Por Marta Bernat

La envidia es tan antigua como el hombre. Ha aquejado a la humanidad a lo largo de toda su historia y ha sido causa de agresiones, asesinatos y guerras. Es un sentimiento universal que todo ser humano ha experimentado en algún momento de su vida y ha sido un tema de profundo estudio en el psicoanálisis.

Freud fue el primero en introducir el concepto de envidia del pene, presente solamente en la mujer, quien envidiaría el poder, la potencia y las ventajas que posee el hombre. Posteriormente, Melanie Klein (1957) profundizó en el tema, hablando de la envidia primaria como una emoción que afecta tanto a hombres como a mujeres. En esencia, esta envidia se dirige a la madre como metáfora de la capacidad fecunda, nutricia, creativa y generosa, otorgándole un lugar central en su teoría sobre la feminidad. La envidia se refiere al malestar o descontento que surge cuando una persona percibe que otra posee algo deseado, pero inaccesible para ella, lo cual genera un impulso envidioso de quitárselo o dañarlo.

Siguiendo su teoría del desarrollo, esta autora postula que tanto niños como niñas fantasean que el pecho materno y la madre contienen lo deseable: riquezas inagotables e inigualables, así como capacidad nutricia y fecunda. En esencia, lo tienen todo, incluso al padre, bebés, alimento, etc. De esta manera, surge en ellos el deseo de poseer dichas riquezas. Observamos esto cuando la niña se pone los tacones y los collares de la madre, o cuando el niño comenta tener un bebé en su panza como su mamá. Sin embargo, cuando la envidia es excesiva, la madre y el interior de su cuerpo se vuelven objeto de agresión y ataque. Por ejemplo, una mujer puede envidiar a otra por su creatividad y, por ello, devaluarla y despojarla de todas sus virtudes. De manera similar, un hombre puede sentir desagrado hacia el embarazo de su esposa, no sólo por los celos que se despiertan, sino también por la envidia hacia su capacidad para gestar un bebé, algo que él nunca podrá hacer. Aunque tiene otras capacidades, no las alcanza a mirar.

Frente a la mujer envidiada e inalcanzable, el sujeto envidioso sufre profundamente al compararse y sentir que carece de lo valioso, lo cual parece inaccesible. Para muchos autores, la envidia excesiva es una causa potente de infelicidad, generando sentimientos de inferioridad, insatisfacción, odio y rabia y el deseo de maltratar, menospreciar y destruir al otro y a sus posesiones.

La envidia excesiva puede desencadenar agresiones violentas, asesinatos y feminicidios, aunque se trata de un fenómeno complejo que debe abordarse desde múltiples perspectivas, no sólo centradas en la envidia. Este tipo de envidia puede contribuir a la violencia de género, la cual contempla cualquier tipo de agresión: física, sexual, psicológica y económica, etc. Se considera que la envidia a la feminidad puede ser uno de los factores que contribuyen a la violencia.

Es alarmante observar los feminicidios que suceden a nivel mundial, pues éstos se convierten en los titulares principales de todos los periódicos. Cifras oficiales de distintos medios mexicanos señalan que en este país son asesinadas diariamente entre 9 y 11 mujeres al día, de ahí que surjan grupos y organizaciones contra la violencia de género y apoyo a las víctimas o sus familiares, lo cual contribuye a combatir y sensibilizar sobre el gran problema que afecta a toda la sociedad mexicana.

La envidia nunca desaparece y es una emoción con la que todo ser humano tiene que lidiar durante su vida. Ayudar a las personas a observar sus propias bondades y cualidades, y demostrarles que con esfuerzo y trabajo pueden alcanzar lo que admiran y desean, podría disminuir este sentimiento y fortalecer su sentido de identidad.

Bibliografía

Gomez, E. (2001, 7 junio). Violencia feminicida, la pandemia de la que no hablamos – Coordinación para la Igualdad de Género UNAM. https://coordinaciongenero.unam.mx/2024/04/violencia-feminicida-la-pandemia-de-la-que-no-hablamos/

Klein, M. (1957). Envidia y gratitud. Paidós.