El concepto de perversión en psicoanálisis. La tergiversación de Eros
Por Jan Pohlenz
Pervertir: Viciar con malas doctrinas o
ejemplos las costumbres, la fe, el gusto,
etcétera. (DRAE)
“Voy bajando por el sótano de mi casa. Me doy cuenta, poco a poco, que en realidad soy hombre y no mujer, y mientras voy bajando las escaleras hacia el sótano, escucho los gritos de alguien. Una vez abajo, veo a unos hombres torturando a otro que está amarrado en una camilla. Me acerco y relevo a los torturadores para convertirme en uno de ellos. Tomo un filoso bisturí y empiezo a cortar, separando las capas de la piel en dos. Despierto del sueño con una risa maníaca que me es imposible controlar”.
«Este es el sueño de una mujer de 40 años, atormentada por sostener relaciones amorosas con criminales e incapaz de hacerse cargo de la violencia que vive dentro de éstas. Este es un sueño premonitorio, en el sentido de que arroja luz sobre cómo sería la relación transferencial entre analista y paciente. Un lazo impregnado del fragante aroma del dolor y la destrucción podría tejer la trama de dicho encuentro. Como psicoanalistas reconocemos la existencia de pacientes cuyas problemáticas desafían su abordaje debido a su naturaleza transgresora y a sus vínculos intrusivos, beligerantes y con tintes que rayan en la malignidad. También podemos observar manifestaciones sexuales poco convencionales, compulsivas y, en ocasiones, notablemente rígidas. Es en este ámbito en el que iniciamos nuestro viaje al territorio de la perversión. En este fascinante, aunque aterrador dominio, hay una intersección entre la sexualidad, la destrucción y la transgresión.»
A lo largo de las décadas, el término “perversión” ha sido objeto de intenso escrutinio y debate dentro del campo del psicoanálisis. Lo que una vez fue considerado algo relativamente claro, se ha vuelto más complejo y matizado gracias a las contribuciones de una plétora de autores que han ampliado y enriquecido nuestra comprensión de este fenómeno psicológico.
Siguiendo los pasos del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, quien inicialmente definió la perversión como el polo opuesto de la neurosis, la comunidad psicoanalítica continuó con la exploración y redefinición de este concepto. Ahora bien, Freud (1905/2012) estableció en su famoso texto “Tres ensayos de teoría sexual” que las perversiones son aquellas conductas sexuales que se desvían de la heterosexualidad reproductiva, con un énfasis en la conducta más que en la fantasía. Sin embargo, 14 años después, en el texto “Pegan a un niño”, Freud (1919/2012) arrojó luz sobre la importancia de las fantasías subyacentes que alimentan ciertas conductas sexuales. La conducta en sí se vuelve cada vez menos importante que la motivación subterránea que la acompaña. En el artículo “La escisión del Yo en los procesos defensivos”, Freud (1938/2012) postula el mecanismo de defensa clave de la perversión: la desmentida o renegación, un mecanismo de defensa que difiere notablemente de la represión neurótica al erigir una fractura interna. El sujeto perverso está dividido en dos por el impacto que le genera la castración en la mujer: una parte acepta esta vivencia y la otra la niega, la desconoce. Veo y no veo; sé, pero no sé. Es decir, la diferencia de los sexos se vuelve un impacto demasiado intenso para el sujeto y en algunos casos podría generar una perversión para evitar esta realización. A través de estos descubrimientos, Freud explica y entiende otros fenómenos clave como el fetichismo (el fetiche como un sustituto del pene) y patologías mentales más graves, como la psicosis (Laplanche & Pontalis, 1967/1993a; 1967/1993b; 1967/1993c).
A medida que el estudio del campo de la sexualidad evoluciona, se suman nuevas voces que aportan perspectivas frescas y críticas sobre la naturaleza de la perversión y los trastornos de la sexualidad. Este es el caso de Masud Khan (1979/1991), un influyente psicoanalista inglés que amplió nuestra comprensión de la materia al describir que la perversión puede escindir gravemente a uno mismo y a los demás, sustituyendo la intimidad emocional por la sensorialidad y la sensualidad. Aunado a esto, la cosificación del otro se vuelve una pieza clave del núcleo perverso. Por ejemplo, los cuartos oscuros tienen la particularidad de mostrar anos, penes, vaginas, pero nada más. La relación con el otro es sólo un pedazo.
Siguiendo con el tema, Robert Stoller (1998), un psiquiatra destacado, se preguntó si el odio y la sexualidad se entrecruzan. Argumentó que la sexualidad desempeña un papel central en la manifestación de estos trastornos. Para que podamos decir que un paciente tiene una patología perversa, debe incluir una problemática de índole sexual y violenta. En cambio, Joyce McDougall (1995) profundizó en la dinámica de poder y jerarquía en las relaciones humanas, al señalar que el abuso de poder puede convertirse en una expresión significativa de perversión. En esta modalidad de perversión, la sexualidad no juega un rol definitivo.
Los psicoanalistas franceses, entre ellos Joël Dor, adoptan una perspectiva diferente en su abordaje de la perversión. Desde esta óptica, la transgresión y la negación de la Ley y las reglas se erigen como un sustrato fértil para el desarrollo del perverso (Dor, 1987/1988). Podemos concebir esta dinámica como un complejo juego de ajedrez, donde el sujeto perverso, si bien familiarizado con las reglas establecidas, manipula las piezas a su arbitrio; los peones ascienden a la categoría de reinas y las torres se transmutan en alfiles. Esta analogía revela la habilidad del perverso para desafiar y tergiversar las normas establecidas y subvertir las convenciones sociales.
Donald Meltzer, con la singular y novedosa noción del “Outsider”, enriquece nuestra comprensión de la perversión de manera magistral al sugerir la presencia de una fuerza maligna e intrusiva en la psique del individuo. Meltzer (1973) se refiere al “Outsider” como un ente que reside en el teatro mental interno del sujeto, y que actúa como un agente de destrucción y desestabilización. Esta figura representa una parte oscura y perturbadora de la psique que busca corroer las estructuras internas de la persona y socavar su integridad psicológica. En el reino del “Outsider” no sólo reside la perversión, sino también las adicciones y las psicopatías.
El “Outsider” no es simplemente una manifestación de los conflictos internos del individuo, sino, más bien, una entidad separada y distinta que coexiste dentro de la mente. Meltzer sugiere que esta siniestra presencia va ganando gradualmente poder e influencia sobre el individuo. También propone la idea de una verdadera organización perversa que se apodera de la mente. Lo que hace que la noción del “Outsider” sea tan intrigante es su capacidad para manipular sutilmente la psique del individuo, persuadiéndolo de adoptar comportamientos destructivos y tener pensamientos engañosos. Meltzer sugiere que esta entidad opera a nivel inconsciente y que aprovecha las vulnerabilidades y las debilidades del representante infantil de la mente para cumplir sus nefarios planes. Además, el lente con el que se mira esta patología cambia, ya que hay un énfasis en la motivación maligna y siniestra detrás del acto concreto y no sólo en la conducta en sí misma. Es importante resaltar que en la organización perversa existe un nivel significativo de rigidez e inflexibilidad.
En el panorama contemporáneo surgen analistas como Donald Moss (2015), quien cuestiona la validez de separar la sexualidad “normal” de la perversa en un mundo cada vez más complejo y liberal. Este desafío permanente confronta al psicoanalista con dos visiones: una conservadora que dicta lo que es sexualmente “apropiado” y otra moderna y liberal que abraza nuevas formas de expresión sexual. Estas últimas, aunque divergentes de la norma, no necesariamente deben etiquetarse como perversiones tal y como lo concebía Freud, por ejemplo.
Avgi Saketopoulou (2015), otro autor contemporáneo, aporta una perspectiva única al considerar la perversión como una manera de representar conflictos internos evadidos y negados, incapaces de ser simbolizados de otra manera. En esta visión, la perversión se convierte en el último recurso de la mente para dar forma a conflictos mentales intensos que, de otro modo, permanecerían desarticulados.
