¿Cuáles son las bondades de la atención terapéutica durante la pandemia?
Por Fernanda Aragón
La pandemia por COVID-19 ha sido un reto para el mundo entero, principalmente en las instituciones de salud, las escuelas y, en general, las comunidades sociales. En lo individual, el desafío tiene que ver con el manejo de la enfermedad.
La información es abundante. Conocemos los síntomas de alarma, sabemos qué especialistas consultar para llevar un manejo preventivo si se estuvo en contacto con alguien que dio positivo al virus y conocemos, al menos, un tratamiento para atacar el malestar. Pero ¿qué pasa con el estado emocional, los temores y la ansiedad que se despiertan ante esta enfermedad?, ¿habrá secuelas emocionales?, ¿es necesario hablar de esos momentos de tan inquietante incertidumbre? Por supuesto que sí.
Gracias a la vacuna, poco a poco la población mundial ha quedado más protegida, disminuyendo los riesgos de complicación en caso de contraer este virus y con mayores posibilidades de salir adelante. ¿Entonces es posible sobrellevar con tanta tranquilidad la enfermedad? Quizá una parte profunda de la mente sienta que se trata de un veredicto fatal, que la muerte se siente cerca, como a veces ocurre con el cáncer, ante el cual, aunque en algunos tipos hay tratamientos, frecuentemente asusta recibir la noticia.
Cada persona vivirá la enfermedad por COVID-19 desde su propia experiencia y perspectiva. La pandemia es solo una, pero la interpretación que cada uno haga de ella dependerá de su mundo interno; es decir, le atribuirán cualidades, emociones y reacciones de acuerdo con lo que se tiene en la mente.
Habrá quien niegue la existencia de dicho virus y le venga bien pensar que es un mero intento de sometimiento, al que se opondrá, haciendo caso omiso de los cuidados y precauciones. Otros tantos experimentarán un profundo miedo de perder a sus seres queridos, tratando de impulsar todas las medidas sanitarias para evitar contraer el virus (permanecer aislados, lavarse las manos frecuentemente y usar los tapetes sanitizantes). En ambos casos, hay sentimientos que se despertaron solo con la idea del coronavirus, así como distintas formas de reacción, de cuidado personal y de los demás.
En el Centro Eleia, se han recibido más de 4 000 pacientes por año, solicitando atención psicológica. Esta cifra aumentó a partir del inicio de la pandemia. Sin duda, esto no se trata de un dato más, pues la población mundial ha sufrido un duro impacto en el terreno emocional al despertar diario con el miedo latente de caer enfermo; estar lejos de la familia o amigos para no contagiarse; y permanecer en el mismo espacio con la pareja por tanto tiempo, al grado de que han comenzado a tener dificultades para llevarse bien, como antes.
Algunas personas no llegan en plena crisis, como en los ejemplos anteriores, pero sí notan que su ánimo ha mermado o que la concentración en el trabajo se ha alterado, encontrando difícil realizar sus actividades de forma natural.
Gracias al arduo estudio y trabajo de los terapeutas, las personas que solicitan apoyo psicológico en Centro Eleia se han beneficiado al encontrar un espacio virtual para ser escuchadas y acompañadas, con gran cuidado y calidez, en la comprensión de su mundo emocional.
No solo se trata de desahogarse por descargar todo lo que se tenía almacenado, sino de dar lugar a la reflexión y al conocimiento de sí mismo, así como de las maneras en que se manifiestan los sentimientos y lo que se hace con ellos. Al mismo tiempo, se van recorriendo los laberintos de la propia mente, en compañía de un profesional que, de forma respetuosa, muestra las motivaciones hostiles y amorosas que hay detrás de las conductas y de lo que aqueja.
Es por este trabajo tan delicado, detallado y artesanal que la formación de los terapeutas es indispensable. Con ayuda de los profesores, los supervisores y la práctica profesional, ellos pueden atender muy bien a los pacientes que desean recuperar el entusiasmo que los movilizaba y llenaba de goce y, a su vez, mejorar sus relaciones interpersonales.
La atención terapéutica permite entender los miedos y los deseos más profundos; es una invitación constante al autoconocimiento. A veces esto asusta, pero gran parte del camino es vivido con gran curiosidad y emoción al encontrar las respuestas que tardaron en construirse. Es una aventura, una gran exploración para conocerse a uno mismo.