La depresión y el mundo interno

Por Fernanda Aragón

 

Las pérdidas son fenómenos inherentes al ser humano: perdemos figuras importantes, aspiraciones o actividades. Incluso al desarrollarnos dejamos atrás ciertas configuraciones y formas de ver el mundo. Para tomar lo nuevo, hay que hacer espacio. Entonces, ¿qué lo volverá difícil?

Hay varios elementos que, en conjunto, podrían impedir la metabolización de dicha experiencia emocional. Uno de ellos alude a la fantasía inconsciente detrás de ese evento o a cómo interpretamos eso que nos ha impactado. Alguien que pierde a un ser querido puede experimentar la sensación de quedar desprotegido ante la vida; otros podrían imaginar que son culpables por no atenderlo a tiempo.

Los afectos son otro elemento que abona a la complejidad de la vivencia aquejante. Algunos giran en torno a la tristeza, la desilusión y la soledad. Otros pueden anclarse en el desprecio y la rabia por aquello que ya no está. Dichos afectos van a ir dirigidos hacia el doliente y hacia el objeto causante del malestar.

Al no poder darle un sentido ni encontrar significados emocionales, tanto las fantasías como los afectos irán erosionando la posibilidad de disfrute y búsqueda de nuevos objetos en donde redistribuir la energía. Los intereses que antes solían animar a la persona ya no cumplirán su función.

Otros aspectos que suelen alterarse, tanto por su incremento como por su ausencia, son el sueño; la sexualidad y la alimentación. Imaginemos una espesa niebla grisácea que colorea cada rincón de la vida; que impide mirar el paisaje que está de fondo; que avanza con lentitud para impregnar el ánimo y opacar cualquier otro matiz. Tal vez con eso podamos armar una imagen de la depresión.

No toda persona que ha experimentado una pérdida se deprime, así como no toda reacción depresiva genera un síndrome clínico propiamente dicho. Cuando hay varias áreas afectadas en la vida de la persona, como la laboral, la amorosa, la familiar o consigo misma, además de estar ensimismada, con recuerdos de alegrías pasadas y una franca certeza de que no volverán a existir buenos tiempos, es muy probable la necesidad de iniciar un proceso psicoterapéutico que permita conocer las fantasías detrás del ánimo, en compañía de alguien interesado en explorar y describir lo que oculta aquella niebla espesa.

 

 

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