Autismo y patologías graves en la infancia

Cristina Huberman

En cuanto al autismo, hay una serie de signos para detectar perturbaciones en el desarrollo durante la infancia. Generalmente, estas perturbaciones se generan porque hay una desregulación emocional plurifactorial donde intervienen la genética y el entorno. Asimismo, hay factores que inhiben los circuitos cognitivos del infante. Algunos niños autistas, por ejemplo, pueden presentar retraso mental o algunas otras patologías.

Dentro de esta serie de signos, una de las características principales es que el autista tiende a rechazar al otro. Puede presentar también un estado psicótico en el que el niño rechaza la interacción y se agita, lo cual, en casos graves, puede desencadenar ideas delirantes.

Aunque no hay una cura para el autismo, hay maneras de diagnosticarlo y de proseguir con un tratamiento para generar sociabilidad y adaptabilidad a su entorno. Desde que son bebés, por ejemplo, los niños presentan dificultad en las conductas sociales no lingüísticas; déficit de la actitud anticipatoria, como extender los brazos para que lo alcen (Gessel 4 meses); o déficit de ajuste corporal (4 meses). Cuando comienzan a crecer, puede haber una carencia de jugar al “como si”, como jugar a tomar el té, la comidita, etcétera. También puede presentarse una falta de atención conjunta (9 meses) y una falta de señalamiento protoimperativo (“quiero esto”) y protodeclarativo (ver un avión y darle un nombre; querer saber qué es la cosa que ve).

En cuanto a las conductas perceptivas, también se presentan algunas carencias, como evitamiento de la mirada; déficit de contacto ojo a ojo; fascinación por el movimiento de las manos; impresión de que tiene sordera, debido a que le hablan y no contesta; reacciones extremas a los ruidos (reacción paradojal a los ruidos); conductas de desmantelamiento; y déficit de laleo (comienzos del habla).

Por otro lado, se presentan dificultades de comportamiento, como retracción o indiferencia al mundo exterior; ausencia de interés por los juguetes; movimientos estereotipados; uso no funcional de los objetos; insomnio calmo o agitado; gritos, cólera; autoagresividad/heteroagresividad.

El autista puede presentar características específicas físicas como retardo y/o anomalías del desarrollo, hipotonía, hipertonía, distonías, malas posturas y pérdidas de adquisiciones. También pueden presentar una sensación de “caída”, donde los niños tienden a arquearse hacia atrás, por lo que se les debe sostener la espalda y hacer que mantengan la mirada con la madre. Llamar al niño por su nombre mientras se le sostiene la espalda es una buena técnica para revertir la sensación de caída.

Por lo general, el autista genera un caparazón junto con un objeto autista que los protege y en el que vierten toda su atención. El autista prescinde de personas y cosas, excepto el objeto autista específico. Estos objetos pueden ser de cualquier índole y no se deben quitar al infante, pues ayudarán a su desarrollo futuro. Temple Grandin, por ejemplo, tenía como objeto autista a las vacas y los caballos, pues tenía familiares que vivían en el campo. Su interés por estos animales crece y ella investiga más sobre eso. Toda su atención gira en torno a este tema. La mujer no soporta el contacto con el otro, pues le resulta invasivo, por lo que construye una máquina de abrazar con la que evita el contacto con personas. Esto indica que los sentidos están desmantelados y desintegrados.

Otra manera de identificar el autismo en niños es en los trazos y los dibujos, los cuales tienden a ser:

*Filamentosos (muchas rayas que no tienen ida ni vuelta. Están por cualquier lado). También hay barrido simple, puntillado y derrame de tintas. Los trazos pueden ser violentos y también presentar un desgarre del fondo, con desesperación. Hay un trazo desbordado, perforado, y una rotura de la hoja. Busca un límite en la hoja o en el espejo.

*Figuras espiraladas, que se hacen en un ritmo de apertura y cierre. Se hacen a partir de un centro en un recorrido antihorario. También replican estos movimientos circulares con las manos o la cabeza. Puede haber prevalencia de figura de giro con la mano; siempre hay circularidad.

Cuando el movimiento es en forma horaria, entonces puede indicar dominio y posesión o un repliegue depresivo.

*Estructuras radiales y solares, donde los rayos tienden a ser muy pequeños y no penetrar en el espacio.

*Cruce de líneas vertical y horizontal, que indica un carácter de obsesión.

