La posibilidad de aprender ayudando: prácticas en Reintegra
Por Nadezda Berjón Molinares
El contacto frente a frente con casos clínicos es un elemento de gran importancia para la formación del futuro psicólogo. Los libros dentro del contexto académico aportan una base teórica indispensable y pertinente para comprender la mente y las conductas humanas, pero es en el encuentro personal donde se consolida lo aprendido en clase. Por esta razón el Centro Eleia desarrolla un programa de estudios que contempla la realización de una gran cantidad de prácticas clínicas.
Dentro de las numerosas instituciones y hospitales con los cuales Eleia colabora, se encuentra la Fundación Reintegra, una organización que apoya a jóvenes delincuentes para que cumplan su medida legal en libertad. Nuestros alumnos de sexto semestre acuden a esta fundación para llevar a cabo diversas tareas supervisadas. La experiencia es conmovedora y apasionante. Por una parte, surge el rechazo y la duda sobre cómo tratar a chicos que generalmente son enjuiciados por robo. Además, si el alumno fue asaltado en alguna ocasión, se acerca a la práctica con resistencia. En cambio, otros se muestran receptivos desde el inicio.
A lo largo del trabajo en las diferentes áreas donde la institución amablemente nos permite intervenir, se presenta la oportunidad de conocer a jóvenes que en promedio se encuentran entre los 14 y 17 años de edad, son varones en su mayoría, provienen de familias sumamente disfuncionales, con antecedentes de adicciones y medidas legales, abandonos y la necesidad de trabajar desde muy pequeños, por lo que su desempeño y futuro académico es débil. Los también jóvenes alumnos miran el rostro de estos muchachos, hasta ahora desconocidos, escuchan sus historias, asisten en la preparación e impartición de talleres y encuentros de orientación, incluso tienen la oportunidad de participar como coterapeutas en intervenciones breves o coordinando y participando en obras de teatro. Es así como adquieren herramientas valiosas que impactan de manera muy positiva en su formación profesional. Entre las habilidades que nuestros alumnos desarrollan con las prácticas podemos mencionar:
– Comprensión del proceso adolescente como pasaje entre la infancia y la adultez, observando a través del contacto con el joven y sus padres la gama amplia de conflictos y necesidades que surgen entre ellos.
– Detección de cualidades positivas o áreas de oportunidad en los chicos que, a pesar de su acción delictiva, desean un estilo de vida diferente ya sea a través del estudio o adquiriendo algún conocimiento técnico para trabajar. Es decir, se rompen los prejuicios, factor que es esencial para el quehacer psicológico, anteponiendo el comprender al enjuiciar.
– Identificar las posibles sociopatías o rasgos sociopáticos dentro de una población que no se distingue por estas características pero puede presentarlas en alguna medida.
– Aprender a manejar y comunicar temas de salud mental, física y social de modo accesible, claro, sin comprometer la profundidad de los contenidos.
Como podemos observar, es una actividad de gran valor para el joven estudiante; a esto se suman los beneficios que su trabajo brinda a la institución y a las personas atendidas, quienes agradecen y aprecian el interés que se les ofrece. Más aún, los alumnos y profesores también aprendemos en este encuentro con un sector muy golpeado de la sociedad. Poder acompañar a un menor que tomó una mala decisión bajo el influjo de drogas, violencia familiar y/o social, soledad, malas compañías, incluso hambre y, sin duda, desesperanza; verlo esforzarse por hacer las cosas de otra forma y confiar en su futuro, es un acontecer que no se olvida.