¿Por qué los adolescentes rechazan a sus padres?
Daniela Bustamante Rosas
Hace poco escuché un comentario que afirmaba que los adolescentes suelen resultar difíciles de controlar y tolerar; esta es una opinión que parece sostenerse a lo largo de las generaciones. Es común enterarse de las dificultades que tienen autoridades como los padres, abuelos, tíos o maestros en su relación con ellos. La intención del presente artículo es aproximarnos a comprender por qué la adolescencia es, ante los ojos del mundo adulto, una etapa tan complicada y llena de conflictos.
Pensemos en algunos de los elementos más básicos que definen la vida de una persona: el vínculo con su cuerpo, la identidad y la relación con los padres. Lo que ocurre en la adolescencia es que estos tres factores fundamentales se ven sometidos a cambios y reestructuras muy importantes, lo cual implica un complicado proceso, pues es necesario atravesar experiencias de pérdida, renuncia y duelo.
El adolescente es conflictivo porque sufre: se deprime porque está perdiendo lo que hasta ese momento le resultaba más valioso; se enoja porque se da cuenta de que aún es dependiente y no lo tolera; desafía al adulto, se hace el grande y el sabelotodo porque no aguanta la sensación de que apenas está creciendo y todavía no posee los conocimientos y la libertad que quisiera.
El adolescente atraviesa un duelo en varios sentidos; uno de ellos es en relación con los padres de la infancia. Los niños tienden a idealizar a los padres, es decir, los ven como “los mejores padres del mundo”, los admiran, quieren ser como ellos, piensan que sus padres lo tienen y lo pueden tener todo; los perciben como poderosos y son las personas más grandiosas y relevantes en su vida. Un niño pequeño siente la necesidad de agradar a sus padres, obedece para obtener su cariño y lo peor que puede sucederle es perder su amor.
Cuando comienza la adolescencia toda esta edificación de percepciones y sentimientos se resquebraja; el joven empieza a cuestionar a sus padres, los critica, deja de idealizarlos. Esta situación produce cambios radicales en el mundo interno y emocional de los adolescentes: experimentan sentimientos de enojo, vacío, desesperanza y a la vez, un ávido deseo por sentirse grandes e independientes. Aquella estructura que sostenía y le daba sentido a su mundo, ahora se debilita y se viene abajo. Las oscilaciones en el estado de ánimo de los adolescentes son, en parte, producto de los cambios hormonales que sufren, pero también son consecuencia de la inestabilidad producida por las pérdidas que tienen lugar en esta difícil etapa.
Paradójicamente, los conflictos, las confrontaciones y las desvalorizaciones que el adolescente despliega –mismos que resultan tan irritantes para el mundo adulto–, son también necesarios: de ellos depende que la persona pueda diferenciarse de sus padres y construir una identidad propia, con un sentido de vida independiente y un criterio personal.
En la adolescencia, el grupo de amigos adquiere un papel fundamental porque se transforma en el espacio donde el joven deposita sus afectos y necesidades emocionales. Cuando el adolescente no cuenta con un grupo de pares cercanos con los que constituya vínculos significativos, pierde la posibilidad de encontrar un refugio que lo salvaguarde durante su alejamiento de la familia.
El adolescente que no puede afrontar el crecimiento y atravesar con valentía este proceso de cuestionamiento y búsqueda de identidad, suele quedarse atrapado en el entorno familiar como una especie de niño eterno, siempre sumiso y obediente.
Unos padres acudieron a consulta debido a que están preocupados por su hija de trece años. La joven desea hacer cosas que ellos no consideran apropiadas para su edad, tales como pintarse las uñas o ponerse rayos en el cabello. Se quejan también de que pasa demasiado tiempo en el celular y de que se comporta diferente; la describen menos cariñosa, rechaza ser abrazada, se aleja de su hermana menor, no quiere jugar con ella y se dedica a chatear con sus amigos. En una ocasión, la adolescente estaba muy entretenida con su celular en un momento de convivencia familiar; el padre le dijo que dejara de hacerlo, a lo que ella respondió con muecas, afirmando que él estaba fuera de moda y que no entendía nada de lo que tenía que ver con ella. El padre, muy enojado, le quitó el celular y lo estrelló contra el piso.
¿Qué podemos observar en este ejemplo? En principio, la hija está mucho más interesada en relacionarse con sus amistades que en convivir con sus padres; muestra actitudes de rechazo, desvalorización y desafío que desconciertan a los mayores, quienes tienen una sensación de desconocerla. Necesita separarse de sus padres, marcar un interés menor hacia ellos y desviar sus afectos hacia sus amistades para construir un espacio nuevo distinto del familiar.
Por otro lado, los padres se sienten excluidos, rechazados y devaluados. Podemos decir que este es un retrato bastante común de lo que ocurre en la adolescencia: jóvenes con actitud de rechazo hacia sus padres que desean estar con sus amigos; padres desconcertados sin saber manejar la situación. Los padres también sufren un duelo porque sus hijos ya no se comportan como antes.
Ante este escenario, lo más importante es que los padres tengan presente cuál es el proceso que atraviesan los jóvenes, pues una buena parte de las manifestaciones de esta edad son esperables y constituyen parte del desarrollo, del crecimiento y de la búsqueda de identidad.
La adolescencia implica una transición difícil para ambas partes; los padres habrán de comprender las dificultades de los hijos y deberán contener sus propias ansiedades y necesidades afectivas, así como las de los jóvenes. Este apoyo será determinante para dicha transición.
Referencias
- Aberastury, A. (1988). La adolescencia normal. México: Paidós.
- Blos, P. (1977). Psicoanálisis de la adolescencia. México: Joaquín Mortiz.
- Meltzer, D. (1998). Adolescentes. Buenos Aires: Spatia.
- Sánchez-Armass, B. (2017). Los procesos psíquicos de la adolescencia. Tesis de Doctorado. México: Centro Eleia.
- Uribarri, R. (2015). Adolescencia y clínica psicoanalítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.