Psicoanálisis de los conflictos neuróticos y de los trastornos graves

Por Jorge Salazar

En la actualidad, no existe una práctica psicoanalítica que no incluya el vasto territorio que se extiende más allá —o más acá, según prevalezca el punto de vista estructural— del ámbito de las neurosis.

Debido, en parte, a la vocación del propio psicoanálisis por explorar y comprender la condición humana en todas sus diversas expresiones, sobre todo las más perturbadoras y enigmáticas, y, por otra parte, a la creciente demanda de atención proveniente de los numerosos sujetos descentrados de sí mismos debido a una sociedad cada vez más alienante, que necesitan encontrar un genuino alivio a su malestar psíquico, la práctica psicoanalítica contemporánea ha extendido sus fronteras para abarcar aquellos otros dominios clínicos que el psicoanálisis clásico consideraba inanalizables.

Con el tiempo, las neurosis dejaron de ser para el psicoanálisis el paradigma del desarrollo emocional normal y el modelo de comprensión de la psicopatología. Al perder su hegemonía, el psicoanálisis clásico —el mismo que situó a la neurosis en el centro de la escena cultural y como referente de la subjetividad moderna— vio florecer el psicoanálisis contemporáneo, que se presenta como una versión renovada del original pensamiento freudiano en el que ya no existe —ni es deseable que exista— un solo paradigma, sino que confluyen, más bien, diversos pensamientos y autores, escuelas y tradiciones, prácticas y teorías; todos ellos, empero, hundiendo sus raíces en Freud, pero extendiendo sus ramas más allá de él.

Así, al campo clínico de los conflictos neuróticos se añade la clínica de los trastornos graves, no como opuesta a aquél, sino como complemento; no como caminos bifurcados por los que la subjetividad emprende selectivamente su alternante recorrido, sino como una disyuntiva que permanece siempre abierta y disponible por igual para todo sujeto, aunque en cada uno a su manera.

En efecto, los límites entre ambos campos son franqueables, de ida y vuelta, como convincentemente nos muestra la psicopatología contemporánea. Ya sea por debajo o detrás de las manifestaciones psíquicas neuróticas, subyacen o se ocultan los aspectos arcaicos y primitivos del psiquismo, que influyen tanto o más que los conflictos neuróticos en el malestar subjetivo.

La intensidad y la cualidad de dicho malestar, por lo general, desbordan los recursos personales para contender con él y resquebrajan las fronteras entre las estructuras subjetivas. De ahí que las expresiones de la parte psicótica de la mente concurran, en el mejor de los casos, con el funcionamiento psíquico neurótico. Así como no hay nada en la naturaleza que nos impida pensar que un viento suave se convierta en un huracán o una llama débil en un incendio devastador, un síntoma aparentemente leve en la mente puede ser un indicio precoz de una desorganización psíquica mayor. Solamente la evaluación diagnóstica escrupulosa por parte del analista, acerca del funcionamiento mental y los recursos psíquicos del paciente, permite establecer con mínima certidumbre las estrategias terapéuticas pertinentes en cada caso (Turrent, 2022).

Solo bajo este criterio —el de establecer la estrategia terapéutica para orientar la dirección de la cura— se justifica la distinción entre estos dos ámbitos clínicos que, de acuerdo con un consenso establecido en el psicoanálisis contemporáneo, circunscribe cada uno de ellos en el marco de sus características específicas, las cuales conciernen tanto a la teoría como a la práctica psicoanalíticas.

El campo de las neurosis se piensa en la actualidad, como antaño, con el modelo del conflicto psíquico freudiano, el de la formación de compromiso o el del sueño; es decir, la dinámica de fuerzas entre las pulsiones que pugnan por su descarga, por un lado, y la represión, en tanto defensa primordial, que impide la vía directa de su satisfacción, por el otro. El síntoma neurótico se inscribe así en el dominio de la palabra y del lenguaje, en la dimensión simbólica y en el inconsciente.

