Entrevista con la Dra. Celia Leiberman, co-fundadora del Centro Eleia
En esta entrevista, platicamos con la Dra. Celia Leiberman de Bleichmar para conocer más a fondo su formación profesional, las situaciones que motivaron su enfoque en el estudio psicoanalítico y los orígenes y fundamentos del Centro Eleia.
¿Cómo fue su formación como psicoanalista?
Cuando terminé la carrera de Medicina entré a una residencia en psiquiatría en el Policlínico de Lanús, en Argentina, que duró tres años. Consultaban un gran número de pacientes con patologías de distinta gravedad y diferentes edades: niños, adolescentes y adultos. El servicio de psiquiatría tenía dos salas de internación para psicosis aguda, así que también aprendimos sobre enfermos mentales graves. Todos los días, de 8 am a 1 pm, asistíamos a clases, hacíamos análisis de historiales y teníamos discusiones clínicas. Dos veces por semana, de 2 pm a 8 pm, atendíamos pacientes en consulta externa. Allí aprendí a hacer diagnósticos diferenciales, escribir historias clínicas y dar terapias breves de todo tipo (apoyo, discriminación, señalamiento, uso de medicación psiquiátrica, psicoterapia de tiempo definido, psicoterapia psicoanalítica). Fue una actividad intensiva que demandó mucho esfuerzo intelectual y emocional y que he valorado a lo largo de todo mi desarrollo profesional. Éramos doce residentes que, como podrás imaginar, vivíamos entre estados de ansiedad, pánico y entusiasmo durante la residencia.
Cuando ya nos sentíamos más tranquilos en la consulta externa, seguimos con un año de observar y atender a pacientes psicóticos agudos internados durante guardias de emergencia. En esa época, comencé un tratamiento psicoanalítico con el Dr. Isidoro Berenstein, que duró siete años e inicié mi primera supervisión psicoanalítica con la Dra. Elizabeth Tabak de Bianchedi.
Es un poco difícil transmitir el clima de compromiso por aprender primero psiquiatría y luego psicoanálisis que compartíamos en el grupo de residentes. Sin embargo, puedo decirte que hicimos grupos de estudio privados con los psicoanalistas más reconocidos en este ámbito; también estudiamos epistemología, lingüística y teoría lacaniana juntos. En fin, no nos dábamos tregua ni un minuto. Al mismo tiempo, abrimos consultorios privados para atender a nuestros primeros pacientes. Al final de este trayecto, nos recibimos como Médicos Psiquiatras.
¿Con esa formación, podía atender pacientes en psicoanálisis?
No. Atendíamos pacientes neuróticos con psicoterapia psicoanalítica, igual que otros más graves con tratamiento psiquiátrico. Fui adquiriendo una base sólida para entender la psicopatología y la experiencia ética y profesional para atender pacientes en psicoterapia psicoanalítica y, a la vez, tratar de cometer los menores errores posibles.
Después, comencé mi formación psicoanalítica cursando seminarios en la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. Para ello, era obligatorio empezar un nuevo tratamiento con un analista llamado “didacta” que tenía la función específica de atender a los alumnos que cursábamos dichos seminarios. Junto con varios pasos para aprobar los seminarios, realizábamos dos supervisiones obligatorias con otros analistas didactas. Como podrás imaginarte, trabajábamos muchas horas para pagar nuestra formación y análisis, ambos bastante costosos, además de casarnos, tener hijos, mantenerlos y educarlos, pagar rentas y otros detalles.
¿Podría decirse que fue una época dura por todo el esfuerzo que tuvo que hacer?
No, al contrario, fue un período esforzado y al mismo tiempo feliz. Todo lo que aprendimos nos permitió entender mejor qué les estaba sucediendo por dentro a nuestros pacientes y a nosotros mismos. Siempre sentimos que realizábamos tareas muy creativas, y poco a poco aprendimos a trabajar como psicoanalistas. Uso el plural porque incluyo a mi esposo, Norberto Bleichmar, con quien he alcanzado la mayor parte de mis logros, incluido el Centro Eleia. También en esa época formamos una familia de cuatro hijos. Fue un momento de mucho trabajo y con la alegría de disfrutar nuestros logros y a nuestros hijos. Ésta es una profesión muy curiosa porque todo lo que le pasa a uno mismo como persona está engarzado con lo que realiza en su profesión. Cuanto más progresas en el trabajo psicoanalítico, mejor persona te sientes.
¿Por qué decidieron venir a vivir a México?
Influyeron muchos factores. Mis padres eran inmigrantes europeos que se mudaron a Argentina desde jóvenes. Así que algo de su experiencia quedó incorporado en mi identidad y definió las ganas de vivir en un país diferente. Ellos lo hicieron buscando un progreso personal y nosotros también. Una parte fue el deseo de vivir una experiencia más privada y personal, diferente a la del grupo al que pertenecíamos hasta ese momento. Queríamos repensar todo lo que aprendimos para luego llegar a nuestras propias conclusiones, tanto en lo científico como en lo personal.
Fue importante elegir México por el idioma en común, por supuesto. El idioma es algo esencial en nuestro trabajo, pues las palabras están ligadas a los recuerdos más antiguos que tiene un individuo. Además, siempre nos gustó la tradición liberal y latinoamericanista que México ofrecía. Yo leía libros del Fondo de Cultura Económica desde que era adolescente y me gustaba mucho esa editorial. También hicimos una visita previa para viajar por Michoacán y nos encantó; llevamos tantas artesanías hermosas de ese viaje, que nuestra casa en Buenos Aires parecía una sucursal de Fonart.
¿De dónde surge la idea de formar el Centro Eleia?
No fue un propósito definido de entrada. Cuando recién llegamos a la Ciudad de México, formamos grupos de estudios sobre psicoanálisis. Tuvimos muy buenos alumnos que nos pidieron que trabajáramos juntos para darles una formación más sistemática. Ellos querían aprender a atender pacientes por medio de la psicoterapia psicoanalítica.
A la vez, comenzamos a escribir un libro. El propósito esencial era aclarar nuestras ideas sobre los diferentes esquemas referenciales que existen en el psicoanálisis contemporáneo. El resultado fue la publicación de El psicoanálisis después de Freud, proyecto que llevó bastante tiempo, no sólo por el estudio y la escritura de las ideas que desarrollamos, sino también por las vicisitudes de su publicación. Ocurre que, como recién llegados, poca gente nos conocía profesionalmente. Hay una situación curiosa: para que te conozcan en el ámbito es muy adecuado escribir un libro, pero para que una editorial lo publique tienes que ser conocido. De modo que, rompiendo con esa paradoja, lo editamos Norberto y yo. Eleia Editores surgió con esa finalidad y hasta ahora sigue publicando los libros de las Jornadas del Centro. Años después de la primera edición y primera reimpresión de El psicoanálisis después de Freud, Paidós-Planeta publicó el libro y lo sigue haciendo, igual que otros textos escritos por Norberto y por mí, como: Las perspectivas del psicoanálisis (con colaboradores) y Sobre el psicoanálisis contemporáneo.
¿Cuáles son los orígenes y fundamentos del Centro Eleia?
Cuando intentas crear algo nuevo, en este caso el Centro Eleia, tratas de volcar en ello todo lo bueno que aprendiste, para repetirlo, y evitar todo lo que consideras inadecuado de tus experiencias previas. Eso fue lo que hicimos.
Primero, en nuestra formación como psicoanalistas tuvimos muy buenos maestros (Ricardo Etchegoyen, David Liberman, José Bleger, Benito López, Carlos Paz, Leonardo Wender y otros), a quienes siempre recordamos con cariño y gratitud. Identificados con ellos, estudiamos psicoanálisis con mucha intensidad para ser los mejores maestros posibles, dentro de nuestras aptitudes y limitaciones, claro está. También tratamos de formar e impulsar a los mejores alumnos para ayudarlos a convertirse en excelentes maestros, situación que me parece que hemos logrado poco a poco.
Segundo, en los lugares donde estudiamos siempre nos molestó que en algunas ocasiones —pocas, por suerte— las ideas se transformaban en dogmas que no se podían discutir o desechar. Por eso, hemos propiciado en todos los programas académicos y enseñanzas del Centro Eleia —Maestría, Licenciatura y Doctorado— ofrecer tanto a los alumnos como a los maestros la libertad para elegir la manera de pensar psicoanalíticamente que más les agrade o mejor se adecúe a su personalidad. Esto crea un clima de compromiso con las ideas propias y también con las ajenas. Rechazamos los conocimientos repetitivos y monótonos, como si un solo autor o esquema referencial pudiera resolver todos los problemas teórico-clínicos de nuestra disciplina.
Tercero, en la época en que cursamos nuestra formación como psicoanalistas solo los titulados en medicina tenían acceso a cursar los seminarios de formación psicoanalítica. Conociendo analistas talentosos no médicos que existieron en la historia del psicoanálisis (por ejemplo, Anna Freud, Melanie Klein, Heinrich Racker, Jacques-Alain Miller, Betty Joseph, entre otros), nos pareció adecuado permitir que toda persona de nivel universitario que esté interesada en aprender psicoterapia psicoanalítica y psicoanálisis pueda hacerlo en el Centro Eleia, siempre que cuente con los grados y requisitos que la SEP requiere. Así pueden existir distintas perspectivas en la forma de comprender cada problema; se trata de un intercambio que posibilita el diálogo enriquecedor entre todos, alumnos y maestros.
Cuarto, la teoría, la técnica y la ética están estrechamente interconectadas en el psicoanálisis. En todas las actividades del Centro Eleia propiciamos una actitud ética en el ejercicio de la profesión de psicólogo, psicoterapeuta psicoanalítico y psicoanalista. La búsqueda de la verdad del inconsciente predomina tanto en la enseñanza como en el aprendizaje de todas las actividades, así como en el desarrollo profesional.
