¿Cómo instaurar nuestro dispositivo analítico frente al coronavirus? Algunas reflexiones

Por Margot Shrem

En cuestión de horas, hemos tenido que lidiar con una crisis mundial sin precedentes: el coronavirus, que se instaló tal cual rey con su gran corona y que se ha encargado de administrar y dirigir nuestras vidas. El día a día y el minuto a minuto transcurren bajo la mirada de ese gran monarca, quien, lejos de cuidar, irradia malignidad. En el colectivo se asientan la desconfianza, la confusión, la fantasía de huida, la búsqueda de un mesías que nos guíe y nos facilite el referente perdido, las ansiedades paranoides encuentran su máximo asidero, la angustia catastrófica nos atraviesa e invade.

¿Qué hacer frente a ese ser tan diminuto y grande al mismo tiempo, que ha atacado nuestras vidas, pensamientos, conversaciones, además de nuestros sueños y los de nuestros pacientes? ¿Qué hacer cuando nuestra cotidianidad y la de quien nos consulta son alteradas por ese ser que irrumpe nuestra realidad interna y externa? ¿Qué hacer cuando todos somos sujetos de esa misma “realidad” y cuando, como seres humanos y no únicamente como pantallas en blanco, estamos afectados por esta pandemia que a todos permea? ¿Cómo protegernos? ¿Cómo preservar nuestra función? ¿Cómo desmantelar el análisis tradicional en cuestión de horas para continuar ayudando y enlazando?

El escenario vivido nos lleva a no ser meros consultores desde afuera; ahora afuera es adentro y nosotros somos parte de ese mismo mundo adolorido y confuso… Nuestros esquemas de análisis y formación también están tocados. Como analistas, nos vemos obligados a reorganizar nuestra mirada a cada segundo, inmersos, como nuestros pacientes, en el mismo torbellino de incertidumbres. Nos encontramos frente a un Psicoanálisis vivo que se adapta a las necesidades y al sufrimiento de nuestros pacientes, dondequiera que estén y de la mejor manera posible, respetando nuestro marco interno.

A causa de los efectos que produce, el coronavirus nos hace inclinarnos hacia los sentimientos de vulnerabilidad, ansiedad, incertidumbre y el miedo generalizado. La situación adquiere las características de una circunstancia traumática, que afecta inevitablemente a nuestra praxis y a nuestras herramientas de trabajo para acceder a las formaciones del inconsciente, de manera que la atención flotante, abstención, neutralidad, transferencia, contratransferencia, y demás instrumentos que utilizamos, se encuentran ineludiblemente atravesados por el impacto de esta realidad externa. Sostener el proceso analítico requiere de imperiosos cambios en el contrato inicial, encuadre, frecuencia de sesiones, horarios, pagos, porque todo, inevitablemente, tiene que adecuarse al contexto vigente.

Como analistas, nos corresponde adentrarnos con nuestro aparato de pensar a crear espacios frente a esta realidad que nos toca, la cual se impone y pide afanosamente diseñar nuevos gradientes y no continuar “sumándonos” a los modelos elaborados, en una eventualidad y en un entorno diferentes al que en estos momentos estamos obligados a vivir.

El escenario, por lo pronto, cambió. Cabe interrogarnos acerca de cómo proseguir vinculándonos y haciendo mano de la pulsión de vida, para continuar enlazados frente a ese enemigo portador de males irreductibles e irreconciliables, que amenazan con destruir nuestra integridad.

Tenemos una tarea por delante que nos convoca a hacer uso de nuestro aparato psíquico, para poder moldear situaciones tan amenazantes como las que estamos atravesando, y para ello, es nuestra responsabilidad ampliar nuestro campo clínico, ser flexibles y proseguir con nuestra profesión, empleando las herramientas electrónicas que están a nuestra disposición, como Skype, FaceTime, WhatsApp o el teléfono, así como buscar redes que nos vinculen y nos enlacen con la vida.

Nuevos retos nos llaman a crear espacios cibernéticos mentales, para ayudar a nuestros pacientes a navegar y transitar con la fragilidad y vulnerabilidad, que estos tiempos de tanta incertidumbre les despiertan, permitiéndonos con ello explorar las fantasías que operan en su disco mental particular.

Quizás valga la pena resaltar las palabras de Ibn Sina (980-1037), médico y filósofo persa, padre de la Medicina moderna, cuando escribió “La imaginación es la mitad de la enfermedad; la tranquilidad es la mitad del remedio; y la paciencia es el comienzo de la cura”.

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