De lo obsesivo-compulsivo

Por Kathia Cavazos Linares

Hoy en día es frecuente escuchar que las personas hablen de padecer ciertas condiciones relacionadas con la salud mental. Se trata de términos que, en ocasiones, se han trivializado en su uso, pues es común que escuchemos que la gente hable de tener depresión cuando transitan por momentos de tristeza, de “ser bipolar” para referirse a cambios en el estado de ánimo que no necesariamente son patológicos, o de “tener TOC” cuando simplemente les gusta ser ordenados. Dicho uso de la terminología resulta en autodiagnósticos poco informados que terminan causando confusión en quienes creen padecerlos y poca seriedad en aquellos que verdaderamente sufren de este tipo de enfermedades. Por ello, este texto tiene como objetivo aclarar algunas de las características fundamentales en lo relativo a lo obsesivo-compulsivo.

          Desde una perspectiva psiquiátrica, el DSM 5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), establece que el trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por la presencia de obsesiones, compulsiones o ambas. Las obsesiones son una serie de pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que no desaparecen, aunque el sujeto desee ignorarlas. Tales pensamientos tratan de suprimirse a través de comportamientos o actos mentales repetitivos, los cuales se denominan compulsiones.

          El enfoque psicoanalítico brinda una comprensión mucho más amplia y profunda de lo que se aloja bajo esta categorización. Inicialmente, habrá que diferenciar entre la neurosis y el carácter o la personalidad obsesiva. Cuando hablamos de neurosis, debe tenerse en cuenta que la persona reconoce los pensamientos obsesivos y los comportamientos compulsivos en su calidad intrusiva como patológicos y los experimenta como ajenos y, por lo tanto, como algo contra lo que lucha, aunque sus esfuerzos resulten inútiles. Es importante mencionar que la batalla constante para deshacerse de la obsesión y la compulsión incrementa de manera significativa la angustia con la que el individuo vive día a día.

          La obsesión, que posee la característica de lo persistente a pesar de la intención del enfermo de apartarse de la misma, suele estar altamente cargada de significaciones inconscientes y puede manifestarse a través de dudas, temores, y prohibiciones. De acuerdo con lo propuesto por Joan Coderch (2011), se pueden considerar tres tipos principales de obsesiones: ideativas, fóbicas e impulsivas. Las ideativas son aquellas relacionadas con fenómenos intelectuales, lo metafísico (y entonces filosófico), lo religioso y lo existencial. En lo fóbico, pensaríamos en el temor a contraer enfermedades diversas (nosofóbico); en el escrúpulo religioso o moral, la culpa tras haber cometido algún pecado; o bien en la duda exacerbada, que causa una paralización por una rumiación constante y sumamente agotadora. Las obsesiones impulsivas consisten en el temor a realizar un acto agresivo, por acción u omisión, verbal o físico contra sí mismo o contra los demás, por ejemplo, a través de la blasfemia, de dañar de alguna forma a otros, de matar a los padres o a los hijos, o de mantener relaciones sexuales incestuosas. Resulta llamativo que este tipo de obsesiones expresan de forma poco trasformada las pulsiones sádicas infantiles (Coderch, 2011).

          La compulsión puede llegar a manifestarse como una caricaturización de un comportamiento normal debido a su exageración, como sucede, por ejemplo, en la repetición de los lavados de manos que pueden llegar a lacerar la piel, o la verificación redundante de haber cerrado la puerta de la casa o las perillas de la estufa. Este punto causa que la conducta compulsiva se torne un auténtico ritual o ceremonial mágico que posee pasos y directrices muy específicos para el paciente.

          Ahora bien, el carácter obsesivo nos hará pensar en la forma de ser, en cómo nos comportamos y, por ende, en el tipo de vínculos que construimos con aquellos con los que nos relacionamos. Es decir, el sujeto estará cómodo con su personalidad, percibirá sus rasgos como poco conflictivos, aunque de pronto sean desagradables para las personas más cercanas, como la familia, la pareja, los amigos, o los compañeros de trabajo.

          Generalmente, los individuos obsesivos serán personas inhibidas, con una marcada tendencia hacia la prudencia, la puntualidad y la rigurosidad. La toma de decisiones les resulta abrumadora y sumamente compleja, pues la duda les invade con fuerza. Tienden a ser meticulosos, a preocuparse por detalles, y a alternar en estados de avaricia, como en momentos de despilfarro. Es interesante pensar que muchos de estos rasgos tienen una favorable resonancia con las necesidades del contexto sociocultural en el que se desenvuelven, donde, por ejemplo, será muy deseable tener empleados detallistas, puntuales y ordenados. Es cierto que estas características suelen asociarse en buena medida con la imagen generalizada que se hace de lo obsesivo, pero habrá que tener en cuenta que, en el espectro de esta forma de ser, podría también considerarse el lado opuesto: sujetos muy sucios, desordenados o con tendencias a la acumulación patológica.

          Cabe decir que estos rasgos de carácter surgen como respuesta defensiva contra la ansiedad, por lo que dan lugar a patrones conductuales rígidos y fijos. Su utilidad consiste en mantener en el inconsciente los impulsos rechazados debido a su naturaleza agresiva o sexual, pertenecientes a la fase sádico-anal. Los mecanismos defensivos predominantes en este tipo de carácter son la formación reactiva, la anulación y el aislamiento. Las características de dicha fase han sido descritas magistralmente por Freud y más adelante detalladas por Abraham.

          El proceso regresivo a la fase antes mencionada da sitio a algunas modificaciones del aparato psíquico que se observan a través de la intensificación de las tendencias agresivas, la aparición de la ambivalencia, la modificación de las instancias del yo y del superyó, así como un pensamiento mágico-omnipotente; elementos que tendrán presencia fundamental tanto en la neurosis obsesivo-compulsiva, como en la personalidad obsesiva (Coderch, 2011).

          Una vez realizada esta breve revisión, parece de suma importancia reconocer la complejidad implicada en la vivencia de cualquiera de las posibilidades relacionadas con lo obsesivo-compulsivo. Sin lugar a dudas, se trata de entidades estructuradas que han sido observadas y estudiadas durante mucho tiempo y que, sobre todo, causan un enorme malestar y sufrimiento en quienes lo enfrentan.

 

Referencias:

Asociación Americana de Psiquiatría, Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM 5. Arlington, VA, Asociación Americana de Psiquiatría, 2013. p.p. 145, 146.

Coderch, J. (2011). Capítulo 8. Neurosis obsesivo compulsiva. Psiquiatría Dinámica (pp. 169-192). Herder Editorial.

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