Juegos de goce y dolor. Mirando la agresión en las relaciones de pareja desde el Psicoanálisis.
Sinopsis del libro
Del autor: J. Eugenio Medina Mercado
Editorial independiente.
En algún momento de nuestra existencia todos los seres humanos iniciamos una relación de pareja con la firme pretensión de amar, ser amados y encontrar la felicidad. Sin embargo, más tarde o más temprano, muchas de estas parejas se descubren inmersas en juegos de dolor, manifiestan actitudes agresivas de diversa índole y su relación se asemeja a un terreno pantanoso donde al tratar de salir con denodado esfuerzo, se hunden más y más. Esto nos lleva a preguntar: ¿Qué causa que dos personas, pretendiendo amarse, comiencen a agredirse, lastimarse o humillarse? ¿Por qué, si se inicia con el deseo de formar un vínculo de amor, se conforma uno de odio? ¿Qué puede decir el psicoanálisis al respecto?
Vivimos un tiempo nuevo con formas inéditas de convivencia donde la violencia parece penetrar cada uno de los rincones de los vínculos humanos. El individuo se vuelve cada vez más desconfiado y hostil en sus relaciones de trabajo, en la familia, en su desarrollo social y, de manera particular, en la relación de pareja. Sus fantasmas internos son volcados hacia el exterior en una actitud agresiva que no siempre alcanza a los objetos; una hostilidad que se pierde en el vacío e incrementa el sentimiento de frustración.
En esta nueva conformación social el amor también pierde su sentido: las relaciones de pareja, hoy más que nunca, están impregnadas de fuertes dosis de agresión, destinada al sometimiento del otro, a anular al otro. Son relaciones de pareja con vínculos precarios, donde el elemento de unión es el odio, la consideración narcisista de sentir a la persona como extensión del propio Yo o un simple satisfactor de necesidades. Las parejas parecen haber perdido la razón de su conformación. Sin referentes de sentido, sin roles específicos qué desempeñar, sin propósitos determinados para su existencia –ya sean emanados de Dios, la moral o la Ley–, las personas convierten su relación en juegos de goce y dolor o se limitan a encuentros que buscan el placer inmediato, contactos que no aportan nada a la conformación de la experiencia para el aprendizaje emocional.
Los vínculos de pareja muy pronto se encuentran inmersos en un juego de goce y dolor. El goce concierne al deseo, a ese deseo del que poco sabemos, que nos cuesta trabajo identificar y nombrar, pero que nos impulsa a querer ser lo más importante en la vida del otro, tal como lo es para nosotros. No se busca que ese otro a quien amo satisfaga alguna necesidad específica, sino de disminuir la tensión misma que el cuerpo experimenta al no lograr satisfacer una demanda del cuerpo que difícilmente se puede nombrar. De forma que, el deseo inconsciente, derivado de la sensación de que algo nos hace falta para sentirnos plenos, se pone de manifiesto y trata de colmarse en la relación con la pareja aspirando a convertirse en lo único que el otro necesite para ser feliz, pretendiendo ser lo único que el otro ame. Cuando este anhelo no se satisface suele surgir agresión y dolor en un intento de poder ser el centro de atención y amor de ese otro a quien pretendo amar y de quien espero amor.
El goce se encuentra en el terreno de lo que no se quiere (o no se puede) saber ni hablar, esa región del inconsciente a la que no se tiene acceso pero que provoca tensión y busca descargarla una y otra vez de la misma forma, recordando, repitiendo sin poder reelaborar, llevando a la conformación cíclica de relaciones cargadas de agresión hacia la persona que se pretende amar. Esta dialéctica interminable establece vínculos de goce y dolor, eslabones perfectamente sellados donde el deseo no satisfecho instala la tensión perenne encadenada al sufrimiento.
Mirar la agresión en la pareja desde el psicoanálisis implica reconocer la existencia de una fuerza inconsciente que influye en nuestros actos, en los vínculos, en el hacer de cada día. Este inconsciente se constituye a lo largo de nuestra vida con elementos de constitución biológica –entre ellos, la fuerza de nuestras pulsiones– y nuestras experiencias –principalmente las de la niñez, que suelen dejar más honda huella–. A estos factores se suman las situaciones que olvidamos, que reprimimos, pero que permanecen ahí, formando parte de lo que somos y suelen aflorar ante diversos eventos actuales. A partir de estos elementos inconscientes nos relacionamos con los demás, escogemos amistades, enemigos, pareja; a través de ellos también se actualizan nuestros conflictos e impregnan de amor o de odio nuestros vínculos.
La mirada psicoanalítica incluye otro factor de gran importancia: la responsabilidad psíquica. Esta noción implica reconocer que las personas no sufrimos pasivamente la influencia del medio, no reaccionamos ante un estímulo de manera directa. La agresión, por ejemplo, no es la simple respuesta a un elemento ajeno. Para el psicoanálisis, el individuo es responsable de la forma como procesa la realidad externa.
Todo vínculo de pareja, todo enamoramiento, toda pretensión de amor, ocurre desde el inconsciente de las personas. La elección depende de la configuración inconsciente y es complementaria en el nivel de lo incomprensible, en ese “no sé qué” que “no sé cómo”, que pertenece al goce y da paso al establecimiento de una relación. Ciertamente, suele estar presente algo de conciencia en todo el proceso, pero el factor determinante se encuentra más allá de la comprensión del sujeto, quien sólo se deja llevar por la tensión que provoca su aparición.
La calidad del vínculo también se relaciona directamente con el inconsciente de la pareja: la agresión no es un factor fortuito o una respuesta inmediata a una provocación del otro, sino que, al igual que una acción amorosa, es la manifestación de los contenidos del inconsciente, de lo que el individuo tiene registrado como experiencias amorosas, agresivas o traumáticas y que no son de fácil acceso para la conciencia. Son aquello de lo que no se quiere saber y que forma parte del territorio del goce.
A partir de estos argumentos es posible afirmar que la selección de pareja, la violencia que se vive al interior de ella, las dificultades para controlarla o evitarla, la imposibilidad de romper el círculo vicioso, dar por terminada una relación llena de dolor, la tendencia a acercarse a personas ofensivas o escoger a personas que lo toleran, la repetición constante de vínculos agresivos, todo ello tiene como factor constitutivo los contenidos del inconsciente.
Es así que algunos conceptos nodulares de la teoría psicoanalítica pueden dar claridad a este complicado problema: transferencia, triángulo edípico, pulsiones, identificación proyectiva, mecanismos defensivos, objetos internos, narcisismo, renegación, pasaje al acto. En fin, el psicoanálisis propone todo un corpus teórico para intentar comprender la agresión en las parejas, de aquellas que suelen estar inmersas en perennes juegos de goce y dolor.
J. Eugenio Medina Mercado