Antecedentes del psicoanálisis infantil: El caso del pequeño Hans
Por Elena Montes de Oca ©
El psicoanálisis es sin duda el método ideal para conocer el mundo interno de una persona y acceder a sus fantasías inconscientes, a las características de su pensamiento y a los aspectos más profundos de su carácter. La importancia que actualmente se atribuye a los primeros años de vida nos alerta sobre la necesidad de que los niños cuenten con espacios en los que sus inquietudes puedan ser exploradas y encuentren soluciones a sus dificultades, consigo mismos o con el exterior. Esto ocurre en un análisis infantil donde a través del juego, los dibujos, la relación transferencial, las comunicaciones verbales y lo que se expresa sin palabras, los pequeños transmiten sus conflictos y emociones al analista, quien hace uso de la interpretación, la contención de ansiedades y el contacto emocional.
Sin embargo, el surgimiento del psicoanálisis infantil no puede entenderse sin considerar las aportaciones realizadas por Sigmund Freud. En su trabajo con pacientes adultos, Freud descubrió que la sexualidad no era algo que se le imponía a los niños desde el exterior al ser seducidos por adultos perversos, sino que era algo que existía desde el nacimiento; detrás de los síntomas de sus pacientes, planteó, se ocultaban deseos sexuales de la vida infantil. Consciente de la importancia de investigar a los pequeños y preocupado por comprobar sus hipótesis, Freud solicitó a sus discípulos y amigos que le compartieran manifestaciones relacionadas con la vida sexual de los niños que tuvieran oportunidad de observar. Así lo hizo el padre de Herbert Graf, un ingenioso e inteligente niño que entraría a la historia del psicoanálisis con el seudónimo que Freud le asignó: “El pequeño Hans” (después traducido como “Juanito”).
Max Graf, músico interesado por el psicoanálisis, envió detalladas cartas al padre del psicoanálisis en las cuales ilustraba con la mayor claridad las manifestaciones de la sexualidad de su hijo: la curiosidad del niño por su cuerpo y el de sus padres, las teorías sexuales infantiles y las fantasías acerca del origen de los bebés, la bisexualidad de la infancia y los deseos hacia los padres, el interés por la masturbación, así como las emociones frente al nacimiento de los hermanos y los celos infantiles. Lo que comenzó como una descripción de los primeros años de la vida de un niño en la etapa fálica, se convirtió en un tratamiento cuando Hans comenzó a mostrar síntomas fóbicos: un estado de angustia al salir a la calle que se estructuró al poco tiempo en un miedo irracional a que un caballo lo mordiera. La información tan detallada acerca del desarrollo sexual de Hans, previo a la aparición de la fobia, es algo con lo que no suele contarse y permitió observar con claridad el surgimiento de la enfermedad. Graf y Freud relacionaron la fobia del pequeño con el complejo de Edipo, concepto central en la teoría freudiana que se refiere a los deseos amorosos y agresivos que un niño experimenta hacia ambos padres. La angustia de castración como castigo por sus deseos de hacer pareja con su madre y desaparecer al padre, por quien también sentía cariño, los sentimientos de inferioridad y el nacimiento de su hermanita Hanna, desencadenaron una lucha interna en el niño. Se descubrió que Hans había desplazado los sentimientos hostiles que sentía hacia su padre, por ser en la fantasía un rival frente al amor materno y alguien que amenaza con castigarlo, hacia los caballos, generando así la fobia. Por otro lado, Hans comenzó a tener miedo a los carruajes de carga, lo cual pareció relacionarse con el embarazo de la madre y los deseos agresivos hacia su hermanita, que surgieron tras su nacimiento.
En realidad Freud sólo lo vio en una ocasión a Hans y fue su padre quien, asesorado por su maestro, escuchaba la descripción de los sueños, ocurrencias y fantasías de su hijo, realizando las interpretaciones que consideraba convenientes para ayudarle a esclarecer el motivo de su angustia y sus temores, así como para eliminar la fobia que había desarrollado. Hans muestra interés, sorpresa y curiosidad por lo que se le explica y parece sentirse aliviado de que alguien sí comprenda lo que le ocurre y pueda transmitírselo después.
A los pocos meses de esta intervención a través de la palabra, los miedos y la angustia de Hans desaparecieron casi por completo y el pequeño comenzó a hablar en pasado de su enfermedad, a la cual se refería como “la tontería”. Los dos analistas dan por terminado el análisis cuando Hans comunica una interesante fantasía: se imagina que él tiene hijos con su madre y su padre con su propia madre, es decir, la abuela del niño, lo cual le permite resolver su dilema familiar. Resulta cuestionable si esta fantasía es realmente una solución ya que en ella Hans no renuncia al lugar del padre en la situación edípica; de cualquier manera, la desaparición del síntoma y la tranquilidad del pequeño se consideran un desenlace ideal para este análisis, cuya técnica aún no se había definido.
Este caso se presentó con la intención de comprobar la existencia de la sexualidad infantil, permitiendo observar, por primera vez de manera directa y no como una reconstrucción, las etapas libidinales, el complejo de Edipo y la angustia de castración. Además de confirmar sus teorías acerca de la sexualidad, el caso de Hans posibilitó a Freud entender el origen de la fobia y los mecanismos que utiliza.
En 1922, un joven de diecinueve se presentó en el consultorio de Freud declarando ser el pequeño Hans, había salido de casa de sus padres y se encontraba alegre y saludable. La visita tranquilizó al psicoanalista al demostrarle que, contrario a lo que sus críticos auguraban, el análisis no había tenido efectos negativos en el muchacho, quien no recordaba casi nada de lo descrito por Freud en su artículo. Herbert Graff se interesó por la música y la creación artística y se convirtió en un reconocido director de escena de ópera, logrando construir su propia historia más allá de la de Hans.
Aunque su tratamiento fue realizado en circunstancias particulares, la publicación del artículo de Freud “Análisis de la fobia de un niño de cinco años” en 1909 es considerada el comienzo del análisis infantil al aplicarse, por primera vez en la historia, el método psicoanalítico a un niño, abriendo el camino a posteriores analistas para desarrollar y sistematizar una técnica particular. Sería la psicoanalista británica Melanie Klein quien elaboraría un método equivalente a la asociación libre propuesta por Freud adecuado a las posibilidades de expresión de los pequeños. Su innovadora técnica del juego consistía en analizar las fantasías inconscientes que los niños manifestaban en el juego libre dentro de una sesión analítica y continúa siendo el método fundamental para el diagnóstico y el tratamiento infantil.
El tratamiento completo de Hans, que incluye la descripción detallada de sus interesantes fantasías, temores y deseos, se puede encontrar en “Análisis de la fobia de un niño de cinco años”, en el Tomo X de las Obras Completas de Sigmund Freud.