En el principio era la angustia: la noción sobre la angustia en el psicoanálisis
Por Miguel Eduardo Torres Conteras
La angustia fue uno de los afectos que más le interesó estudiar a Freud en cuanto al funcionamiento psíquico del ser humano. Otro de los afectos en los que también se centró fue la culpa. En cuanto a la angustia, como en otros fenómenos de la existencia humana, Freud no fue el primero en abordarlos. En efecto, siendo una de las experiencias inherentes a la vida de todo ser humano, el filósofo danés Sören Kierkegaard (1813 – 1855) había reflexionado sobre ella desde el siglo XIX.
Casi medio siglo después, Martin Heidegger (1889 – 1976) analizó en Ser y tiempo (1927) la angustia como una experiencia intrínseca e ineludible del Ser–para–la–muerte que es el Da Sein (cada ser humano). En otras palabras, la posibilidad de morir está siempre presente, en todo momento y en cada instante. Además, cuando se hace presente, destroza e imposibilita, cualquier otra posibilidad, lo que le genera angustia al Da Sein. Entonces, el Ser–para–la–muerte es esencialmente angustia: la situación afectiva que conlleva estar todo el tiempo ante la probabilidad de la imposibilidad de seguir existiendo. La angustia se hace presente porque una persona sabe que va a morir, algo que no sucede con los animales y demás seres vivos. Por eso, sólo el hombre muere, los animales perecen.
Dos décadas después, Jean Paul Sartre (1905 – 1980), en El ser y la nada (1947), también habló sobre la angustia y la relacionó con la libertad. El Ser–para–sí, el ser humano, experimenta angustia ante su libertad. La angustia es la experiencia metafísica de la libertad incondicionada, de la libertad absoluta que define a todo ser humano. Así, libertad y angustia son coexistentes. Es en este contexto que Freud se interesa por la angustia. La novedad freudiana consistió en darle un lugar fundamental dentro de su comprensión del funcionamiento psíquico del ser humano. Más aún, podríamos decir que la angustia es una afecto estructurante del psiquismo.
Como se sabe, Freud propuso una primera teoría sobre la angustia, en la que esta es el resultado de la libido no satisfecha. Ya que no encuentra satisfacción en la realidad exterior, se queda “estancada” en la mente y se transforma en angustia. Las dificultades que Freud observó en personas para satisfacer sus deseos sexuales debido a una situación presente lo llevaron a plantear esta teoría. Tal sería el caso de una persona que está en prisión y no tiene una vida sexual activa, por lo que esa libido no satisfecha lo lleva a experimentar angustia. Esto es lo que Freud llamó “neurosis actuales”. Esta explicación la extendió a las “Psiconeurosis de transferencia”, en las que la dificultad de satisfacción libidinal no está en una situación presente, sino en un conflicto sexual en la mente, de origen infantil. En otras palabras, la represión de los deseos libidinales evita que estos encuentren satisfacción, y esta libido insatisfecha se convierte en angustia (Represión > Angustia). Tal como la angustia que siente un varón que padece impotencia sexual cuando intenta tener relaciones sexuales con su esposa, pero no tiene problemas de erección con otra mujer.
A partir de entonces, la angustia se convirtió en una de las experiencias psíquicas fundamentales en el ser humano, en específico la relacionada con la castración, un aspecto crucial de la vida psíquica. En su texto Inhibición, síntoma y angustia (1926/1992), Freud invierte los términos y propone que la angustia no es resultado de la represión. Más bien, la angustia, o más específicamente su señal, es la que alerta al yo, y este se defiende ante la angustia que le provocan los deseos libidinales o agresivos, mediante el mecanismo de defensa llamado represión (Angustia > Represión). Entonces, es el yo quien siente angustia y, ante la posibilidad de que lo desborde, recurre a un arsenal de mecanismos de defensa para poder lidiar con semejante conflicto. Estamos frente a una concepción novedosa y fundamental del ser humano y de su vida psíquica: el ser humano se angustia y se defiende de lo que lo constituye, es decir, sus deseos pulsionales. Entra en conflicto y rechaza lo que él mismo es, siente y desea.
Sin embargo, este texto va mucho más allá de esta inversión de términos, que, como ya mencionamos, es un cambio fundamental. En efecto, en dicho escrito, el fundador del psicoanálisis hace un análisis exhaustivo, aunque abigarrado, de este afecto tan presente en la vida psíquica del ser humano. Más aún, retomó lo propuesto por Otto Rank (1884 – 1939) sobre el trauma del nacimiento y propuso la existencia de una angustia de nacimiento sui generis, porque en ese momento no existe un yo que sienta la angustia. En la visión freudiana, se trata de una angustia sin contenido psíquico, debido a que, al nacer, el ser humano es puro ello; no hay un yo que sienta la angustia. Es más bien una angustia de tipo sensorial, pero constituye la primera vivencia de angustia en el ser humano y el arquetipo de toda angustia posterior. Por tanto, la angustia no solo es un afecto primordial en la vida psíquica, sino también una experiencia presente desde que ingresamos a este mundo. Nuestro nacimiento no está marcado por una experiencia placentera, sino angustiante. De ahí el título de este artículo: “En un principio era la angustia…” No obstante, la reflexión freudiana va aún más allá, pues en este mismo texto se habla de distintos tipos de angustia: realista, frente al superyó, de muerte, oral, anal, de castración, ante la pérdida de la madre como objeto, etc.
Más tarde, Melanie Klein desarrolló esta intuición freudiana sobre la angustia desde el nacimiento y, en su teorización, le dio el lugar de factor fundamental dentro de la construcción del psiquismo. También propuso distintos tipos de angustia, principalmente las paranoides y depresivas, correspondientes a las posiciones esquizoparanoides y depresiva, respectivamente. Lacan, por su parte, habló de la angustia como una amenaza de fragmentación durante el estadio del espejo. Asimismo, se distancia de Freud: mientras que para este último una de las causas de la angustia es la separación de la madre, para Lacan lo que angustia al infante es la falta de separación de ella, es decir, la angustia de quedar atrapado en su deseo. Después, Lacan relacionó la angustia con el registro de lo real, más específicamente con lo traumático. Hay otras propuestas que realizó sobre la angustia, pero que, debido a los límites de espacio, quedan fuera de este texto.
Más allá de todas estas teorizaciones sobre la angustia en las teorías psicoanalíticas, en el trabajo clínico la angustia es una experiencia psíquica que quienes están en un tratamiento relatan de manera recurrente. Esto muestra la vigencia e importancia de este afecto. La intuición freudiana de indagar sobre ella y darle un lugar central fue acertada. Hoy en día, la pregunta que subyace en las reflexiones de los filósofos y psicoanalistas, cada uno desde su ámbito, sigue siendo vigente: ¿qué es lo que angustia al ser humano? ¿Qué me angustia? ¿Qué nos angustia? O, como me dijo una alumna cuando planteé estas preguntas al grupo del curso de Freud: “Ay, doctor, más bien, ¡qué no nos angustia!”
Referencias:
Evans, D. (1997). Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano. Paidós.
Freud, S. (1992). Inhibición, síntoma y angustia. Obras Completas (vol. 20, pp. 71-164). Amorrortu. (Obra original publicada en 1926).
Laplanche, J. y Pontalis, J. B. (1996). Diccionario de psicoanálisis. Paidós.
Reale, G. y Antiseri, D. (1992). Historia del pensamiento filosófico y científico. (vol. III, pp. 517-544). Herder.