Los matices en la adolescencia
Por Magaly Vázquez
La adolescencia, al ser un momento de la vida que implica cambio, movimiento y reorganización tanto física como psíquica, se caracteriza por un comportamiento caótico, inestable y difícil de comprender para quienes rodean al joven, sobre todo sus padres, maestros y terapeutas. Por lo tanto, puede llegar a ser confuso y complejo distinguir aquellas manifestaciones que son esperables como parte de esta etapa del desarrollo, de aquellas que implican una patología y, por lo tanto, la intervención de un profesional de la salud.
Suelen existir dos tendencias: una que justifica todo lo que hace un adolescente, precisamente, porque es joven y otra que señala toda actitud adolescente como grave y preocupante. Por ejemplo, el adolescente suele manifestar actitudes rebeldes, oposicionistas e impulsivas como mentir, robar exámenes, conducir con exceso de velocidad o intoxicado con alguna sustancia. Si bien, es cierto que no podemos ignorar la situación pensando que es joven y “ya se le pasará”, tampoco sería adecuado pensar de manera inmediata en un trastorno de personalidad como el famoso “oposicionista desafiante” o en una psicopatía. En realidad, existe un matiz que va a depender de múltiples factores en juego. En el ejemplo antes mencionado, tendríamos que valorar si es un comportamiento que oscila con momentos de un autocontrol y reflexión, en donde el joven es capaz de pensar sobre las consecuencias de sus actos, así como de experimentar angustia, arrepentimiento, culpa y preocupación por los otros. Es un escenario muy distinto cuando el joven muestra una intencionalidad puesta al servicio de la destrucción de sí mismo y de otros, de forma recurrente. También es importante considerar el transcurso de la infancia y sus modelos identificatorios.
Otra actitud que podemos reconocer en los adolescentes es el alejamiento de los padres y el hermetismo. Como lo mencioné en el ejemplo anterior, no podemos catalogarlo como algo positivo o negativo en sí mismo, porque también existe un matiz. Si bien, es cierto que el joven se encuentra atravesando distintos duelos por la pérdida de su infancia y esto lo lleva tanto a replegarse en sí mismo o en el grupo de pares, como a experimentar estados depresivos y ansiógenos, también tenemos que considerar varios factores. De nuevo, ¿el adolescente oscila entre momentos de soledad y hermetismo con otros, en los que puede recurrir a los padres o a otras figuras adultas, o es un joven que siempre se encuentra aislado, sin amigos y sin proyectos a futuro? En este último caso, podríamos encontrarnos frente a una depresión y, si fuera el caso, se tendría que valorar de qué tipo es. Existen depresiones que requieren de un apoyo psiquiátrico, pero en muchas ocasiones, la medicación no es necesaria.
No obstante, no podemos descartar la posibilidad de estar en presencia de un funcionamiento más grave, uno psicótico, por ejemplo, en donde se pierde el vínculo con la realidad. Son adolescentes que pueden manifestar ideas delirantes sobre sí mismos y los otros. En escenarios más saludables, los momentos de soledad le permiten al joven desarrollar capacidades como el poder estar consigo mismo, distinguir lo público de lo privado, el fantaseo y la creatividad.
Para concluir, aunque la obediencia, el buen comportamiento y la madurez no son características esperables durante la adolescencia, sí suelen ser actitudes que los adultos congratulan y premian en distintos ámbitos, sobre todo en el familiar y el escolar, mientras que a los jóvenes más irreverentes y caóticos se les señaliza de forma negativa. No debemos caricaturizar la imagen del adolescente, pensando que todos deben comportarse de la misma manera, como se retrata en las películas, pues cada uno tiene su propia personalidad y sus matices. Sin embargo, es cierto que un adolescente que, de manera permanente, está más interesado en obtener la aprobación de sus padres o maestros que en encajar con su grupo de pares, es un foco rojo, ya que suelen ser individuos con inhibiciones importantes resultado del miedo a separarse de los padres o de lidiar con la sexualidad, por lo que perpetúan un estado mental infantilizado. En otros escenarios, son jóvenes agrandados, que consideran toda la experiencia adolescente como una pérdida de tiempo y parecen haber madurado rápidamente, lo cual puede deberse a una maniobra defensiva y muy rígida de pseudomadurez que, en realidad, obstaculiza el crecimiento mental y emocional.
Te invitamos al curso “El adolescente: bien portado, rebelde o hermético. ¿Qué pueden hacer los psicólogos, maestros y padres?”, en el cual profundizaremos en la comprensión del proceso adolescente y sus matices, con el objetivo de distinguir las manifestaciones esperables de aquellas que necesitan de intervenciones específicas en los ámbitos escolar, familiar y clínico.