El mundo interno y la escucha psicoanalítica

Por Antón Aguilar

 

Pepe, mi paciente, llega a la sesión y me cuenta que se siente muy agobiado: si pasa tiempo con su novia, se pierde del gimnasio; si viene a la sesión, no puede ejercitarse ni estar con su pareja; si va al gimnasio, ya no tiene tiempo para leer sobre cosas que le interesan, como la filosofía. Cree que no puede hacer nada de forma exhaustiva y que todos acabarán decepcionados. Cabe mencionar que no tiene un empleo formal y dispone de bastante tiempo libre. Entonces, ¿qué le está pasando?

Desde una lectura, puedo pensar que tiene ansiedades de castración, de manera que podría decirle que se siente pequeño, insuficiente, en una comparación o en una competencia en la que supone que queda siempre mal parado. En cierto sentido, esta sensación lo paraliza. El mundo lo asusta y lo aturde. Tal vez, quisiera volver al vientre materno, inmovilizarse en la casa de los padres, de la que no ha podido salir. A su vez, podemos conjeturar que, quizá, estamos en el terreno de la ansiedad de separación. O incluso, es posible que una ansiedad conduzca a la otra, en un movimiento regresivo; que una ansiedad subyazca a la otra. A veces, es difícil discriminar.

En realidad, no le digo nada de esto, o al menos no en esta ocasión. Le digo otra cosa, pues me viene otra idea que me parece que se ajusta más a lo que creo que está pasando, porque ya ha mencionado esta sensación muchas veces antes y me empiezo a sentir fastidiado: le comento que la novia, el gimnasio, los libros y yo somos como bebés muy demandantes que exigen muchísima atención; que él se siente como una madre agobiada que no logra saciar la voracidad de sus bebés. Él es el bebé insaciable puesto fuera, a la vez que queda identificado con su madre y conmigo, incapaces de calmar una demanda desmedida y sofocante.

Otto Kernberg, como otros (por ejemplo, Wilfred Bion), decía que en la sesión tenemos que tolerar, primero, no entender psicoanalíticamente nada a priori. Sostuvo que no conviene imponer una teoría o apresurarse a sacar una conclusión, pues poco a poco las cosas se asentarán y podremos escuchar algo así como una melodía ahí, donde sólo había ruido. En el fondo, la sesión se encuentra atravesada por un hilo conductor que nos corresponde identificar de manera paulatina. En el modelo de este autor, la trama central de la hora analítica implica una representación del self (sí mismo) y una representación del objeto, ligadas por un afecto. Lo curioso es que, dentro de la relación psicoanalítica, la representación del self puede recaer en el paciente, en el analista o en alguien más; de la misma forma, la representación del objeto la puede encarnar el terapeuta o el propio paciente.

En el caso de Pepe, mi conjetura es que la representación del self es la de un bebé voraz, colocada en todos los personajes que él siente que le exigimos mucho tiempo y atención. La representación del objeto queda encarnada en él, quien se convierte en una madre atosigada por un bebé asfixiante. El afecto que vincula ambas representaciones es el fastidio que produce la exigencia de una atención total y exclusiva. Como telón de fondo está la interrupción por vacaciones que se acerca con vertiginosidad.

Me parece que las ideas de Kernberg en torno a la escucha son muy valiosas y útiles. En realidad, su propuesta no es muy distinta de las nociones de Melanie Klein en torno al mundo interno. Para ella, éste es la fantasía inconsciente, que no es otra cosa que el escenario donde se despliegan con dramaticidad los vínculos entre los objetos. Ahora bien, lo que Kernberg hace es presentarnos estas ideas en otros términos: alguien le hace algo a alguien más y eso está envuelto en una trama emocional.

Al escuchar psicoanalíticamente a los pacientes, prestamos oídos a su mundo interno. Estamos dispuestos a sumergirnos ahí, poniendo en juego nuestras propias emociones, resistiendo la prisa y tolerando la incomprensión. Vamos a tientas, hipotetizamos, erramos y, a veces, logramos intuir algo que ayuda a que una emoción encuentre su sentido, o al menos un sentido posible.

Referencia:

Kernberg, O. (2004). Listening in Psychoanalysis: The Importance of Not Understanding. Contemporary Controversies in Psychoanalytic Theory, Techniques and Their Applications (pp. 193-205). Yale University Press.

 

Compartir: