Kafka, el héroe solitario y la autoridad paterna
Natalia Equihua
Cuando pensamos en Franz Kafka, lo primero que viene a la mente es su celebrada obra La metamorfosis. Ya sea que la hayamos leído como parte del temario escolar o por mera curiosidad, la fama de esta canónica novela escrita en 1912 se debe a su ordinario protagonista, el oficinista y hombre de familia Gregorio Samsa, y la terrorífica transformación que sufre una mañana al despertar convertido en un insecto gigante. Miedo y repulsión son algunas de las emociones por las que pasamos a lo largo de la lectura; sin embargo, más allá de las interpretaciones a las que podamos llegar a partir de esta obra —la exclusión social, la confrontación con un ser monstruoso— debemos entenderla como una invitación al mundo kafkiano, en donde el protagonista es siempre un héroe solitario y, como veremos en los siguientes párrafos, su cruzada es el enfrentamiento contra una autoridad que guarda una estrecha relación con la figura paterna.
Un padre conflictivo y una identidad fragmentada
Si hay algo que caracteriza a Franz Kafka, es la enorme infelicidad que experimentó a lo largo de su vida. Esta angustia se debió a dos situaciones: primero, tuvo que ver la falta de un verdadero sentido de pertenencia debido a la situación sociocultural y política en la que creció; segundo, influyó en gran medida la tumultuosa relación que tuvo con su padre, el ambicioso empresario Hermann. Kafka nació en Praga en 1883, en una época en la que Europa se encontraba inmersa en la lucha geopolítica que eventualmente llevaría al trazo de nuevas fronteras territoriales en todo el continente. Su ciudad, la ahora capital de la República Checa, en ese entonces pertenecía al imperio austrohúngaro y en ella convergían diversos grupos sociales que terminaron por crear una identidad fragmentada en Kafka. Por un lado, el autor nació en el seno de una familia judía, grupo que ya de por sí solía ser excluido del resto de la sociedad; al mismo tiempo, creció con una fuerte identificación con la cultura y el idioma alemán, pero ya en la edad adulta también se interesó bastante por la política anarquista de los activistas checos que buscaban liberarse del imperio austrohúngaro. Lejos de sentirse parte de los diferentes grupos culturales, esta triple identidad lo hizo sentir aislado, incomprendido y excluido.
A ello se le sumaron las exigencias en casa, donde su padre ejercía una autoridad desmedida y abusiva hacia sus hijos y esposa. Tal fue el dominio de su padre que, en 1919, Kafka escribió Carta al padre, una misiva en la que expresó, sin miedo a la censura, las situaciones que vivió bajo la autoridad de Hermann, las cuales no sólo generaron mucha de la desesperanza de su día a día, sino que inspiraron las aventuras de los personajes en sus cuentos, novelas y relatos cortos. La carta inicia así:
Queridísimo padre:
Hace poco me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como es costumbre, no supe darte una respuesta, en parte precisamente por el miedo que te tengo, en parte porque para explicar los motivos de ese miedo necesito mencionar muchos pormenores que no puedo tener medianamente presentes cuando hablo (2014, p. 2).
A este fuerte inicio le siguen 30 páginas más, en donde el autor refiere cómo su padre ejerció una crianza sumamente estricta, que particularmente se enfocó en el pequeño Franz, el mayor de los hijos y único varón. Entre las situaciones que relata, está, por ejemplo, la ambivalente actitud de su padre ante la desobediencia: aun cuando Hermann solía evocar los actos de rebeldía que lo llevaron a ser un empresario exitoso, desalentaba completamente cualquier intento de sus hijos por romper las reglas, por dejar atrás, por ejemplo, su judaísmo. También menciona la desaprobación contundente de su padre ante la carrera literaria que Kafka intentaba establecer, así como la imposibilidad de separarse de su padre, pues con ello arriesgaba perder el cariño de su madre y sus hermanas. Fue así como, a pesar de lo mucho que el autor resintió a su padre, vivió con él hasta los 31 años.
Hermann murió sin haber puesto sus ojos en esta carta que, como algunos críticos literarios mencionan, se volvió una suerte de “juicio” tanto de las actitudes del padre como de la vida del escritor (Kimmage, 2013). Aun así, el escrito se publicó en 1952, casi veinte años después de la muerte de Kafka y, como veremos a continuación, ese análisis profundo de la relación con su padre revela cómo el poder, la autoridad, el deseo de liberación y la imposibilidad de alcanzarla fueron las grandes obsesiones del autor y la gran problemática a la que se enfrentaron los héroes que creó.
El héroe solitario y las tres caras de la autoridad
En Carta al padre, Kafka da cuenta de cómo el trato que recibió de su padre condicionó su forma de comprender su entorno. En específico, describe cómo su mundo quedó dividido en tres partes o, visto de otro modo, tres formas de entender su relación con la autoridad:
… una en la que yo, el esclavo, vivía bajo unas leyes que sólo habían sido inventadas para mí y que además, sin saber por qué, nunca podía cumplir del todo; después, otro mundo que estaba a infinita distancia del mío, un mundo en el que vivías tú [el padre], ocupado en gobernar, en impartir órdenes y en irritarte por su incumplimiento, y finalmente un tercer mundo en el que el resto de la gente vivía feliz, sin recibir órdenes ni tener que obedecer (2014, p. 7).
