Ventajas de la materia de supervisión en el doctorado
Por Rosa Stern Feldman
En el ejercicio de la profesión psicoanalítica y, más aún, como elemento fundante de la misma identidad profesional, es bien conocido el famoso trípode freudiano, que se refiere a la necesidad de complementar el análisis personal y la formación teórica con la supervisión de nuestros casos.
En relación con la supervisión, además de la obligatoriedad ética que implica hacerlo de manera regular, periódica y sostenida, esta supone múltiples ventajas para la formación del analista, independientemente del momento profesional en que se encuentre, pues nunca dejamos de aprender. A este respecto, me parece relevante destacar que, si bien la supervisión colectiva definitivamente nunca es suficiente, sí aporta varios beneficios. Por ello, la posibilidad de contar con una materia particular de supervisión clínica a lo largo de todo el programa del doctorado es sumamente valiosa.
Al reflexionar sobre sus bondades, podríamos resaltar algunas muy importantes, tanto para la formación profesional como para el crecimiento personal. Ante todo, implica el cuidado de la institución hacia su alumnado. El estudiante se siente cobijado, en primer lugar, por la amplia experiencia del supervisor titular de la materia, así como del supervisor adjunto, quien complementa y aporta a la visión y entendimiento del primero; en segundo lugar, pero no menos importante, porque esto sucede en un clima cálido, colmado de compañerismo, profesionalismo y respeto.
Más que hablar de una materia, podemos pensar en una experiencia de transformación; en un proceso que permea y edifica nuestra identidad, ya que, tanto los profesores como los compañeros se convierten en modelos de identificación muy valorados. Se consigue, entonces, un ambiente propicio para cuestionar, reflexionar y profundizar en los procesos psíquicos presentados en el material clínico. Esto nos brinda la oportunidad de enriquecernos con las ideas de otros, gestar entendimientos propios para ampliar nuestra comprensión y acceder a una situación determinada desde varias perspectivas. Todo ello abre la posibilidad de revisar nuestros puntos ciegos e intervenciones; tomar como punto de partida una guía, una especie de brújula y, a partir de ahí, desplegar un pensamiento creativo, un abordaje específico.
La supervisión colectiva constituye así un espacio privilegiado de aprendizaje y de reflexión. Desde el momento en que se elige el material clínico a presentar y se integra con la información que se considera más relevante o pertinente para transmitir lo mejor posible la idea de quién es la persona de la cual hablaremos, se ponen en juego nuestro propio ser y nuestra subjetividad. Esta reconstrucción implica una posición comprometida, de responsabilidad, de revisión del quehacer propio; un volcar la mirada hacia dentro y estar atento a lo que pueda surgir de esta observación.
Ciertamente, es también un acto de valor y un trabajo con las propias resistencias, pues al exponer nuestro trabajo, exponemos nuestra propia persona. Nos remite a la incomodidad que se puede experimentar al constatar que otro sabe más que uno mismo. Sin embargo, también genera alivio el asumirse como sujeto que sigue aprendiendo. Durante la supervisión colectiva, los maestros nunca hacen juicios de valor ni critican nuestro trabajo. Siempre ofrecen distintas perspectivas y nos muestran otras puertas para comprender el funcionamiento mental de los pacientes, desde múltiples vértices.
Uno se enriquece con este espacio en la medida en la que nos aproximamos a él con una actitud de verdadera escucha y de humildad. La supervisión colectiva adquiere una posición invaluable en la formación cuando se experimenta como un acto de generosidad, tanto del supervisor que nos comparte su experiencia, técnica y comprensión, como de los mismos compañeros al prestarnos sus mentes para reconstruir y repensar nuestro trabajo.
Esta transformación sucede no solo cuando uno expone, sino también cuando se escucha con atención la presentación del otro. Aquello que resuena en uno mismo, que nos conmueve, que nos irrita, que nos aburre, que nos genera alguna reacción de cualquier índole y nos pone a pensar en nuestros pacientes o en nuestra experiencia de vida, conlleva un aprendizaje y, por ende, un enriquecimiento inconmensurable.
Definitivamente, la supervisión colectiva durante el doctorado representa un privilegio que conviene aprovechar.
Referencias
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Irazábal, E. (2016). Supervisión y Grupo. Área 3: Asociación para Estudio de Temas Grupales, Psicosociales e Institucionales, 20. http://www.area3.org.es/uploads/a3-20-supervisionygrupo-EIrazabal.pdf
Mora, S. (2020, 13 de noviembre). La supervisión clínica en la práctica psicoanalítica. Blog de La Causa del psicoanálisis. https://lacausadelpsicoanalisis.com/2020/11/13/la-supervision-clinica-en-la-practica-psicoanalitica/
Saucedo, C. y Álvarez, J. (2018, 12 de marzo). El proceso de la supervisión psicoanalítica en la formación de psicólogos. (Artículo en revista digital). Revista de psicología y humanidades. http://www.eepsys.com/es/el-proceso-de-la-supervision-psicoanalitica-en-la-formacio n-de-psicologos/.
Wiener, A. (2014, 21 de noviembre). Acerca de la Supervisión Psicoanalítica. Blog del Centro Eleia. https://www.centroeleia.edu.mx/blog/acerca-de-la-supervision-psicoanalitica/