Curso «Escuelas psicoanalíticas clásicas y contemporáneas». Parte 2
Por Marta Bernat
Iniciar un proceso psicoanalítico implica realizar una aventura hacia el interior de uno mismo en toda su complejidad y profundidad. La persona consulta por distintas razones: conocerse a sí mismo, un divorcio o pérdida de un ser querido, depresión, conflictos en las relaciones, sentimiento de vacío y desconexión, incapacidad para progresar, trastornos de la sexualidad o de la alimentación, fobias, síntomas que no tienen una causa médica aparente, problemas de ansiedad y de sueño, etcétera.
Lo primero que se piensa como paciente es que, en las sesiones, las conversaciones van a girar en torno al motivo de consulta. La sorpresa llega cuando el analista le comenta que tiene que hablar de todo lo que se le ocurra, es decir, describir lo que vaya surgiendo de forma espontánea, sin importar si tiene o no sentido o una secuencia lógica. El paciente, sorprendido, puede exclamar: “¡Pero si yo ya había preparado el tema que quería hablar con usted! ¿Para qué quiere que le diga lo que se me ocurre? ¿No estamos perdiendo el tiempo?”.
Sigmund Freud, Melanie Klein y Wilfred Bion, entre otros psicoanalistas, piensan que vivimos en dos mundos de manera simultánea. Uno de ellos es el mundo fáctico de la realidad externa, que tiene que ver con lo anecdótico y lo que nos pasa en el día a día, y el otro es nuestro propio mundo. Este es el mundo interno, con personajes con quienes tenemos un diálogo permanente y donde se albergan fantasías, emociones, miedos, deseos, motivaciones e intenciones inconscientes, conflictos que desconocemos y que tienen un impacto importante en nuestra forma de ser y de actuar.
El psicoanalista, en la sesión, ayudará al paciente a descubrir ese mundo interno para que conozca aquello que desconoce de sí mismo y que influye en su vida sin saberlo. La asociación libre, los lapsus, los sueños, las equivocaciones y las actuaciones ayudan a conocer ese mundo interno. En este encuentro íntimo, el analista puede darle un sentido y significado a las experiencias emocionales que no puede comprender. Es en el vínculo transferencial entre paciente y analista donde se despliega todo ese mundo interno, rico en significados. El trabajo del analista no se reduce a hacer consciente lo inconsciente, sino que le describe al paciente el mundo interno en el que habita, así como las emociones que predominan en su mente, y lo ayuda a construir un aparato para pensar que le permita procesar y elaborar sus vivencias emocionales. Al mismo tiempo, el analista mantiene una escucha cálida y empática para que el paciente hable de todo lo que se le ocurra sin sentirse juzgado ni atacado.
Jaime consulta porque no dura en los trabajos. Su problema principal, indica, son los jefes que le han tocado. Jaime piensa que tiene mala suerte porque todos se parecen en cuanto a su forma de ser: son arrogantes y prepotentes, lo menosprecian y no valoran su trabajo. En sus relaciones personales parece que también tiene problemas: sus encuentros terminan en discusiones sobre quién tiene la razón, quién está bien o mal. Todo esto le parece agotador. En las sesiones, Jaime no está de acuerdo en hablar de forma espontánea, más bien trae preparado los temas que quiere abordar. Uno de ellos es hablar sobre los jefes y las eternas discusiones que tiene con los amigos. A él le gustaría que su terapeuta le confirme si tiene razón o no en molestarse con estas personas. Considera al analista y al método psicoanalítico muy rígido, pues tiene que venir determinados días a la semana, en un horario fijo, y si llega tarde a la “junta” (se refiere a la sesión), pide que le repongan los minutos que llegó tarde. No le gusta acostarse en el diván, prefiere sentarse frente al analista y observar su cara durante la sesión. Tiene un sueño recurrente que le produce mucha angustia: “Vive en un planeta que es gobernado por unos hombres-robots muy poderosos, son malos, les quieren quitar el cerebro. Él se la pasa huyendo para que no lo atrapen y, justo cuando lo van a atrapar, se despierta muy angustiado”. Al despertarse, siente alivio de que solo es un sueño.
Estudiar las teorías psicoanalíticas nos ayudará a comprender desde distintas miradas lo que le pasa a Jaime, la forma en que mira el mundo, cómo se relaciona con los demás, su carácter y personalidad, sus motivaciones y los sueños que trae a la sesión, a la vez que nos permitirá aprender la técnica adecuada para trabajar con él.
El encuadre, la atmósfera de la sesión, la asociación libre, la atención flotante, la sexualidad infantil, los lapsus, las actuaciones, los sueños y la transferencia son algunos de los temas que se abordarán en este curso. Durante diez sesiones, hablaremos de teorías, pero también de casos clínicos y de la manera en la que se trabaja, hoy en día, en la clínica psicoanalítica.
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