Esta descripción es un mapa no sólo de la vida de Kafka, si no de los conflictos por los que una y otra vez pasarán sus héroes. De acuerdo con lo anterior, para el autor existe un lugar de completo sometimiento, que es en el que se sitúa el héroe kafkiano; otro, en donde habita ese poder dominante que crea e impone reglas, pero al cual el héroe no puede acceder; y, por último, un lugar sin autoridad, que es, más que nada, una utopía: la felicidad existe ahí, pero es poco probable que el héroe llegue a alcanzarla.
En principio, el héroe kafkiano se define por su enfrentamiento con la autoridad que ejerce la figura paterna. Tomemos el caso de Gregorio Samsa en La metamorfosis: su característica principal es que, al despertar transformado en un insecto, se vuelve un héroe solitario. Junto con el lector, Gregorio busca comprender qué le ha sucedido e intenta comunicarse con los otros habitantes de la casa: su padre, su madre y su hermana. La imposibilidad de hablar (ya no posee un lenguaje entendible), su apariencia (repugnante para su familia) y la frustración resultante (se vuelve una criatura indeseable), terminan por aislarlo. El momento crucial llega cuando su padre empieza a cuestionar no lo que le sucedió a su hijo, sino cómo deshacerse de lo que ahora se ha convertido en un problema. Aquí, la principal vicisitud de nuestro héroe es que no puede luchar ni hacer valer su existencia y opinión ante un patriarca que ama al hijo productivo y trabajador que Gregorio era, pero que detesta la criatura improductiva y la carga en la que se ha convertido. En suma, Gregorio se enfrenta a un padre que lo rechaza por existir fuera de las normas (y la normalidad) del hogar paterno y de la sociedad.
En obras posteriores, Kafka no describió la autoridad paterna en relación con el padre, sino que usó la alegoría del poder gubernamental, las normas sociales y la imposición de la ley. Tal es el caso de El Castillo (1926), en donde K., un topógrafo, llega a un pueblo gobernado por un grupo de elusivos oficiales recluidos en el castillo aledaño, quienes aparentemente solicitaron su presencia para un trabajo. Al llegar, K. se enfrenta al rechazo de los oficiales, quienes lo desconocen y dudan que su presencia haya sido requerida. A partir de esto, seguimos a K. en sus intentos fallidos por establecer contacto con la autoridad y así aclarar su situación. Aquí observamos cómo el protagonista es el único que se da cuenta de lo disfuncional y desorganizado que es el sistema de gobierno, mientras que los habitantes están convencidos que la autoridad funciona de maravilla y, en consecuencia, jamás la cuestionan. La frustración se es evidente para nuestro héroe, quien, a pesar de ver que el sistema es frágil y absurdo, no tiene el poder de cambiarlo. Al igual que El proceso (1925), obra en la que el protagonista se ve envuelto en un complejo juicio sin saber de qué se le acusa, El castillo quedó inconclusa y se publicó póstumamente. Por lo tanto, en cierta forma, los héroes de estas dos obras quedan atrapados en su enfrentamiento con el poder, sin la posibilidad de alcanzar esa utopía que Kafka había imaginado en vida.
Entre las obras que Kafka publicó estando vivo, En la colonia penitenciaria es quizá una de las pocas que presentan a un héroe que no sufre los efectos de la autoridad. En la historia, el protagonista es el Explorador, quien llega a la colonia penitenciaria, ubicada en una isla, para conocer más sobre la máquina de tortura que utilizan para juzgar y castigar a los condenados. Con gran humor, Kafka convierte el proceso de justicia en, literalmente, una máquina operada por el Oficial, la cual automáticamente declara al Condenado culpable. En este caso, Kafka nos adentra al funcionamiento de la autoridad que, lejos de ser humana y empática, se ejerce de manera automática y mecánica. Al igual que K., el Explorador se vuelve testigo de la disfuncionalidad de la máquina y el sistema que la maneja; pero, a diferencia de los otros personajes kafkianos, su esencia de viajero e investigador le da la opción de escapar, de abandonar la isla y desconectarse completamente de ese sistema de justicia. Este relato nos hace preguntarnos: en el imaginario kafkiano, ¿qué necesita hacer el héroe para escapar de la autoridad?
Para Kafka, la autoridad que su padre ejerció sobre él fue más que sólo una relación familiar, fue una dinámica que permeó su día a día, sus relaciones sociales, su psique y, evidentemente, su trabajo creativo. La mayor aportación de su trabajo literario es obligarnos a pensar en qué formas se manifiesta la figura paterna en cada aspecto de nuestras vidas. Para Kafka, la relación con su padre fue una prisión psicológica sin una aparente escapatoria; con todo y eso, por medio de su narrativa, cuestionó fuertemente la estructura del poder y la autoridad, así como el proceso fallido de la justicia, e imaginó héroes que, aunque desesperanzados, reconocieron las imperfecciones de esa autoridad paterna y la posibilidad de desmantelarla, si tan sólo logramos entender cómo se forma y por qué funciona de la manera que lo hace.
Referencias
Kimmage, M. (2013). Fathers and Writers: Kafka’s “Letter to His Father” and Philip Roth’s Non-Fiction. Philip Roth Studies 9(1), pp. 27-40.
Kafka, F. (2014). Carta al padre y otros escritos. Trad. Carmen Gauger. México: Alianza editorial.