Fantasías agresivas en los cuentos de hadas. Una forma de manejar nuestra hostilidad desde pequeños
Por Denise Block
¿Te has preguntado por qué en la mayor parte de los cuentos de hadas aparecen villanos, madrastras malvadas, brujas, lobos y gigantes que comen niños?
Lo anterior se debe a que este tipo de literatura, además de ser una excelente herramienta de aprendizaje y de gran utilidad a la hora de dormir, es un medio a través del cual los niños pueden liberar sentimientos difíciles de procesar y fantasías hostiles, como el enojo, los celos, la envidia y la rivalidad.
Sin embargo, ¿de dónde vienen estas fantasías?
Freud relacionó las de los adultos con el juego en los niños, la poesía y los cuentos de hadas. Consideraba que, tanto el juego como la fantasía se generan a partir de deseos insatisfechos, sobre todo aquellos relacionados con el erotismo, la agresión y el egoísmo, en otras palabras, anhelos que tienen que ser reprimidos, ya que no sería aceptable expresarlos en la vida real. Esto quiere decir que, de alguna manera, todos creamos cuentos e historias en nuestra mente motivados por la sexualidad infantil: el Edipo, la rivalidad fraterna, la ambición de crecer rápidamente y de ser independiente. A Freud le llamó la atención que algunos de sus pacientes asociaban con cuentos de hadas de su infancia uno o varios de los sueños que le compartían.
Melanie Klein descubrió que estas fantasías aparecen en la mente de los niños desde el primer año de vida, y tienen un carácter extremadamente sádico. Hasta este punto, puede ser que lo que expongo parece algo abstracto, pero no lo es tanto cuando pensamos en la manera en que se expresan tales fantasías en la vida cotidiana, por ejemplo, como sucede cuando un niño de cinco años, que ya controla esfínteres, se hace popó en los calzones precisamente el día en que mamá y papá salieron a cenar solos, o una niña de once años que se siente sumamente angustiada de que sus padres se vayan de viaje sin ella, pues teme que se caiga el avión.
En ambos casos, son tan intensas las emociones que provoca el ser excluidos de la pareja de papá y mamá, que la mente de esos niños genera una fantasía hostil; el primero los ataca ensuciando su ropa y la segunda piensa que “algo malo podría pasarles”.
Esto no se presenta únicamente en los niños pequeños; también lo podemos encontrar en los adultos, por ejemplo, como en el caso de una mujer que se sentía muy angustiada cada vez que su marido salía solo con sus amigos. Cuando éste tardaba de más en llegar a casa, ella pensaba que lo habían asaltado de regreso. Nuevamente, podemos pensar que los celos son tales, que la mente genera una fantasía hostil en la que el marido es robado y abatido a golpes.
Volviendo a los cuentos de hadas, resulta interesante la manera en que el escritor logra hacernos entrar en contacto con emociones muy profundas presentes en el alma humana, sin la amenaza que implicaría identificarlas en nosotros mismos. Recordemos por un momento la competencia entre las hermanas de Cenicienta, o a Blancanieves, cuya madrastra la manda matar porque no toleró que la joven fuera más bella que ella, o bien, la ingenuidad y el deseo de seducir de Caperucita Roja, a los padres de Hanzel y Gretel que abandonan a sus hijos en el bosque, etcétera.
Bettleheim piensa que los cuentos de hadas ponen al niño en contacto con su mundo interno por medio de situaciones particulares, principalmente en las que se expresan las emociones humanas como la angustia, el amor mezclado con el odio, el dolor, el miedo al abandono, la vejez y la muerte. Asimismo, dichas historias hacen referencia a las dificultades que se presentan en la vida real y la lucha que implica resolverlas. Además, considera que, al tener un lenguaje simbólico, el niño puede identificarse con distintos personajes, las situaciones y con las conflictivas por las que atraviesan los protagonistas de los relatos.
Es importante comprender que los infantes aman a sus padres cuando éstos los cuidan y los proveen de amor y cariño, pero también los odian cuando no están presentes o los limitan, o bien, cuando dedican su atención y cuidado a otras personas. Por estas razones, en la psique del niño, por momentos, mamá puede ser una princesa con la que se quiere casar, pero en otros, es una bruja malvada que lo regaña y le impone límites. Para los pequeños no es nada fácil sentir odio hacia la persona que lo cuida y de quien depende completamente. Amar y odiar al mismo tiempo es una tarea compleja para chicos y grandes. La estructura y personajes de los cuentos de hadas permiten que los niños depositen en una persona ajena y lejana lo que le ocurre dentro de ellos.
Bettleheim comenta que, cuando estos cuentos son contados por los padres, el niño siente que sus emociones hostiles pueden ser nombradas y aceptadas por ellos. Aclara que, gracias a que las historias infantiles suelen tener un final feliz, disminuye la angustia en los niños.
Es importante comprender que estos deseos y fantasías están presentes en la mente de todo ser humano, aunque, por lo general, no los compartimos con los demás, porque nos genera vergüenza comentar al respecto. Inclusive, a muchos de los pacientes que acuden a psicoterapia les toma un tiempo tener la confianza para hablar abiertamente sobre sus deseos y fantasías con su terapeuta. Por ello es que la poesía para los adultos y los cuentos de hadas para los niños son medios por los que podemos gozar de la liberación de ciertas fantasías, sin remordimiento ni la ansiedad que implicaría entrar en contacto con una propia.
Referencias
Bettleheim, B. (1975). Psicoanálisis de los cuentos de hadas. México: Crítica.
Freud, S. (1908). El creador literario y el fantaseo. En: Obras completas. Buenos Aires. Amorrortu.
Freud, S. (1913). Sueños con temas de cuentos infantiles. En: Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu.
Klein, M. (1928). Estadíos tempranos del complejo edípico. En: Amor Culpa y Reparación. México: Editorial Porrúa.