*Desarrollo de dibujos verticalizados en los que puede presentarse una dificultad en la separación espacial del cielo y la tierra

Diagnóstico y tratamiento:

El diagnóstico se hace de manera observacional de la mano de un neurólogo. Se puede diagnosticar desde que son bebés si no miran a los ojos; no sonríen; no chupetean; se aíslan; no se relacionan con otras personas, tampoco con la madre ni con el padre; son pasivos o calmos; duermen mucho o están despiertos, pero sin hacer nada; caminar de puntas; no controlar esfínteres; y agresividad.

El autista evita la palabra enunciada. Algunos emiten algunas palabras cuando se angustian, pero también puede haber mutismo. En especial, no hacen caso cuando los llaman por su nombre; tienden a desviar la mirada. Cuando lloran, no responden a los cariños de los padres. También puede darse autoagresión. En caso de ser niños más grandes, suelen correr y no detenerse. Pueden tener alimentos preferenciales y evitar otros por completo. Sin embargo, siempre tienen un objeto autista con el que se relacionan, el cual les permite salir del encapsulamiento.

Para el tratamiento y la mejora del infante, debe haber estimuladores tempranos, así como consultas constantes con fisiatras, kinesiólogos y trabajo con los padres para que muestren su apoyo y comunicación con su hijo. Es recomendable que los niños estén expuestos a entornos sociales escolares, pero no de manera intensiva, sino sólo para aprender rutinas y sociabilidad con otros infantes de su misma edad.

Cuando un niño muestra signos de socialización, entonces tiende a mirar a la madre a los ojos; se hace bolita; mueve los pies; y responde a la voz de la madre. Se recomienda seguir al niño; funcionar como polo atractor para que el pequeño sienta el apoyo de alguien. Reconocer qué es lo que le interesa e intentar comprenderlo o saber por qué lo hace. La atención sostenida es importante. No se debe forzar a los niños a hacer actividades específicas o movimientos o, en caso de que no les guste el contacto físico, tampoco tocarlos ni abrazarlos. Cuando se trata de recién nacidos, es necesario tomar al niño de la espalda y mirarlo a los ojos.

Los niños autistas tienden a no enfermarse o no sentir dolor, por eso se autolesionan. Cuando mejoran, comienzan a enfermarse y expresar sensación de dolor.

En niños con autismo severo hay una serie de puntos a tomar en cuenta. No les agrada el cambio; hay retracción o aislamiento; giran las manos o la cabeza con movimientos repetitivos; expresan agitación en formas rítmicas; mutismo; necesidad de que nada cambie; y falsas expresiones emocionales. El autista no se ve a sí mismo pegado al otro, por lo que cualquier intento de contacto con él puede provocar hiperexcitación. También puede haber manifestaciones agresivas, rascado y mutilación, debido a que la reactividad al dolor es nula. La mirada es ausente, huidiza; parece atravesar al otro. Hay un trastorno de la imagen corporal. Hay una falta de lenguaje; son aferrados; y no hay sensación de espacio. En algunas ocasiones se despersonalizan o tienen una compulsión a desnudarse.

En resumen, para que se lleve a cabo una mejora en el infante, es necesario hablarle constantemente para que presente “laleo” (comienzos del habla). Es importante aprovechar el periodo de plasticidad en los bebés para poder generar sociabilidad y recuperación, pues las líneas neuronales son más propensas a reformarse. Aunque en el autista hay circuitos cognitivos rotos, estos pueden volver a evolucionar durante la etapa de plasticidad, por lo que entre más pronto haya un diagnóstico, entonces el tratamiento funcionará mejor.

Referencias:

Haag, G., Ortigues, E., Schneider, M., Mannoni, O., & Kristeva, J. (1984). Travail de la metaphore: Identification, interprétation. Denoel.

Anzieu, D., Haag, G., Tisseron, S., Lavallée, G., Boubli, M., & Lassegue, J. (1998). Los continentes del pensamiento. De la Flor.

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Haag, G. (2022). Grille d’évaluation de l’autisme. PUF.

Huberman, C. (2021). Autista / artista: La historia de A., un recorrido psicoanalítico. Ediciones Biebel.

Huberman, C. & Rodríguez de Miyares, A. (1997). Observación de lactantes: Signos de alarma en el primer año de vida, autismo precoz, detección y tratamiento. Kargieman.

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