El terreno de la prostitución es un lugar en el que podemos observar a nuestro sujeto de prueba con mayor claridad. Entre sus curvos pasillos y suaves telas, la perversión puede abrirse paso con facilidad y estruendo. En sus entrañas encontramos un campo fértil para el uso y abuso del otro. Poca es la disuasión que genera la mente para evitar caer en sus eróticas manos. Es este el dominio en el que no sería sorpresa pensar que, dentro de sus múltiples alcobas, se llevan a cabo actos sexuales de vasta lujuria y desenfreno. Sin embargo, podemos detenernos un poco y pensar que, incluso si hablamos de prostitución y sus quehaceres, la fantasía tiene el control. En este sentido, Alessandra Lemma (2015) explora y distingue la modalidad perversa y la no perversa de la prostitución. Mientras que la primera implica la expulsión de aspectos no deseados e intolerables dentro de la prostituta, la segunda sugiere la posibilidad de integrar facetas sexuales subyacentes que aún no han sido plenamente reconocidas o aceptadas. Además, podríamos decir que la fantasía que motiva al sujeto es la que define si el acto prostituto es o no perverso. Como decíamos antes, ya no es la conducta sino la motivación subyacente la que define al perverso. Sin embargo, al referirse a la perversión, Bateman y Fonagy (2006) argumentan que los indicadores clave no son ni la fantasía ni la actividad, sino más bien el carácter compulsivo, restrictivo y dirigido por la ansiedad. Una nueva dimensión de comprensión nace de esta visión.
El lector se habrá dado cuenta que existen muchas definiciones que difieren unas de otras con respecto al tema de la perversión. Si Freud dijera que X o Y es perverso, Meltzer diría: “No, Freud, no te pases”. Masud Khan, más freudiano y en apoyo a su maestro, comentaría: “Estoy contigo, Freud”. Luego, desde lejos, Joyce McDougall, más liberal y neosexual gritaría: “Eso no es perversión, no hubo un abuso”. Esto puede ser confuso y difícil de aprehender, pero nos enseña que la perversión, al ser algo singular y humana, no puede ser cuantificada o reducida a una definición o diagnóstico definitivo. Así como hablamos de sexualidades, también hablamos de perversiones. Estas expresiones humanas son, finalmente, una estela psíquica de las únicas y complejas configuraciones mentales.
Además de la dificultad inherente al objeto de estudio que nos compete en este artículo, es crucial resaltar otra cualidad fundamental. Los casos de perversión son variados y numerosos, ya que abarcan desde el individuo que busca la hora pico en el metro para frotarse con la multitud y alcanzar el orgasmo, hasta el disidente malicioso que arroja ladrillos desde su azotea mientras se masturba. Por otro lado, tenemos parejas homosexuales que gozan de una sexualidad sadomasoquista en la que ambos están de acuerdo y son partícipes activos. La perversión, es entonces, un gradiente que abarca diferentes niveles de transgresión, destrucción y compulsión. De esta discusión, y con ayuda de Donald Moss (2015), nacen las siguientes preguntas: ¿Hasta qué punto podemos considerar ciertas conductas sexuales como desviaciones patológicas (que socavan y corroen al individuo) o como expresiones vivas y sanas de las numerosas modalidades sexuales que forman parte de la experiencia humana? ¿Cuál es el punto de encuentro, si es que existe?
En conclusión, en el transcurso de este artículo navegamos por un océano de complejidades y matices en torno al concepto de perversión en el campo del psicoanálisis, desde las primeras definiciones establecidas por Freud hasta las interpretaciones contemporáneas de destacados analistas. Podemos apreciar las diferentes ópticas teóricas de un fenómeno que genera fascinación e inquietud. El sueño perturbador de nuestra protagonista, cargado de simbolismo y resonancias psíquicas, nos sirve como puerta de entrada a un universo donde la sexualidad y la transgresión se entrelazan en una danza inquietante. La presencia del “Outsider”, esa entidad ominosa que acecha los rincones más profundos de la mente, nos recuerda que la perversión no es simplemente una desviación superficial de la norma, sino un fenómeno intrincado y multidimensional que encuentra su raíz en las vastas bóvedas de la psique humana.
En última instancia, nos encontramos frente a un abismo de interrogantes: ¿Qué revelan los trastornos de la sexualidad y la perversión sobre la complejidad de la experiencia humana? ¿Es la malignidad el combustible de esta patología? ¿O es simplemente una manifestación de antiguos traumas dolorosos e inenarrables? En el eterno conflicto entre la norma y la desviación, la perversión emerge como un eco turbulento de nuestra propia intrincada psicosexualidad.
Referencias:
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Stoller, R. (1986). Pervertion: The Erotic form of hatred. Karnac.