¿Cómo hablar con un adolescente rebelde?

Por Mayte De Atela

 

Al hablar sobre la adolescencia nos viene a la mente la imagen de un joven problemático, confrontativo, rebelde. Pensamos en lo difíciles que son los adolescentes, lo complejo que resulta acercarnos a ellos para entablar una conversación o hacerlos reflexionar. Mientras que la biología define a la adolescencia como el periodo de vida que va de los 12 a los 21 años y que se caracteriza por el desarrollo de un cuerpo sexuado, la psicología piensa en ella como un momento de contrastes, contradicciones y mucha confusión, dominado por una sensación constante de caos. Dicha confusión proviene del impacto que genera en la mente del adolescente tanto los cambios físicos como los cambios psíquicos a los que se enfrenta.

En esta etapa, el joven redefine su identidad, se cuestiona quién es, se aleja del mundo infantil que le proveía un sentimiento de seguridad para hacer frente a retos que le son desconocidos. El adolescente se enfrenta a grandes cambios que conllevan la pérdida de todo aquello que le era conocido (su cuerpo, su identidad infantil, sus padres maravillosos), lo cual le genera un gran sufrimiento; lo que vemos como rebeldía, enojo o apatía, en realidad esconde un gran dolor.

La mente del adolescente intentará lidiar con este sufrimiento de diferentes formas, y una de ellas tiene que ver con el modo en el que comprende y cataloga el mundo del adulto. El joven siente una gran desconfianza y desprecio hacia el adulto porque, por un lado, considera que quiere controlarlo como lo hacía con el niño y, por otro lado, le genera sentimientos de enojo, celos y envidia al pensar que, por ser adulto, “hace lo que quiere” y “vive cómo quiere”, mientras que él lucha entre la búsqueda de su independencia y la necesidad de obtener un reaseguramiento, derivado de su dependencia infantil. Esta lucha, así como el dolor causado por el desconcierto frente a las nuevas exigencias del mundo adulto, lo llevan a defenderse para no lidiar con las emociones mencionadas en el párrafo anterior.

La comunicación entre el adolescente y el adulto no será algo natural ni feliz. Si consideramos el sufrimiento que hay detrás de la conducta rebelde del joven, podremos entender por qué la comunicación verbal con los adultos suele estar tan empobrecida. Es frecuente que los padres refieran que su hijo no les cuenta nada, que es difícil saber en qué anda, qué es lo que sucede con él, qué le gusta, quién es. Hay una sensación de extrañeza y desconocimiento frente a esta nueva actitud del joven que, hasta hace poco, se comportaba de manera obediente y tranquila.

El adolescente refiere poco sobre cómo se siente o sobre lo que le sucede. En buena medida, porque “no le interesa el mundo de los adultos”, pero también porque, en el fondo, tiene una gran dificultad para identificar qué pasa con él. Le suceden tantas cosas y se espera tanto de él (a nivel social y personal/interno) que no solo no logra comunicarse verbalmente con el adulto, sino que tampoco lo logra con otros, ni siquiera con él mismo; al no entender lo que le sucede, no logra poner en palabras todo aquello que lo angustia.

El joven expresará sus conflictos, su mundo interno, sus pensamientos y sus fantasías a través de lo que hace, es decir, de sus actos: ¿Cómo se viste? ¿Qué música escucha? ¿Cómo se relaciona con sus pares? Esto sucede porque no tiene una conciencia clara del sufrimiento que vive, ni del motivo de este. Se puede decir que su sufrimiento es inconsciente.

Entonces, ¿qué podemos hacer para abrir un canal de comunicación con los adolescentes?

  • Tratar de identificar la causa inconsciente de su sufrimiento.
  • Mantener una escucha activa, entendiendo qué sucede con los adolescentes a nivel psíquico.
  • Hablarles sintiéndonos cómodos con el rol que tenemos frente a ellos, ya sea como padres, profesores o terapeutas.
  • Evitar hablarles seduciéndolos, infantilizándolos, juzgándolos o condenándolos.
  • Ayudarles a entender que están atravesando por un momento confuso, doloroso; traducir lo que les sucede y hacerles saber que somos empáticos.
  • La actitud de quien escucha es indispensable, por lo que es importante intentar hacerlo desde una postura de entendimiento.

Referencias:

Aberastury, A. (1988). La adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico. Paidós.

Nasio, J.D. (2013) ¿Cómo actuar con un adolescente difícil? Consejos para padres y profesionales. Paidós.

Meltzer, D. y Harris, M. (1998). Adolescentes. Spatia.

 

 

 

 

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