Ansiedad: un grito de alerta

Por Angélica Toledo

Santiago entró al consultorio diciendo que “ahora sí se sentía mal”. Por primera vez en mucho tiempo, tuvo insomnio. Anteriormente, se había dedicado a todo menos a pensar en su futura jubilación. “Me está matando la ansiedad”, refirió en cuanto pudo expresarse de forma menos agitada. “No sé qué hacer: mi mamá me exige, mis hijas me exigen, es un cuento de nunca acabar”. Posiblemente, esas presiones siempre estuvieron ahí, pero su mente se encontraba muy ocupada pensando en otras cosas menos peligrosas. Se dedicó a evitar cualquier sentimiento, especialmente, lo que él llama su “ansiedad interminable”.

La palabra “ansiedad” es utilizada frecuentemente y en diferentes momentos de la vida. Pero, ¿qué es?, ¿por qué ocurre?, ¿cómo se manifiesta? y, más importante aún, ¿cómo se trata? En términos generales, puede ser definida como un sistema de alerta ante ciertas situaciones que pudieran ser consideradas como amenazantes. De alguna forma, es un mecanismo de defensa. En situaciones normales, la ansiedad es funcional y no debiera representar ninguna dificultad. Sin embargo, cuando provoca alteraciones o incapacita la conducta normal, podemos decir que ya se tiene un problema de ansiedad.

Freud consideraba a la ansiedad como un afecto, resultado de la lucha entre fuerzas agresivas o sexuales, en un primer momento. Tiempo después, la definió como una fuerza señal que da aviso de lo amenazador para una parte de la mente.

Muchos otros teóricos han hablado y tratado de explicar la ansiedad desde diferentes puntos de vista. Algunos la entienden como una señal, no nada más ante el peligro, sino como una forma de comunicación. Para Melanie Klein, la ansiedad aparece en dos momentos distintos. Cuando se dañó o se transgredió a alguien o algo, surge la ansiedad persecutoria. Por ejemplo, alguien se pasa un alto, después teme ser descubierto y multado. Pero la ansiedad también puede estar relacionada con la necesidad de resarcir el daño a quien se le hizo.

Las diversas manifestaciones de la ansiedad y sus síntomas tienen un objetivo en común: liberarse de ella, ya sea mediante rituales o, incluso, desplazándola a otros objetos, como ocurre en el caso de las fobias. Posiblemente, W. Bion diría que estas actitudes colaboran a reducir la angustia, de forma que uno no tenga que enfrentar el dolor mental que generan algunas situaciones.

Recuerdo a una familia que, en vez de lidiar con la ansiedad que les estaba causando la operación del padre –quien tenía ya unos 80 años–, preferían distraerse con las diferencias que tenían entre ellos: no pensar para no sentir.

La ansiedad no es un concepto aislado, pues viene de la mano con muchos síntomas y consecuencias. La ansiedad patológica se manifiesta de diferentes formas como: trastorno de angustia, fobias, trastorno obsesivo compulsivo o trastorno por estrés postraumático.

Existen elementos que predisponen a la angustia; pueden ser biológicos, genéticos, de personalidad (según como se afrontan las situaciones estresantes, además del estilo de vida de cada quien) o ambientales (cómo se aprendió y bajo qué contextos).

Los factores que desencadenan la angustia son diversos e interactúan de distinta manera con los recursos mentales de cada individuo. Son acontecimientos desbordantes o con consecuencias graves para el sujeto, obstáculos para conseguir alguna meta e, incluso, puede ocurrir en algunos casos en los que se haya consumido drogas o estimulantes.

Es importante pedir ayuda cuando:

  • Exista una pérdida de habilidades que se tenían previamente para afrontar los problemas.
  • Las soluciones encontradas resultan peor que el problema mismo.
  • Aparecen conflictos en áreas que antes no eran problemáticas.
  • Se establecen mecanismos fóbicos o hasta miedo al miedo.

Gabbard (2002) piensa que el tratamiento de la ansiedad debe comenzar con una evaluación psicodinámica bien pensada y minuciosa, teniendo en cuenta que se trata simplemente de la punta del témpano. Es esencial el diagnóstico del origen y la naturaleza del temor.

Ciertamente, la ansiedad es un padecimiento por el que todos atravesamos en algún momento. Tratarla es un trabajo de mucha paciencia porque los síntomas son únicamente la parte superficial y visible. Una vez que se logra identificar el motivo verdadero, entonces la ansiedad se reduce. De esta manera, el alivio de los síntomas se encuentra estrechamente relacionado con el reconocimiento y abordaje de las causas que los provocaron.

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