Además, creamos la Clínica de Asistencia Comunitaria para atender a todas las personas que consultan, mediante un pago mínimo acorde a sus posibilidades económicas. Esta clínica responde al mismo criterio ético y social de beneficiar con nuestros conocimientos a quienes lo necesitan.
Quinto, un requisito importante en las instituciones en que me formé como psicoanalista fue el de analizarme y supervisar con analistas didácticos de la misma institución. Un elemento a favor es que todo analista, tal como lo planteó Freud, requiere conocer sus propios conflictos inconscientes para ayudar a los pacientes a que comprendan los suyos. De allí la obligatoriedad del análisis personal, que considero indispensable; lo mismo con las supervisiones.
El elemento en contra de esta regla es que no toma en cuenta la motivación individual para realizar el análisis, necesaria para que pueda ser eficaz y verdadero. Pienso que elegir a la persona que uno siente más adecuada para que sea su analista es otra condición importante, sea de la corriente teórica que le guste a la persona o no, pero que sea uno quien elija. Esto nos llevó a plantear en la Maestría del Centro Eleia que el análisis personal es imprescindible pero no reglamentario. Que los alumnos deben elegirlo porque quieren ser verdaderos psicoanalistas, y pueden hacerlo en el momento que lo decidan y con quién ellos prefieran.
Otro punto es que nos propusimos crear un clima de respeto a toda forma de pensar y sentir, independiente de dogmatismos, siguiendo la idea de que la mente humana es compleja y debe comprenderse como tal. El pluralismo teórico-clínico fue una idea predominante en nuestras actividades de estudio y trabajo. Es un resultado directo de lo que aprendimos con El psicoanálisis después de Freud: deconstruir los orígenes, fundamentos, ventajas y dificultades de cada esquema referencial. Todos tienen su razón de ser, por eso es necesario que formen parte del aprendizaje de cada terapeuta. Una teoría expresa solo parte de la verdad; todas pueden complementarse para entender con mayor profundidad los contenidos inconscientes. De ahí que en la enseñanza de la Licenciatura, Maestría y Doctorado del Centro Eleia revisamos todas las perspectivas psicológicas, de psicoterapia psicoanalítica y de psicoanálisis. Lo mismo sucede en los talleres, diplomados y Jornadas que realizamos.
En los años cincuenta y sesenta, los psicólogos del yo y los analistas kleinianos discutían con vehemencia en los Congresos psicoanalíticos temas como el psicoanálisis de psicóticos o la regresión; lo mismo sucedía con los lacanianos con la psicología del yo, los psicólogos del yo y los seguidores de Kohut; también los intersubjetivistas con algunas ideas freudianas, y la lista continúa. El pluralismo nos permite tomar o dejar de lado las ideas que se adaptan a nuestra manera de pensar psicoanalíticamente y aquellas que nos resultan más adecuadas según nuestra experiencia. Aunque, claro está, los enfrentamientos seguirán existiendo, como en cualquier grupo humano.
El séptimo punto es la línea de pensamiento que desarrollamos en los últimos textos que hemos publicado. Ésta toma en cuenta la complejidad en el conocimiento psicoanalítico, así como la posibilidad de formular interpretaciones complejas en las sesiones de psicoterapia psicoanalítica y psicoanálisis. Se trata de entender lo mejor posible qué sucede en los procesos inconscientes del paciente y en el intercambio paciente-terapeuta.
El mismo material permite crear interpretaciones de contenidos diferentes, a veces pensados desde distintas perspectivas teóricas, ya sea simultánea o sucesivamente, dependiendo de cómo capte el analista (muchas veces intuitivamente) la posibilidad que el paciente tiene de comprender estos significados. Por supuesto, el analista siempre debe expresar las interpretaciones en el lenguaje y con el tono emocional más adecuado para su comprensión vivencial, lo cual a veces solo puede requerir formular una pregunta. Otras formas son la descripción de aspectos de la mente que se enfrentan o se desconocen. Todos los esquemas referenciales coexisten en las teorías y experiencias del terapeuta como telón de fondo.
Complejidad no implica superposición ni desorden; significa expresar lo que vamos entendiendo de los contenidos inconscientes del paciente en los distintos niveles de profundidad. Cada analista podrá jerarquizar lo que considere esencial, cuáles son para él o ella los conflictos centrales de la sesión y cuáles secundarios.
El último punto es tratar de crear un ambiente confortable con una comprensión teórica, técnica y clínica lo más profunda posible. Ésta es parte de la tarea docente que realizan los maestros del Centro Eleia. Creo que hemos logrado algo muy cercano a lo que nos propusimos cuando decidimos fundar el Centro Eleia y estamos muy agradecidos con todos los que nos ayudan a realizarlo.