Donald Meltzer. Algunas nociones sobre la adolescencia
Por Magaly Vázquez
Actualmente, la adolescencia es comprendida como un proceso que integra no sólo factores biológicos, sino también psicológicos, socioeconómicos, culturales e históricos. Por su parte, la investigación psicoanalítica de la adolescencia ha puesto el acento en los aspectos psíquicos y emocionales que convierten este momento de la vida en un complejo proceso de transformación, turbulencia y crisis que tiene como resultado la maduración psíquica. Ciertas tareas internas deben elaborarse a lo largo de varios años, principalmente aquellas ligadas a la modificación del esquema corporal al integrar sus características sexuales, la separación con los padres y la transformación de la identidad.
Aunque la mayoría de los autores psicoanalíticos convergen en la comprensión general de la adolescencia, algunos enfatizan ciertos vértices y pueden pensarla de forma distinta. Tal es el caso de Donald Meltzer, psicoanalista postkleiniano, el cual desarrolló ideas interesantes e innovadoras alrededor de este fenómeno en el libro Adolescentes (1998), que escribió en colaboración con su esposa, Martha Harris.
Más allá de considerar la adolescencia como una etapa cronológica del desarrollo, Meltzer la comprende como un “estado mental”, término que hace referencia a la forma en la que se mira la vida y cómo nos vinculamos con los personajes tanto de nuestro mundo interno como del externo. Cuando el niño es pequeño, percibe a los padres y a los adultos en general como omnipotentes y omniscientes, es decir, tiene la convicción de que lo pueden y lo saben todo, lo cual los hace sentirse seguros y protegidos. Sin embargo, conforme van creciendo, se dan cuenta de que los padres no son perfectos, y caen en un estado de desilusión. El joven ahora forma parte de “la comunidad adolescente”, desde la cual se mira al mundo adulto como una especie de burguesía, cuya superioridad y poderío están dados por el hecho de ser mayores, y no por el conocimiento que han acumulado a lo largo de los años a través de la experiencia y el trabajo duro; de ahí su actitud de desprecio y rebeldía. Asimismo, miran a los niños como seres ingenuos y esclavos de este sistema impuesto por los adultos. Un ejemplo de esto es el de una paciente de 16 años que me relata muy enojada su sentimiento de injusticia al no poder sentarse en la misma mesa que sus padres y sus tíos en una boda y tener que convivir con los “mocosos de sus primos”. En otro momento, dice no entender por qué sus padres no toman en cuenta sus eventos sociales para organizar las vacaciones familiares. Le parece intransigente, pues considera que sus ocupaciones tienen la misma importancia.
Debido a la desilusión que el adolescente experimenta hacia los padres, Meltzer explica que en su mente surge un estado confusional intenso que lo sumerge en una crisis de identidad. Ahora dudan de todo, pues la certeza que tenían del funcionamiento del mundo se ha caído a pedazos. De aquí surgen dos alternativas: identificarse con otros jóvenes que atraviesan por las mismas ansiedades dentro de la comunidad adolescente, o aislarse con la fantasía de no necesitar de nadie.
Regresando a la confusión que caracteriza al adolescente, Meltzer afirma que hay una idealización de ésta, por lo que le ayuda a aliviar la envidia, la rivalidad, el sentimiento de pérdida, y todo lo que implica el dolor mental. Se trata no sólo de un tipo de confusión, sino de varios: entre lo infantil y lo adulto, lo interno y lo externo, lo femenino y masculino, lo bueno y lo malo, así como las zonas y los modos. Por ejemplo, a diferencia del resto de los autores que ubican el interés en la sexualidad como uno de los ejes del proceso adolescente debido al aumento libidinal y a la excitación proveniente del cuerpo, Meltzer piensa que este interés es resultado del deseo por conocer y conquistar la fuente misma del poder adulto, es decir, el derecho a ejercer la sexualidad. Otra paciente de 17 años me relata que después de tener una discusión con sus padres debido a que no le dieron permiso de ir una fiesta, escapó de casa un par de horas, fue a la fiesta, se emborrachó y tuvo relaciones sexuales por primera vez con un amigo. Este ejemplo ilustra que, a través de este “acting”, la paciente alivió sus sentimientos de impotencia. En su mente, tener relaciones sexuales fue una forma de equipararse con los padres, por lo que confunde el ejercicio de la sexualidad con ser un adulto.
Si nos encontramos en un escenario esperable y saludable, el adolescente oscilará entre estas cuatro comunidades: la del niño en la familia, tener éxito en el mundo adulto, ser un adolescente o un individuo aislado. Por el contrario, lo patología estaría dada por instalarse de forma rígida en cualquiera de las comunidades. Meltzer nos explica que la complejidad del tratamiento con adolescentes está relacionada precisamente con la inestabilidad y el movimiento de este momento de la vida, por lo que, en sí misma, la adolescencia es un estado que se contrapone a la esencia del análisis.
Finalmente, para Meltzer, la salida de la adolescencia implicaría precisamente desidealizar la confusión y tolerarla, reconocer la propia vulnerabilidad, la dependencia, y así reencontrarse con los padres internamente, aquellos buenos objetos internos con los que ahora el joven se identificará de una manera introyectiva. Esto lo llevará a un estado mental de mayor integración, gratitud, bondad y preocupación por los otros, es decir, hacia la madurez psíquica que conlleva elaborar la posición depresiva.
Referencia
Meltzer, D. y Harris, M. (1998). Adolescentes. Spatia.