El diagnóstico psicoanalítico
Por Jorge Salazar
Uno de los objetivos de las entrevistas iniciales con todo paciente es establecer el diagnóstico clínico (Wechsler, 2011). Su propósito es conocer tanto a la persona como la naturaleza de su afección, trazar las líneas generales de su manejo, determinar las estrategias de tratamiento y pronosticar los posibles desenlaces de la intervención terapéutica. La falta de un diagnóstico inicial, por más incipiente, provisional y limitado que sea, ocasiona que la cura carezca de dirección y se emprenda de forma azarosa y errática.
Diagnosticar, en el sentido etimológico, significa “conocer a través de”. El diagnóstico es un conocimiento que se adquiere mediante la recopilación de información, la observación de datos sensibles y la integración del conjunto obtenido en esquemas conceptuales preestablecidos. Lo anterior implica el riesgo de que, si los esquemas conceptuales son estrechos y rígidos, el diagnóstico podría volverse estático y estereotipado. Si, por el contrario, son abiertos y flexibles, el diagnóstico será una mera impresión variable con el tiempo y según el conocimiento que se adquiera de la persona; este último es, por lo tanto, más adecuado para los fines de la clínica. El diagnóstico que gana en precisión pierde en flexibilidad; el que privilegia el dinamismo, sacrifica exactitud.
La práctica psicoanalítica no es ajena a este principio general de la clínica, pero su apego al diagnóstico es menos estricto comparado con el rigor que se requiere en el ejercicio de la medicina. Aunque el psicoanálisis tuvo su origen en estrecha vinculación con la medicina, se ha deslindado del modelo médico y la práctica de ambas difiere sustancialmente. El psicoanálisis de hecho creó su propio modelo de investigación afín a su objeto de estudio —la mente humana y su enfoque en el inconsciente— y construyó el método clínico de acuerdo con su objetivo principal: develar la verdad oculta en el mundo interno de la persona.
El método psicoanalítico abarca un diagnóstico y estrategias terapéuticas que lo liberan de ataduras innecesarias y lo vuelven más flexible y cambiante en la medida en que avanza la experiencia terapéutica (McWilliams, 2011). Mientras que el diagnóstico psiquiátrico, por ejemplo, busca la mayor precisión posible para prescribir el tratamiento específico que garantice el máximo beneficio terapéutico, el diagnóstico psicoanalítico es menos rígido pues no necesariamente incide de manera determinante en el proceso terapéutico ni en sus resultados, ya que la intervención analítica tiene un carácter inespecífico.
Si bien el psicoanalista no desconoce la pertinencia de los diagnósticos psiquiátricos —a los que también cuestiona, no sin razón—, la mirada psicoanalítica se posa, no tanto en el trastorno, sino en la persona misma. Más aún, la psiquiatría diferencia el padecimiento de la persona e intenta establecer la historia natural de la enfermedad vinculada con la biografía del paciente. En cambio, el psicoanálisis considera que la persona es el padecimiento, por lo cual, su historia es indistinguible de su biografía psicológica. Por ello, al psicoanálisis no le interesa la precisión del diagnóstico psiquiátrico ni descubrir las causas de los trastornos o elaborar y atenerse a una clasificación de padecimientos mentales.
El psicoanálisis no se concentra en el diagnóstico psicopatológico, sino en el diagnóstico psicodinámico. Esto es, busca comprender quién es el sujeto, cuáles son sus fantasías y deseos, sus motivaciones e intenciones; cuál es el significado de su vida emocional y cómo construye representaciones psíquicas de sus experiencias de vida; cómo es su carácter y sus rasgos sobresalientes; cómo siente, piensa y actúa; quién es él para sí mismo y para sus objetos; qué lugar ocupa en la trama de su propia historia; en suma, cuál es la realidad psíquica y la verdad del inconsciente. Al psicoanálisis no le compete curar —en el sentido médico del término— a sus pacientes. Le concierne dar al individuo, según las posibilidades de cada uno, los medios psíquicos para desarrollar su creatividad y enriquecer su vida, para intentar cambiar y transformarse, incluso a pesar del diagnóstico psicopatológico.
En psicoanálisis, el diagnóstico es provisional, variable y descriptivo, más que explicativo. Es una hipótesis inicial que se confirma o refuta con el tiempo (Leiberman de Bleichmar y Bleichmar, 2001). Es una incertidumbre que se vuelve una certeza, si acaso, solo hasta el final de la cura; o, dicho de otro modo, el diagnóstico psicoanalítico constituye una paradoja pues no es un puerto de salida sino uno de llegada. Se establece, no al inicio de la cura, sino al término de ésta. Este tipo de diagnóstico depende del conocimiento que el analista pueda obtener sobre el origen de los conflictos psíquicos y el modo de funcionamiento mental predominante. Así podrá saber cómo generar el diálogo analítico en la sesión y comunicar las interpretaciones de tal forma que el paciente pueda comprender sus contenidos.
Ningún diagnóstico alcanza para explicar el acontecer vital del ser humano y de sus padecimientos. La finalidad del psicoanálisis, más que circunscribir o delimitar al sujeto, pretende modificarlo y expandir sus límites. En el Diplomado “Clínica Psicoanalítica. Diagnóstico, estrategias y resultados” discutiremos la importancia y el significado del diagnóstico para el psicoanálisis.
Referencias
Leiberman de Bleichmar, C. y Bleichmar, N.M. (2001). “Diagnóstico y psicopatología”. En Las perspectivas del psicoanálisis (pp. 283-301). México: Paidós.
McWilliams, N. (2011). Psychoanalytic Diagnosis: Understanding Personality Structure in the Clinical Process (2ª ed.). Nueva York: The Guilford Press.
Wechsler, E. (2011). “La transmisión del psicoanálisis. Teoría de la técnica de las entrevistas preliminares y de la supervisión”. Revista de Psicoanálisis, 63(11): 158-170.