característico de un duelo no patológico es que el deseo del otro es lo que nos mantiene con ese ímpetu.

Referencias

Freud, S. (2008a). Duelo y Melancolía. Obras completas (Vol. 14). Amorrortu. (Obra original publicada en 1917).

Freud, S. (2008b). 21ª Conferencia: Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales. Obras completas (Vol. 16). Amorrortu. (Obra original publicada en 1917).

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