La psicoterapia de apoyo. Una técnica de psicoterapia muy útil en el nivel individual, comunitario y social
(Segunda parte)
Por Muriel Wolowelski.
La psicoterapia de apoyo es uno de los métodos más empleados dentro del marco de las psicoterapias. En la mayor parte de las clínicas, hospitales y consultorios, los terapeutas hablan del apoyo como medio terapéutico. Con esta técnica se busca recuperar el equilibrio psicológico perdido por algún impacto emocional y eliminar los síntomas.
Recuerdo, por ejemplo, la situación de una señora que toda su vida se dedicó al cuidado de su familia con cinco hijos. Acudió a consulta por un estado depresivo que se le manifestó después de que su hijo menor se casara. Tras unos meses, los síntomas rescindieron gracias a la terapia y los psicofármacos, que al poco tiempo dejaron de ser necesarios. Retomó sus actividades culinarias, respecto a las cuales parecía sentirse muy solicitada y querida por su familia. Además, recordó que toda su vida tocó el piano, pero lo había dejado por la exigencia de la crianza de sus hijos; retomó este interés pensando, sobre todo, en algunas piezas que conocía desde niña. Esto la hizo sentirse más confortada emocionalmente, con un espacio propio, espiritual y creativo.
En cualquier forma de intervención, la actitud comprensiva y de ayuda del psicoterapeuta representa un sostén emocional. La disposición de escucha, de aceptación sin críticas y de respeto son elementos indispensables para la superación de las dificultades emocionales de una persona.
La psicoterapia de apoyo no debe ser considerada como un modelo de menor valía en relación con una psicoterapia psicoanalítica, la cual busca modificaciones profundas del carácter y la personalidad. Cada una de ellas tiene su propio campo de acción, sus objetivos, sus indicaciones y su método de trabajo, igualmente sutil y complicado.
La capacidad para sostener el dolor emocional de otra persona y la fuerte ansiedad que generalmente lo acompaña, es una labor similar a la que realiza una madre amorosa con su bebé. Fue Donald Winnicott, un psicoanalista inglés, quien elaboró el concepto de “holding”, palabra inglesa que significa «sostén» o «sostenimiento». Desarrolló importantes ideas sobre la necesidad que tiene el niño pequeño de ser sostenido, física y emocionalmente por su madre; ella sabrá encontrar la manera de expresárselo, ya sea hablándole, cantando o meciéndolo. Esta contención y la posibilidad de calmar al individuo ansioso en los términos más adecuados posibles, ayudándolo a pensar en sus conflictos inmediatos y ofreciéndole una guía para que pueda pensar más desde sí mismo, resulta una solución sintomática que alivia mucho al paciente y le da instrumentos creativos muy interesantes para su desarrollo posterior.
Una gama muy amplia de pacientes puede beneficiarse con las terapias de apoyo. Se usan de manera preferencial, como mencionamos antes, en los servicios institucionales de salud mental. Sin duda, un buen amigo o un familiar pueden brindar expresiones de ayuda (un abrazo, un hombro para llorar o su escucha) y ofrecen consejos o recomendaciones espontáneas que son útiles y profundamente amorosas; no obstante, no suelen propiciar los cambios psíquicos que ocurren con la psicoterapia de apoyo.
Una situación distinta es la de personas con enfermedades mentales graves y crónicas, como las psicosis o los pacientes borderline muy complicados, que requieren de un equipo de especialistas que trabajen de forma interdisciplinaria: un psiquiatra que medique al paciente con psicofármacos y controle la prescripción, un neurólogo especializado, en caso de que se presenten alteraciones neurológicas (convulsiones u otras), un terapeuta de familia para aclararles cómo tratar con él, un trabajador social para facilitar su reubicación laboral cuando mejore, un terapeuta ocupacional que lo ayude a desarrollar ciertas aptitudes (cuando existe un deterioro de tipo intelectual) y, desde luego, un psicoterapeuta que pueda acompañarlo, explicarle aquello que escapa a su voluntad y brindarle mucho apoyo para enfrentar su vida cotidiana. En el trabajo con personas que presentan dificultades graves o condiciones deficitarias también es posible llevar a cabo estas modalidades de apoyo con muy buenos resultados.
La relación paciente-terapeuta es sumamente significativa y está llena de expectativas. El paciente llega con la esperanza de que el terapeuta lo libere del dolor, lo ayude a soportar la sobrecarga que sus dificultades le exigen y espera que le permita, en alguna medida, descargarse, que lo atienda y trate bien. Por su parte el psicoterapeuta espera ser útil y comprender a la persona, tolerar e influir en su restablecimiento.
Los pacientes necesitan tener en el terapeuta a un buen interlocutor que los asista, que les muestre sus cualidades, los enseñe a valorarlas y a pensar con mayor profundidad en ellos mismos. Una buena terapia de apoyo no sólo consiste en tratar que las personas se sientan mejor, sino en un entendimiento emocional que le permita al sujeto pensar sus problemas de manera más adecuada.
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