Marcas en el cuerpo
Por Mariana Castillo López
Sin duda, la adolescencia representa un momento de cambios y evolución en todos niveles, sembrado de retos y conflictos a resolver que involucran al sujeto en su totalidad. Mente y cuerpo sufren cambios fundamentales como en ninguna otra etapa de la vida.
Para quienes trabajan o están en contacto con adolescentes es cada vez más común observar fenómenos en donde el cuerpo es el protagonista y que nos llenan de preguntas acerca de su significado. La anorexia, la bulimia, el llamado cutting o autolesiones, las enfermedades somáticas o, incluso, los tatuajes y las perforaciones, suelen aparecer en los chicos adolescentes como marcas que tienen un sentido en espera de ser interpretado.
Cuando pensamos en la adolescencia, viene a la mente un conjunto de colores, de extravagancias en el arreglo, una lucha por hacerse visible mediante su particular forma de ser. En la comprensión psíquica de la adolescencia, algunos autores coinciden en que dicha forma de ser, de vestir, de comportarse y de exhibir el cuerpo, arroja datos acerca de quién es el adolescente y del conflicto que se lleva a cabo dentro de su mente, el cual aún no puede ser expresado con palabras, pero sí de esa forma.
La experiencia de los cambios físicos puede ser vivida como la imposición de un cuerpo que cambia, que aparece sin previo aviso y se transforma brutalmente, ante la mirada de una mente todavía infantil, que hasta entonces había habitado una forma de niño. También puede resultar en una fascinación, al tener ahora una figura atractiva y seductora que trae consigo incontables satisfacciones. En cualquiera de los escenarios, es momento de iniciar un trabajo de resignificación, integración y reconstrucción de una imagen corporal que se modifica pues, donde había un cuerpo infantil, ahora aparece uno que pone en evidencia el desarrollo y el crecimiento.
El reto no es sencillo, pues su nuevo organismo está dotado de sensaciones y de excitaciones nunca antes experimentadas, las cuales anuncian la maduración sexual. Como sabemos, el desarrollo físico no va a la par del psíquico, pero ambos se encuentran conectados, por lo que el adolescente tendrá que apropiarse del nuevo cuerpo que le acompaña. Dicha apropiación sucede junto con temores, angustias, placeres, excitaciones y confusión. Esto deviene en emociones que pueden ser difíciles de procesar y de pensar, teniendo como única salida la expresión en lo físico.
Entonces, observamos la necesidad de hacer suyo el cuerpo que portan, por medio de una serie de fenómenos, de marcas, que pueden ser comprendidas como una necesidad apremiante de sentirlo y de hacer saber a los demás que si esa forma es suya, entonces ha de hacer lo que quiera con ella.
Es importante tener en cuenta siempre que esta variedad de acciones debe ser comprendida de manera individual, ya que la mente es compleja y resulta imposible hacer generalizaciones. La anorexia, la bulimia y la psicosomática no tienen causas únicas, pero expresan una relación singular que el sujeto establece con su cuerpo, pues es en él donde se hace visible el conflicto.
Podemos tomar como ejemplo los rituales de iniciación que son comunes en los grupos adolescentes. En la pandilla de conocida como los “maras”, una forma de reconocer a los miembros es a través de los tatuajes que se ponen como muestra de lealtad o pertenencia al grupo. Pero un mismo tatuaje puede tener significados distintos para dos personas, por ejemplo: para uno, éste se relaciona con algo permanente que quedará en su piel como evidencia de su historia trágica, un acto de identificación con la pandilla como su nueva familia. Para otro, el mismo tatuaje puede cumplir la función de encontrar el límite de su propio cuerpo, por medio del dolor experimentado al contacto de la aguja con la piel.
Por otra parte, las pacientes con anorexia pueden verse motivadas a dejar de ingerir alimento por una negativa total a que su cuerpo sexual se siga desarrollando, frenando así la aparición de caracteres sexuales físicos. Pero otra paciente puede permanecer en ayuno como respuesta a una fantasía de ser envenenada por todo nutriente que entre a su organismo.
En el caso de las enfermedades psicosomáticas, la teoría psicoanalítica observa una falla al procesar y pensar las experiencias emocionales, lo que conduce a la aparición de la enfermedad a manera de una descarga en el cuerpo; parece ser un grito sordo de aquello que no ha podido ser pensado aún, pero que necesita buscar una salida. En el adolescente, lo psicosomático tiene un eco en ese cúmulo de vivencias nuevas, que no todas las mentes están listas para tramitar.
Más allá de las peculiaridades, el factor común se orienta a una especie de lenguaje del cuerpo que ni siquiera el propio sujeto habla. El acercamiento a estos temas ofrece a quienes estén en contacto con adolescentes una visión más profunda y comprensiva para acompañarlos y ayudarles a pensar lo que les sucede.
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