Angustia en la vida cotidiana. Sexualidad, familia, trabajo
Por Conrado Zuliani
La angustia, más allá de ser un “afecto”, “emoción” o un “sentimiento”, es una experiencia inherente a lo humano. Ella está presente desde el principio de la vida y a lo largo de esta.
Desde los inicios de su obra, la angustia es un tema presente y de máxima relevancia en la teorización freudiana. A partir de la clínica, del trabajo con sus pacientes, la angustia va a ser entendida por Freud como un aspecto íntimamente ligado al campo de la sexualidad: el Edipo presenta una bifurcación que lo conecta, por un lado, a la angustia y, por otro, a la culpa.
A partir de la lectura que el psicoanálisis realiza sobre el tema, podemos entender que el deseo, en tanto deseo sexual infantil, y la angustia muestran una correlación. El niño experimentará angustia, nos indica Freud, allí donde lo prohibido de sus deseos edípicos por los padres implica un riesgo –fantaseado– de castigo (castración).
Sin embargo, existen otras variedades de angustia, las cuales Freud identificó al continuar con la conformación de su obra: la angustia del niño pequeño ante la ausencia de la madre, que experimentará como angustia de muerte, angustia ante la soledad, angustia causada por las diversas pérdidas que el sujeto atraviesa en su vida, angustia ante el superyó o por la pérdida del amor del otro. Incluso, cada vez que la ilusión de perfección y completud del sujeto (es decir, su narcisismo) se ven cuestionadas, la angustia se presentará como corolario.
La existencia humana se ve atravesada por diferentes tipos de angustia en distintos momentos vitales. Lo cierto es que gran parte de las consultas terapéuticas se inician cuando algo de esa angustia se ha tornado insoportable para la persona. Allí es donde el psicoanálisis se presenta como un espacio privilegiado que permite relacionar dicha angustia con un decir, una causa, una razón. Al unirse la palabra del analizando con la interpretación del analista, esta experiencia puede hacerse soportable.
De esta forma, el psicoanálisis no busca “eliminar” la angustia. Esto sería imposible y, al mismo tiempo, implicaría suprimir toda una zona de experiencia de lo humano. El objetivo de la exploración psicoanalítica es facilitar las condiciones para que algo de ella pueda ser acotado y traducido en palabras.
Freud consideraba que el síntoma neurótico es una satisfacción que sustituye a las fantasías y los deseos reprimidos, pero que también tiene por objetivo evitar el desarrollo de angustia. Por lo tanto, no es poco común que la persona sienta la necesidad de acudir a consulta cuando el “acuerdo” al que llegó con sus síntomas presenta fallas y la angustia se hace evidente, revelando la compleja relación que tenemos los seres humanos con el campo de la sexualidad, del amor, de la vida y de la muerte.
Asimismo, el analista, a través de la transferencia y con su escucha como instrumento, se convierte en un “soporte” (en los dos sentidos) de aquello que para el paciente parece intolerable: su angustia y sus síntomas.
En el taller, revisaremos las formas en que la angustia se presenta dentro de los diferentes espacios y relaciones por las que transita el sujeto en su vida cotidiana: la familia, el trabajo, la pareja, los estudios. Resaltaremos la importancia de distinguir entre las variables clínicas de la angustia (la de separación/intrusión, la de aniquilamiento ante el desamparo psíquico, la de castración, etc.), con la finalidad de que en el tratamiento seamos capaces de realizar intervenciones más eficaces. Discutiremos acerca de las estrategias clínicas que disponemos para abordar desde distintas perspectivas esta problemática.
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