Cambiar de carrera puede ser estimulante

Por Muriel Wolowelski

Alicia cuenta que cambió varias veces de carrera antes de convertirse en psicóloga: “Pasé por medicina, nutrición y filosofía. Dejé de deambular cuando finalmente pude encontrar una carrera que conjuga el estudio de la conducta humana, la ayuda a las personas y, sobre todo, me llamó mucho la atención el estudio de la mente. Tal vez, ser psicóloga es el camino que necesito seguir para ser feliz y ganarme la vida profesionalmente”.

El caso de Alicia es sumamente común. En México, entre el 30 y 40 por ciento de los jóvenes se equivoca en su elección de carrera y, según los expertos, el cambio de rumbo en los primeros años universitarios suele ser habitual.

La elección vocacional está determinada por múltiples factores: algunos internos, como las identificaciones con los padres, amigos, estereotipos, es decir, aquellos aspectos inconcientes por los cuales las personas toman diferentes decisiones (por ejemplo, fantasías acerca de la profesión, satisfacer deseos y expectativas, alcanzar la aprobación y los estándares esperados, buscar ideales propuestos u oponerse a ellos, motivados por conflictivos de rivalidad, desafío, oposicionismo, etc.); también están presentes los factores concientes y prácticos que pertenecen al mundo externo: gustos personales, habilidades, situación económica, entre otros.

Elegir una carrera no es un proceso que se da rápidamente, pues implica una serie de renuncias que pueden ser significativas, dolorosas y complejas. Se ven involucradas las expectativas propias y las ajenas. Es necesario perder el miedo a equivocarse y animarse a intentar. Definir la carrera que marcará para siempre el rumbo de nuestra vida profesional no es tarea sencilla, sobre todo en un momento de la vida que se caracteriza por una crisis de identidad, en la que aún no sabemos qué queremos o quién es uno mismo. De alguna manera, habrá que renunciar a una niñez que termina, a nuestras ilusiones infantiles, para ingresar en un mundo que nos exige plantear proyectos más realistas y adultos.

Haber elegido una carrera que resultó ser la equivocada tiene un costo emocional y económico. Sin embargo, el precio de mantenerse en un camino errado es aún más alto. La posibilidad de cambio puede entenderse como parte de un proceso de madurez, aprendizaje y búsqueda, no como un fracaso.

Los sentimientos de frustración ante la idea de volver a empezar pueden conducir al temor de una nueva elección equivocada. Invaden los sentimientos de miedo, incertidumbre y culpa por la idea del tiempo perdido. No obstante, esta situación también puede convertirse en otra oportunidad; el malestar desaparece al encontrar un lugar mejor. La posibilidad de cambio es enriquecedora y abre las puertas a un camino diferente.

La certeza de hacer una “elección correcta” es rígida, monótona y desgastante, encierra y atrapa. En cambio, la elección provisional es liberadora. Sin duda, asusta no tener un camino claramente marcado y sin desviaciones, pero es más aterrador no tener la oportunidad de cambiar. El cambio es inherente al ser humano, en un clima de aceptación y apertura, de ideas plurales y experimentación.

Cuando Alicia explica las razones por las que pudo finalmente ubicarse en la carrera de su elección, afirma: “En psicología encontré las materias que me enseñaron sobre los comportamientos humanos y la manera como se desarrolla la mente. Descubrí que el estudio del organismo humano es sumamente interesante y enigmático, que hay diferencia entre mente y cerebro. Pero, sobre todo, lo que más me agradó fue poder poner en práctica los conocimientos teóricos en las experiencias prácticas. Esto me dio la oportunidad de descubrir mis verdaderos intereses”.

En la actualidad, a menudo se les da prioridad a los criterios de tiempo y dinero: “¿En cuánto tiempo termino? ¿Cuánto podré ganar al egresar? ¿Cuánto invertir en mi educación?”. Tales elementos son fundamentales, pero si son los únicos elementos que tomamos en cuenta para llevar a cabo nuestra elección, tenderán a empobrecerla y aumentará la probabilidad de que no acertemos, ya que deja de lado los aspectos que están más relacionados con nuestro desarrollo y satisfacción personal.

En este contexto, el tiempo es valioso, central; lo perdido no regresa y debemos aprovecharlo. Pero la presión para elegir bien, a la primera, sin dudar, puede hacer que nos invada un sentimiento de mareo frente a semejante tarea. Así, un joven tendría que elegir con puntería y sin error aquello a lo que se va a dedicar la mayor parte de su vida. Más que una pérdida de tiempo o un desperdicio, la oportunidad de cambiar de carrera le concede a la persona nuevas posibilidades para aprender de sí misma a través de la incertidumbre, la duda, de lo provisional y momentáneo. Aunque se sienta como algo atemorizante, en realidad, implica preocuparse, reconsiderar, cambiar de rumbo. La inercia nos impide recapitular. A veces nos olvidamos de que la condición humana no puede adaptarse a un sistema, sino que el sistema debe ser una herramienta útil y cambiante para asistir a la experiencia humana.

José comenta que cuando eligió la carrera de administración pensó que: “Era mejor dedicarse a una profesión que pudiera terminar rápidamente y que me diera mucho dinero”. Actualmente, estudia psicología y considera que ha encontrado un espacio de pensamiento y colaboración con personas que lo necesitan: “Nunca imaginé que me sentiría más satisfecho y pleno en una carrera como ésta”. Es sumamente valioso lo que puede aportar la carrera de psicología, tanto a quienes la estudian y la ponen en práctica, como a aquellos que se benefician con los cambios que se producen dentro de la mente y la personalidad.

Demasiadas personas pasan años en una carrera que les disgusta, simplemente porque no se atreven a hacer un cambio verdadero. Si la carrera que has elegido ya no te resulta estimulante, entonces puede ser momento de renovarte. El camino para encontrar la verdadera vocación es solitario, pero fascinante. Cambiar es positivo, pues nos invita a reflexionar acerca de los errores para no volver a cometerlos, crecer y madurar. Mantener la duda es una ventaja, siempre que implique un estímulo para buscar cosas nuevas, trazarse caminos distintos y enriquecer nuestra experiencia.

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