Winnicott. Desarrollo emocional primitivo.
Por Ana Livier Govea
Donald Winnicott es considerado uno de los psicoanalistas clínicos más astutos y creativos de todos los tiempos. Las descripciones aluden a que poseía un carácter gentil, así que es un hombre reconocido, también, por su amabilidad.
Alrededor de los años veinte, sus intereses médicos se volcaron a la psiquiatría y al psicoanálisis. Al mismo tiempo, fue asignado como médico asistente en el Paddington Green Children’s Hospital, lugar donde ejerció como pediatra y donde tuvo acceso a la observación de niños pequeños y sus madres. Emprendió, así, un análisis inicial con James Strachey, experiencia que acrecentó y alentó cada vez más su interés por el pensamiento psicoanalítico.
Winnicott es considerado como un psicoanalista que prepondera la importancia e influencia del ambiente en el desarrollo y estructuración de la mente. Estas ideas difieren, en buena medida, de los fundamentos kleinianos y freudianos. Con relación a Melanie Klein, sostiene una diferencia radical respecto a la etiología de los conflictos psíquicos: mientras que, para Klein, el conflicto central radica en el embate afectivo entre el odio, la envidia, el amor y la gratitud, Winnicott atribuye como origen del conflicto a las fallas ambientales, y de manera particular, aquellas fallas que tienen que ver con las funciones maternas. Ahora bien, a diferencia de Freud, no concuerda con pensar la agresividad como un subrogado de la pulsión de muerte; en este sentido, sus planteamientos sobre la génesis psíquica de la psicosis tendrán que ver, más bien, con fallos en los cuidados, la relación materna, el vínculo y la relación temprana con la madre real.
Su concepto de madre suficientemente buena se desarrollará por completo a partir de su experiencia con los niños desplazados por la guerra y su consulta pediátrica. Esta idea hace referencia a la serie de funciones “suficientes” que debe hacer la madre, por ejemplo, holding, handling y la presentación de la realidad: en resumen, esos cuidados reales y necesidades, tanto biológicas como afectivas, que debe satisfacer para “construir” la mente del lactante. Concuerda con que gran parte de los trastornos psicoemocionales de los niños encuentran su origen en la primera infancia. No obstante, su explicación acerca de la causa de estos trastornos no la localizó en el complejo de Edipo, sino en las experiencias vinculares de los primeros meses de vida.
Uno de los grandes aportes de Winnicott es profundizar en el conocimiento sobre el desarrollo psíquico del bebé. Su teoría queda expuesta en su publicación de 1945, “Desarrollo emocional primitivo”. El artículo es paradigmático en su modo de entender y explorar esa primera configuración ambiente-individuo en el marco de la relación entre el lactante y su madre. Concibe al lactante como un ser humano que nace prematuro a nivel psíquico, pero, al mismo tiempo, que es portador de un potencial de desarrollo, a la espera de condiciones que favorezcan su despliegue. Sin embargo, sólo la presencia activa y suficientemente buena del otro hará posible que dicho despliegue se produzca.
Este autor puso el énfasis en la influencia decisiva del ambiente en la determinación del psiquismo temprano. Ya que el bebé nace en un estado de no integración y es dependiente de la madre, la estructuración del psiquismo depende, en gran medida, de las funciones que dicho ambiente ha podido o no realizar. Es decir, que la protección y cuidado que la madre debe proporcionar a su hijo no tiene sólo implicaciones fisiológicas, pues la madre funcionará como un yo auxiliar hasta que el bebé logre desarrollar sus capacidades innatas de integración, personalización y contacto con la realidad.
Referencia:
Winnicott, D. (1945). Desarrollo emocional primitivo. Escritos de pediatría y psicoanálisis. Paidós.