Por Erandi Almazán

“Exacto sería decir que se trata de instituir un juego entre procesos primarios y secundarios, por medio de los procesos que propongo llamar terciarios, que no tienen más existencia que la de ser procesos de relación.

(André Green. De locuras privadas, 1972)

En este artículo, quiero reflexionar sobre el tercero, lo terciario o la terceridad como el espacio creativo entre el paciente y el analista. Asimismo, lo analizaré como el espacio de aprendizaje activo y generador de pensamiento dentro del aula, entre el maestro y los alumnos. Se le ha considerado como el tercero del Edipo, que trae consigo celos, rivalidad, exclusión y ansiedad de castración (Freud, 1908/2012, 1923/1992a). Para otros, el tercero es un fenómeno/objeto/espacio de ilusión que crea el niño a partir del vínculo con la madre-ambiente (Winnicott, 1951, 1971). De igual modo, el tercero es el juego, el consultorio, el espacio analítico y también ese tercero que es el arte, la creación y la creatividad (Klein, 1929, 1930). Finalmente, el tercero es el gran Otro, aquel que sujeta y nos hace sujetos, quien porta la ley y, desde su función, nos ubica en una estructura, ordena y proporciona límites un tanto más seguros para evitar confusiones, pérdidas o ser devorados (Lacan, 1973, 1981). El tercero es la cultura y el lenguaje; es germen, principio y continuidad; es producto de la cópula y, al mismo tiempo, la función de conectar.

Equiparemos el contacto analista/paciente o estudiante/teoría con el encuentro de quien visita un museo. El espectador recorre la sala y, de entre todas las piezas, se siente atraído por una: la rodea, la toca con los ojos, se estremece con su textura, sus líneas y sus colores. La persona actúa recelosa del marco que anuncia el límite territorial de aquel objeto lleno de estímulos enigmáticos. Esto describe una experiencia estética (Meltzer, 1990), similar a la que podríamos suponer en los primeros encuentros entre el bebé y su madre. A raíz de esto, se generan experiencias sensoperceptuales, afectos y fantasías que el sujeto buscará alargar, perpetuar, reproducir, copiar, anular, poseer, atacar, pero, en el mejor de los casos, aprehender. Se busca captar eso bello por enigmático y provocador, contenido en ese otro que acapara toda la atención y reduce al sujeto a eso que ocurre en el encuentro.

Esto me lleva a pensar en el Centro Eleia: mis profesores y mi proceso de formación, tanto en la maestría como actualmente en el doctorado; y en el proceso analítico, ya como paciente, pero también en mi práctica clínica. En ambas experiencias estéticas, el recorridoha implicado aprehender en una doble vertiente: proceso vinculante y vínculo; conjunción de ecosistemas que engendran una síntesis creativa, ese “espacio potencial donde algo nuevo se genera transformándolos a ambos” (Zukerfeld y Zuckerfeld, 2004). Es un territorio transformador en el que no hay manera de que sus integrantes pasen tiempo-espacio (segundos, minutos, horas, días, años…) sin implicarse emocional y físicamente: incomodándose, evocando, paralizándose, tentados a reírse o salir corriendo.

Algo ocurre entre los guiños, los sonidos, los movimientos, los silencios y la palabra (tanto la plena como la vacía), entre quien insta y espera el primer gesto, y luego quien, dentro de ese marco/invitación establecido, realiza el primer trazo, quien lo continúa o acompaña el destino de la línea. Es un juego de inversiones creador/espectador, donde uno se sorprende de estar frente a algo que sabe importante, único y con potencial de convertirse en la conversación más interesante del mundo (Meltzer, 1990).

La experiencia bipersonal que sugiero es una que concibe al aprendizaje como un complejo circunstancial de confrontación y encuentro con esa verdad que responde a la propia subjetividad. Es una experiencia que reclama conexión con nuestra interioridad en presencia de otro: entre quien se presta para contener y alimentar, y un otro que se sabe con la posibilidad de ser sostenido y alimentado. Se trata de un intercambio dinámico, generador y receptáculo de identificaciones y aspiraciones que dan lugar al crecimiento psíquico.

