El aprendizaje en la adolescencia
Mariana Hurtado Eguiluz
La adolescencia es una etapa que comienza con los cambios físicos, el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, el cambio de voz, entre tantos otros. Esto se acompaña de una serie de alteraciones emocionales y cognitivas.
Si nos enfocamos a los aspectos afectivos, podemos entender la adolescencia como una etapa de renuncias y duelos. Implica dejar atrás el rol niño, el cuerpo de la infancia y a los padres que solíamos admirar. Esto provoca una infinidad de emociones como tristeza, enojo, desilusión, cambios de humor repentinos y, en ocasiones, radicales. Los adolescentes pueden llegar a ser egocéntricos y desafiarse a sí mismos, sin medir las consecuencias de sus actos o dimensionar el peligro.
Entre los cambios emocionales más significativos podemos mencionar la rivalidad y el desafío hacia los padres: los adolescentes necesitan separarse paulatinamente de ellos para forjar más adelante un camino propio, lo cual implica período de choque, una ruptura de la dependencia y, en la mayor parte de los casos, se pierde la admiración total que tenían en la infancia, cuestionando todo lo que los padres y maestros proponen.
Es común que los intereses cambien en esta fase. La necesidad de pertenecer a un grupo se vuelve algo muy importante y buscan pasar tiempo con los amigos. Además, comienza la atracción por el sexo opuesto. Esto inicia casi como un juego, en donde los chicos encuentran un nuevo desafío personal, pero a medida que pasa el tiempo y el crecimiento, se van estableciendo relaciones más íntimas y trascendentes.
Para los padres y maestros puede resultar muy complicado lidiar con ciertas actitudes y comportamientos de sus hijos y alumnos, ya que implica dejar de ser admirados y tolerar una dosis importante de renuencia frente a las órdenes, recibir respuestas de rebeldía y desafío, así como una competencia constante.
Las transformaciones corporales despiertan una serie de cambios también en el aspecto cognitivo. El cerebro en esta etapa se encuentra en plena modificación. La mente de los adolescentes muestra una significativa remodelación de su estructura básica, en zonas que tienen relación directa con el comportamiento y el aprendizaje. El cerebro se reorganiza y varias estructuras aumentan de tamaño, hasta los 18 años de edad aproximadamente. Por esta razón, los adolescentes tienen mayor capacidad para aprender habilidades cada vez más complejas.
Algunos autores resaltan la tendencia de los adolescentes a reflexionar sobre su vida y sobre el mundo social, como se evidencia en los escritos de muchos jóvenes. En comparación con los niños, durante este período se dispone de una mayor capacidad para construir proyectos de vida en los que tiene cabida su propia actividad futura y la sociedad en la que viven. Los adolescentes reflexionan sobre su pensamiento y construyen teorías. El hecho de que estas teorías sean poco profundas o poco originales les permite una inserción moral e intelectual dentro del grupo de adultos, lo cual se vuelve indispensable para asimilar las ideologías de la sociedad.
Los jóvenes elaboran teorías, construyen una idea propia sobre la vida política y económica, en algunos surgen crisis religiosas que acaban con las ideas que habían tenido hasta ese momento, muchos otros se preocupan por los problemas morales. Algunos tienen intereses literarios, artísticos, científicos o filosóficos. El hecho de tener que insertarse a un mundo al que aún no pertenecen, les lleva frecuentemente a ser críticos de la vida de los adultos, que observan desde afuera.
Es importante tener en cuenta que en esta etapa el cerebro es muy vulnerable ante determinadas experiencias, principalmente aquellas relacionadas con el consumo de drogas y alcohol, del mismo modo que ocurre con otros factores, como el estrés y la depresión.
No es raro que durante la adolescencia el rendimiento académico y el aprovechamiento escolar desciendan de manera significativa. Como se mencionaba anteriormente, los intereses ahora están centrados en la imagen personal, en la separación progresiva de los padres y los maestros de la infancia, en la preocupación por pertenecer a un grupo y ser aceptado, tal vez en la conquista del primer amor. Esto puede llevar al adolescente a desinteresarse o desmotivarse por el estudio, ya que su mente se encuentra absorta en resolver cuestiones de tipo afectivo.
Los jóvenes se encuentran ante una serie de metas u objetivos por cumplir: el deseo de éxito y la preocupación por evitar el fracaso, la búsqueda de autonomía y control de la propia vida, el esfuerzo por conseguir ciertas metas externas como la afiliación, la pareja y el dinero, así como el anhelo por ser aceptado.
Comprender a profundidad esta compleja etapa de la vida puede permitirnos contar con mayores herramientas de intervención. Los adolescentes requieren de ambientes adecuados, del acompañamiento de adultos y orientadores pacientes, para tener mayores posibilidades de participar proactivamente de su proceso de desarrollo. Este período vital es decisivo para todo ser humano, ya que las transformaciones estructurales y funcionales del pensamiento dejarán huella para toda la vida. Contar con una guía que incida positivamente en su camino, puede ser un elemento trascendente en el rumbo de su construcción.