Considerado como un texto críptico susceptible de ser descifrado, es portador de un sentido oculto que podrá ser develado mediante el dispositivo analítico clásico: la asociación libre, la escucha libremente flotante y la interpretación de la transferencia. A dicho campo corresponde la noción del sujeto del inconsciente, esto es, de la subjetividad atravesada por la escisión estructural del ser en tanto falta constitutiva, imposible de reparar, en la relación consigo mismo y en sus vínculos intersubjetivos.

Por el contrario, el campo de los trastornos graves, más heterogéneo por definición, incluye desde los estados depresivos melancólicos y las ansiedades desbordantes hasta las perversiones y las psicosis propiamente dichas, pasando por los trastornos fronterizos y narcisistas de la personalidad, así como los fenómenos psicosomáticos, los padecimientos de la conducta alimentaria y las adicciones. Este campo se concibe como consecuencia de los déficits en la estructuración subjetiva y en los deficientes modos y funcionamientos de la organización de la personalidad, que, por lo regular, son más precarios y exhiben las fallas constitutivas del psiquismo.

Por este motivo, sus manifestaciones clínicas son del orden del acto y del impulso, de la incontinencia y del desborde. No se inscriben, como las neuróticas, en el registro simbólico, sino en el real avasallador, donde el pensamiento y el lenguaje, es decir, los recursos simbólicos, son insuficientes para la elaboración de las experiencias, las cuales permanecen más bien como vivencias traumáticas fuera de lo psíquico, pero que tienden a la repetición incesante y a tomar a la mente por asalto.

A la clínica de los trastornos graves se la suele describir como la clínica del vacío y —su contraparte— de la repleción; o bien, de la ausencia de cohesión o articulación del self, y de la marcada rigidez narcisista del mismo. Finalmente, de acuerdo con Recalcati (2021), se considera la del sujeto sin inconsciente, si seguimos a este autor lacaniano, quien dice que el inconsciente no es una estructura ontológica permanente y constitutiva del psiquismo en forma imperecedera, sino que presenta fluctuaciones históricas en el devenir del sujeto, así como en el entorno social, lo que también sufre menoscabos, como es factible constatar en la actualidad, precisamente en la clínica de los trastornos graves.

A diferencia de la primera, la clínica de los trastornos graves representa un desafío para la práctica psicoanalítica. La “cura por la palabra” mantiene su vigencia, pero, a su vez, es llevada al límite de sus posibilidades. La creatividad e imaginación del analista, acompañadas de su compromiso emocional en la relación transferencial, constituyen los recursos terapéuticos, no para hacer “consciente lo inconsciente”, sino para hacer inconsciente lo real.

En el Encuentro Científico “Psicoanálisis de los conflictos neuróticos y de los trastornos graves”, tendremos la oportunidad de exponer estas y otras ideas a todo aquel que desee acompañarnos.

 

Bibliografía:

Dor, J. (2000). Estructuras clínicas y psicoanálisis. Amorrortu Editores. (Obra original publicada en 1991).

Fink, B. (2008). Introducción clínica al psicoanálisis lacaniano. Teoría y técnica. Gedisa. (Obra original publicada en 1997).

Green, A. (2005). Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo. Desconocimiento y reconocimiento del inconsciente. Amorrortu Editores. (Obra original publicada en 2002).

Julien, P. (2002). Psicosis, perversión, neurosis. La lectura de Jacques Lacan. Amorrortu Editores. (Obra original publicada en 2000).

Leiberman, C. y Bleichmar, N. (2013). Sobre el psicoanálisis contemporáneo. Paidós.

Recalcati, M. (2003). Clínica del vacío. Anorexias, dependencias, psicosis. Editorial Síntesis.

Recalcati, M. (2021). El hombre sin inconsciente. Figuras de la nueva clínica psicoanalítica. Paradiso Editores.

Turrent, G. (2022). Evaluación psicodinámica: del diagnóstico psicopatológico a la valoración del funcionamiento psíquico. Tesis doctoral. México: Centro Eleia.

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