La familia y sus configuraciones
Por Andrea Amezcua Espinosa
La familia es fuente de múltiples identificaciones, en la que las subjetividades de los participantes están constantemente entrelazadas. Es decir, pertenecer a un grupo familiar conlleva el reconocimiento de la complejidad de las relaciones humanas, en la medida en que no hay dos historias iguales. Por esto y más razones, no existen “fórmulas” que puedan otorgar certezas para asegurar el desenlace posible de la configuración familiar determinada. En las Jornadas 2025: Psicoanálisis contemporáneo: Inconsciente, vínculos familiares y conflictos emocionales, estos y otros temas clásicos de gran implicación clínica serán tratados desde diferentes vértices y autores.
Desde sus dinámicas internas, producto de encuentros y desencuentros vinculares, la familia promueve una manera de leer, interpretar y responder ante la realidad fáctica del mundo. Así, tenemos familias que, más que promover el pensamiento, la experiencia compartida, la tolerancia a la frustración y otros elementos de crecimiento mental; en cambio, generan coaliciones patológicas y estados mentales de escisión que conllevan sendas grietas en el psiquismo. Por ejemplo, tenemos historias en las que la familia y los integrantes viven como parte de un clan que tiene que mantener su integridad y unidad frente a un mundo adverso. Por otro lado, también existe un mundo del que habría que aprovecharse al máximo.
La familia, al configurar una manera de inscribirse en la realidad y sus vicisitudes, también determina si la experiencia de vida se puede entender o no desde la posición más integradora, o bien como un cúmulo de situaciones de las cuales no se puede aprender nada. Por supuesto, también hay posiciones intermedias. Por momentos, imperará una dinámica en el grupo familiar y, en otros, habrá un cambio en el paradigma.
Asimismo, la historia individual se va conformando y gestando incluso antes de la concepción. Las fantasías de los antecesores, como pueden ser los padres, tiñen la posición que se ocupa en la familia. Surgen preguntas e incógnitas fundamentales: ¿quién soy yo para el otro?, ¿quién es uno para los progenitores? Estos cuestionamientos se introducen en lo más profundo de la identidad, sembrando una duda existencial. La definición del papel desempeñado en los vínculos familiares da lugar a la aparición de nuevas fantasías, ya no solo de los padres, sino de todo el conjunto, incluido el nuevo integrante. Poco a poco, se entretejen intersubjetivamente las expectativas internas con las de los otros; la identidad se conforma como un conjunto que nace del intercambio y de las representaciones internas.
Finalmente, al abordar la función del terapeuta, éste debe considerar los antecedentes familiares descritos en las sesiones y entrevistas. ¿Cómo discernir el mundo de un paciente sin considerar los mandatos familiares que influyen en su existencia? La labor terapéutica no puede ser ingenua; deberá enfocarse en el complejo sistema en el que habita el paciente, sin dejar de comprender su impacto en el mundo psíquico.