En este orden de ideas, pienso en mi paciente Hortensia y los elementos bizarros de las pesadillas que ha llevado a la sesión. Esos pedazos (nombrados así por ella y que al principio del tratamiento la asustaban mucho), se han ido convirtiendo en sueños o pesadillas que recuerda, y comienza a sentir que algo quieren decir y desea saber qué es. Es ahí donde entro yo y ella me sigue. Comenzamos a juntar los pedacitos: primero forman una figura, que a su vez pertenece a una composición, la cual cuenta una historia que se relaciona con otra del pasado. Esto plasma su actualidad y resuena en sus vínculos actuales, incluido el vínculo de ella conmigo.

La noción de proceso terciario es original de André Green. Constituye el puente entre los procesos primarios y los procesos secundarios, un espacio de comunicación y juego que tiene lugar en la zona transicional, de convergencia. Green considera que una mente saludable es aquella en la que hay un equilibrio entre los procesos primarios y secundarios. En la psicoterapia o en el psicoanálisis, se busca que, con el paso del tiempo, el paciente produzca sus procesos terciarios, en los que la mente se perciba como un universo que causa curiosidad. También tiene el objetivo de la construcción como una invitación a imaginar para edificar y enriquecer la comprensión de una vida mental. Esto abona a un funcionamiento mejor articulado, con un freno pulsional que disminuya la tendencia a vivir en los extremos o a estar desbordados en un vacío emocional. La finalidad es que haya una vida psíquica, una subjetividad.

De esta manera, recomiendo adentrarse en estas experiencias que transformarán el desarrollo tanto teórico/práctico como de vivencia personal. Adéntrate en el estudio profundo y complejo de una red de nociones que ampliarán tu comprensión del funcionamiento psíquico y de la personalidad en toda su extensión. Como yo, ven a formar parte del Doctorado en Clínica Psicoanalítica que imparte el Centro Eleia.

Referencias:

Freud, S. (1989). Conferencia 33. La feminidad. Obras Completas (Vol. 22). Amorrortu, (Obra original publicada en 1933)

——–. (1992a). La organización genital infantil (Una interpolación en la teoría de la sexualidad). Obras Completas (Vol. 19). Amorrortu. (Obra original publicada en 1923)

——–. (1992b). El sepultamiento del complejo de Edipo. Obras Completas (Vol. 19). Amorrortu. (Obra original publicada en 1924)

——–. (1992c). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos. Obras Completas (Vol. 19). Amorrortu. (Obra original publicada en 1925)

——–. (1992d). Sobre la sexualidad femenina. Obras Completas (Vol. 21). Amorrortu. (Obra original publicada en 1931)

——–. (2012). “El delirio y los sueños en la ‘Gradiva’ de W. Jensen y otras obras”. Obras Completas (Vol. 9). Amorrortu. (Obra original publicada en 1908)

Green André. De locuras privadas. Amorrortu editores, 1972.

Klein, M. (1930). Situaciones infantiles de angustia reflejadas en una obra de arte y en el impulso creador. O. C. (Tomo I). Paidós.

——–. (1930). La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo. O. C. (Tomo I). Paidós.

Meltzer, D. (1990). Metapsicología ampliada. Spatia. 

Meltzer, D y Harris, M. (1990) La aprehensión de la belleza. El rol del conflicto estético en el desarrollo, la violencia y el arte. Ed. Apatía.

Lacan J. (1973). Significante y sutura en el psicoanálisis. Siglo Veintiuno. 1973.

——–. (1981). Ornicar? Publicación periódica del Champ Freudien. No. 2-5.

Winnicott, D. (2020). Obras de Winnicott: Las bases de la salud mental (1951). Psicopsi. https://www.psicopsi.com/las_bases_de_la_salud_mental_1951-asp/ (Texto original publicado en 1951)

——–. (1971). Realidad y juego. Editorial Gedisa.

Zukerfeld, R., y Zonis Zukerfeld, R. (2003). Procesos terciarios. de la vulnerabilidad a la resiliencia. Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas, 14. http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000253