Defensas ante la separación: la mente evadiendo lo doloroso

Gabriela Cardós

Nadezda Berjón

Desde su nacimiento, el ser humano es buscador de vínculos, de lazos afectivos que le provean seguridad, alimento, contención emocional, capacidad de regularse y satisfacción pulsional. El proceso de crecimiento, tanto físico como psíquico, implica soltar poco a poco las relaciones concretas para dar paso a su internalización. De la madre que está pegada al bebé, ya que su ausencia lo angustia, a aquella que puede estar ocupada en otra habitación y calmarlo sólo con su voz, hasta la posibilidad de que el niño asista al colegio y posteriormente, años después, se convierta en un adulto independiente.

Este proceso lleva su tiempo, pero también mucho trabajo interior, debido a que el otro provee un medio de satisfacción inmediato o más rápido con el que se está familiarizado. Es decir, si una niña se siente ofendida, pues la maestra la regañó, sabe que la madre la calmará llegando a casa. Aguantar el enojo sin acudir a ese otro, pensar lo vivido y asimilarlo es doloroso y en muchas ocasiones la persona se resiste a llevar a cabo tal paso. Pensemos en las situaciones en las que la ausencia produce un monto de angustia importante, que lleva al sujeto a buscar un sustituto de modo desesperado o incluso caer en estados depresivos.

Dificultades para separarse: sustitución para negar la pérdida

La separación que no es asimilada causa ansiedad y puede hacerse uso de diversos medios para evadirla. Por ejemplo, el apego a objetos que son idealizados (a modo de amuletos mágicos: “La colección de muñecas de porcelana necesita más espacio en la casa, es lo más importante que poseo”) u odiados (como si dejaran atrapada a la persona: “No puedo dejar este negocio, aunque esté en bancarrota, porque tengo muchos documentos que organizar”). Esto es frecuente en la acumulación de objetos a los que no se renuncia porque la ansiedad puede regresar. En la medida en que no se despega de cosas, mascotas o lugares, la persona no se entera de que sufre las separaciones. También surgen adicciones, ocurren accidentes y se llevan a cabo actos que producen un dolor más intenso que sirve para ocultar el de la separación (Brennan, 2006).

Por ejemplo: una mujer pierde a su esposo en un accidente. Desde entonces, nadie en casa puede desechar objetos, incluida basura orgánica e inorgánica.  Todo lo que entra a casa debe permanecer en ella, como cajas de pizza o publicidad. Al no separarse de las cosas, la mujer no asume que el esposo está muerto y no va a regresar a ese hogar.

Algunas defensas presentes en la depresión ante una separación

De acuerdo con Sánchez-Armass (2016), la depresión surge porque no se controla al objeto tan deseado y que quisiera llevarse dentro. La dificultad para aceptar que mamá no es uno mismo, que es buena y posee aquello que calma y nutre pero está separada como individuo, llena de agresión y enojo al sujeto. A continuación, la posibilidad de tomar del otro se dificulta y en el depresivo surgen los siguientes problemas:

  • Rechazo a la separación: ¿por qué no somos uno mismo ya que mamá o el otro posee todo lo bueno?

La persona quiere la disponibilidad total del otro, que satisfaga todas sus demandas y le comparta sus cualidades. Es una de las quejas del individuo con depresión, el que los demás no están o no se interesan en él.

  • Voracidad: ¿por qué no me das todo lo que tienes, por qué te lo quedas?

El depresivo supone que uno tendría que darle todo el tiempo, toda la atención, toda la escucha y nunca se sacia, incluso acaba más molesto que satisfecho. Cree que la gente se guarda algo rico y no quiere darlo.

  • Envidia: ¿por qué tienes algo bueno que yo no tengo?

Este sentimiento envidioso surge desde la infancia por la desventaja que tiene el bebé respecto a la madre. La madre lo nutre, lo cuida, es una mujer independiente y en cambio su pequeño no puede alimentar a mamá y comportarse como adulto con ella. Aceptar la diferencia generacional causa mucho malestar a ciertas personas y pueden deprimirse ante esta desigualdad. Por ejemplo, empleados con jefes, alumnos con profesores e hijos con padres.

  • Celos: ¿si tienes tanto de bueno, por qué no me lo das sólo a mí y a nadie más?

Aquí entran conflictos respecto a otros, ya sean hermanos o amigos y similares. Por ejemplo, por qué el novio tiene amigos y disfruta el tiempo con ellos o por qué mamá tuvo otro bebé si ya me tenía a mí que soy tan especial. Entonces surgen reacciones depresivas ante este compartir al otro.

En tanto la madre es valorada por su cualidad protectora y nutricia, queda el anhelo de ser todo para ella, ser bueno y bello de tal manera que se fascine por uno, anulando la necesidad de estar con otros. Cuando no sucede así y no se desea renunciar a este anhelo y tolerar que mamá y los otros son seres aparte de uno, surge frustración, soledad, depresión e insatisfacción (Sánchez Armass, 2016).

Por ejemplo: en la película Her, de Spike Jonze, el protagonista, un hombre solitario dedicado a escribir tarjetas tipo Hallmark, compra una aplicación. En ésta se genera una especie de pareja perfecta vía una voz femenina que identifica los gustos, deseos y necesidades del hombre. Así, la voz está conectada con lo que él espera de una pareja: lo halaga, le dice que es el mejor, el más especial. Está encantado. Ella satisface cada una de sus necesidades, no hay espacio para la frustración, siempre está disponible, no la comparte con nadie. Hasta que llega la decepción al descubrir que, como aplicación, está accesible para todo aquel que pague. Entonces se deprime.

Bibliografía

Brenman, E. (2006). Recovery of the lost good object. Londres: Routledge.

Sánchez Armass, B. (2016). El dolor narcisista y las pérdidas de objeto: Su impacto en el desarrollo mental. En Conflictos, pérdidas y angustias depresivas en los vínculos intersubjetivos. México: Instituto Universitario Eleia.

Ellison, M., Jonze, S., Landay, V. (productores) y Jonze, S. (director). 2013. Her [cinta cinematográfica]. EU.: Annapurna Pictures.

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