¿Qué es una buena interpretación en psicoterapia y psicoanálisis?

Por Elena Ortiz y Muriel Wolowelski

 

Si se contrasta interpretar con callar, Racker tiene razón y nos pronunciamos a favor de interpretar; pero si la alternativa es entre hablar y escuchar, entonces, es distinto, porque siempre que uno interpreta habla, pero no siempre que uno habla interpreta (Etchegoyen, 1986).

 

El método psicoanalítico está dirigido a la comprensión de la realidad psíquica y de la vida mental que se hace presente en el vínculo paciente-analista, relación con características particulares.

El paciente consulta, por lo general, debido a las dificultades que lo aquejan en su vida cotidiana, se acerca al tratamiento en busca de alivio, consuelo, compañía e incluso comprensión. No imagina, en un inicio, la experiencia que está a punto de emprender ni conoce el territorio que está por explorar; lo acompaña siempre una expectativa personal en la que puede concebir el tratamiento, consciente o inconscientemente, como un espacio para hablar y descargar o como un confesionario, de manera que un niño puede imaginar que asiste con “la maestra”, mientras que un adolescente posiblemente lo vive como un castigo. Hay infinitas posibilidades, tantas como espacios mentales.

Por su parte, el terapeuta desempeña una labor muy específica, ingresa en la relación con incógnitas de otro tipo, desde las que incumben a la psicopatología, hasta los enigmas de las personalidad que se pondrán en juego. El trabajo que llevará a cabo se apoya en un instrumental específico y no muy extenso: análisis de la transferencia, cuidado del encuadre, observación de la contratransferencia y, finalmente, la interpretación. Del mismo modo que el viajero utiliza su brújula para orientarse, el analista no sabe situarse sin estas condiciones que son las que distinguen al psicoanálisis de otros métodos de psicoterapia.

La interpretación es el principal recurso que tiene el profesional para analizar las fantasías inconscientes que pueblan el mundo mental. Otras herramientas le acompañan en su camino: el señalamiento, la pregunta, la confrontación, etcétera, y todas navegan en un nivel consciente; pero la parte más trabajosa del encuentro se realiza con la luz de la interpretación y en aguas profundas.

La senda recorrida desde el psicoanálisis clásico, encabezado por Freud con su motivación inicial de hacer consciente lo inconsciente, hasta el análisis contemporáneo, se encuentra plagada de numerosas versiones sobre el manejo de la interpretación en la sesión.

El psicoanalista puede realizar interpretaciones de contenido o de forma, que contrastan (o no) con las construcciones, históricas, actuales, complejas, en la transferencia o fuera de ella, centradas en el paciente o en el analista. La lista es interminable si incluimos los contenidos que se pueden interpretar: sueños, objetos parciales, relaciones internas, el carácter, fantasías, ansiedades y más. El número se multiplica si se añaden los efectos que producen: insight, cambios estructurales, rechazo, desaliento, comprensión.

Uno de los retos más significativos en la labor analítica es la habilidad del terapeuta para armar y decir interpretaciones. Muchos hablan de “capacidad”, otros se inclinan a pensar que es un arte, una labor creativa e intuitiva que hace resonar al paciente. Cada vez más, los analistas se convencen del lugar que ocupa la interpretación en la relación con el analizando como una comunicación que fortalece el vínculo y facilita una nueva experiencia.

Un ejemplo de ello reside en la idea de interpretaciones complejas que los doctores Celia y Norberto Bleichmar han desarrollado. Ellos encuentran que los sueños, los conflictos o incluso momentos transferencias tienen muchas versiones que pueden ser simultáneas y complementarias. Invitan a explorar la mayor cantidad posible de puntos de vista para comprender los fenómenos. Quizás una persona estudia la carrera de psicología motivada por sus deseos de aprender, de desarrollarse, de conocer sobre un tema o especializarse. Aunque también puede estar identificada con un padre médico que ayuda a otras personas. Al mismo tiempo, es probable que existan motivos no tan saludables como calmar sentimientos de comparación, ansiedad o rivalidad, narcisismo o reconocimiento.

Las interpretaciones se han ido transformado en una suerte de sumatoria que va enriqueciendo la labor analítica, desde Freud, quien consideró esencial atender los conflictos de la sexualidad infantil reprimidos, Klein interpretando las ansiedades más urgentes, Bion atento a derrocar la mentira accediendo al descubrimiento de la verdad por medio del acto interpretativo, Meltzer que piensa que la interpretación le corrobora al paciente el interés que el analista tiene en él y destaca el cuidado en la construcción de la interpretación, la emoción y musicalidad que transmite, cómo se formula, apunta a sorprender y despertar interés; hasta Liberman, quien utiliza los estilos interpretativos, a veces un poco olvidados, pero sumamente útiles en la clínica. La lista es interminable.

El ejercicio de interpretar es parte de una estrategia global. El analista no le interpreta lo mismo al paciente que inicia que a aquel que ya comprende mejor el método. En un principio, la exégesis puede ir encaminada precisamente a crear el espacio de trabajo y aclarar el sentido de la relación analítica. Las interpretaciones, paulatinamente, se adentran en el carácter, las fantasías inconscientes, y representan la forma fundamental de comunicación analítica.

Hay muchos psicoanalistas que opinan que el contenido de la interpretación es tan importante como la forma en la que esta se transmite. Por ejemplo, Meltzer opina que ésta es principalmente una descripción al paciente de su mundo interno, la cual debe realizarse con la mayor claridad, simplicidad y sensibilidad posible. “Acordar descripciones” con el paciente es el oficio, es decir, brindarle reseñas ricas donde el paciente se pueda reconocer a sí mismo desde una nueva óptica.

El lugar del analista conlleva sus complicaciones, porque el trabajo interpretativo lo coloca en un estatuto aparentemente superior, donde el conocimiento está supuestamente cifrado o encriptado para uno y es el otro quien tiene acceso. A Meltzer le preocupa esto, porque si bien el profesional cuenta con el entrenamiento, el método y la mirada psicoanalítica, está en un ejercicio básicamente de exploración, no de un saber a priori. Recomendaciones como no sostener una actitud superyóica o pedagógica en la interpretación tienen que ver con la preocupación meltzeriana por construir un ejercicio modesto en el trabajo con el paciente.

Todos estos tópicos en torno a la interpretación, en conjunto con el relato de diversos ejemplos tomados de la experiencia clínica, serán comentados en el Encuentro científico que tendrá lugar en el plantel norte el sábado 29 de febrero.

Informes e inscripciones en: https://centroeleia.edu.mx/que-es-una-buena-interpretacion-en-psicoterapia-y-psicoanalisis

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