Rebeldía y formación de la identidad en la adolescencia

Por Martha Zorrilla

Dentro de las turbulencias de la adolescencia, probablemente una de las más conocidas sea la rebeldía. Después de que los niños transitaron los años de la primaria, en los que típicamente estuvieron relativamente tranquilos y siguieron las reglas de la escuela y de la casa sin demasiada dificultad, llega la adolescencia con su conocida oposición y desafío constante a lo que los adultos proponemos. Por lo regular, los alumnos que se encuentran en los últimos años de la primaria y la secundaria se caracterizan por querer hacer las cosas a su manera, tener gustos nuevos y diferentes a los que tenían y por retar tanto a sus autoridades como a ellos mismos. Estas actitudes rebeldes, que han estado presentes en los adolescentes tanto de hoy como de generaciones anteriores, tienen una importante función en el desarrollo mental.

Los jóvenes de esta edad están dejando la infancia, y eso implica retos importantes para la vida emocional de toda la familia. Armida Aberastary (1998) desarrolló la idea de los duelos por el cuerpo, el rol y los padres de la infancia como el eje central de lo que sucede en esta época. No obstante, cuando la infancia se deja atrás y nos encontramos con un nuevo cuerpo, una mente confundida y en búsqueda de saber quién ser ahora y cómo ser en la adultez, estamos frente a la construcción de la identidad, una de las principales tareas de la adolescencia. Ahí es cuando la rebeldía (sin llegar a las conductas destructivas, de las que nos podemos ocupar en otro artículo) cumple una importante función. Esto ocurre porque, para definir lo que a uno le gusta y le interesa, primero es necesario descartar todo aquello que no. Entonces, los adolescentes comienzan rechazando los gustos que pertenecen a los padres, a otras figuras cercanas o a ellos mismos en otros tiempos, para dejar espacio a lo nuevo, lo que irá definiendo su propia personalidad: separada, única e independiente.

Otra función tiene que ver con los ensayos de identidad. La identidad no se logra en un solo paso, sino que durante esta etapa se “toman prestadas” varias modalidades mientras la mente va identificándose con algo cada vez más genuino y maduro. Estas identidades transitorias son frágiles y las observamos como cambios sorprendentes en la forma de ser de los adolescentes. De repente, les gusta vestirse de cierta manera, pero pronto cambian de parecer y adquieren alguna otra forma de verse, que tal vez implica alguna ideología. Experimentar y dejar de ser lo que antes eran es una manera de buscar lo que serán ahora. Buscan nuevos objetos de identificación, que a veces encuentran y a los que se empiezan a parecer rápidamente.

Por lo tanto, tenemos frente a nosotros adolescentes que, lejos de tener gustos, aficiones e ideas flexibles y razonadas, probablemente transitan por periodos radicales e intransigentes (rebeldes) en los que las formas son más importantes que el fondo. De acuerdo con Margot Waddell (2005), algunos adolescentes tienden a conformarse en lugar de rebelarse. Esto responde a diferentes motivos inconscientes: tal vez son extremadamente tímidos como para romper con algo, están demasiado alerta a los problemas de los padres como para provocar estrés, o están muy identificados con los puntos de vista de los padres como para correr el riesgo de tener los suyos propios.

En conclusión, cada joven tendrá su propio ritmo en el desarrollo psicológico, y para algunos, la experimentación y el desafío llegarán más tarde. Lo que ahora se sabe es que esta construcción de identidad, caracterizada por ensayos fallidos, experimentaciones a veces torpes y rebeldías frecuentes, es necesaria para una sana separación psíquica de aquellos “padres de la infancia”, en favor del crecimiento mental.

Referencias:

Aberastury, A. Knobel, M. (1998). La adolescencia normal.  Paidós.

Waddell, M. (2005). Understanding 12-14 years old. The Tavistok Clinic.

 

 

Compartir: