La psicoterapia en el quehacer del médico
Por Carolina Martínez S.
Hoy podría ser más cierto que nunca lo que Sigmund Freud comentó, hace más de un siglo, en una célebre conferencia que pronunció ante los integrantes del Colegio Médico de Viena, en el sentido de que la psicoterapia podría ser considerada por muchos como acientífica e indigna del interés de los investigadores de las ciencias naturales (Freud, 1905/1992, p. 248). Sin embargo, como Freud les recordó en esa ocasión a los médicos de su época, la psicoterapia, lejos de ser un procedimiento moderno, es uno de los recursos más antiguos de los que la medicina se ha valido y del cual nunca ha prescindido.
Lamentablemente, en nuestros días asistimos no sólo a la casi total desaparición de cualquier intención psicoterapéutica por parte del médico, sino al creciente abandono de los elementos humanos más básicos en el trascendente encuentro en el cual se brinda la atención médica.
En el ámbito del consultorio, ¿qué será lo que ocurre en la vida emocional de quienes ofrecen esta atención y quienes acuden a solicitarla cuando el médico, en lugar de tener la oportunidad de mirar y escuchar con atención y calma a quien viene a consultarlo, no puede hacer otra cosa que bloquear la conversación entre ambos para dirigir el intercambio de palabras ─de manera intencional y, a veces, algo brusca─ de forma exclusiva hacia la obtención de los elementos de la historia clínica, para teclearlos a toda velocidad en la computadora? En el ámbito de la atención hospitalaria, ¿qué acontecerá en la mente de los protagonistas de la escena cuando, durante el cotidiano pase de visita, los médicos circulan entre las camas en las que yacen las personas enfermas, como una suerte de enjambre de seres en bata blanca que hablan entre sí, en una jerga ininteligible, mirando más a los monitores que registran los distintos parámetros fisiopatológicos que a los entes cuyos corazones son los que laten, como si estos últimos no fueran sus semejantes en condiciones de vulnerabilidad y sufrimiento?
Bien lo decía Freud en la conferencia a la que antes aludí: «los médicos no podemos renunciar a la psicoterapia, aunque más no sea porque la otra parte que debe tenerse muy en cuenta en el proceso terapéutico -a saber: los enfermos- no tiene propósito alguno de hacerlo» (1905/1992, p. 248).
Hace un par de décadas, un conocido médico mexicano escribió una breve y conmovedora nota en un suplemento cultural de un periódico nacional, en la que narraba su experiencia cuando tuvo un problema de salud en un viaje al extranjero por motivos de trabajo, debido al cual requirió una intervención quirúrgica, seguida de una breve estancia en terapia intensiva e intermedia en el país en el que se encontraba. Su fiel compañera en ese difícil trance, relata, fue una computadora que lo registraba todo. Los médicos se aceraban a ella, tomaban los datos necesarios para sus notas sin siquiera dirigirle la palabra, y él se sentía como si fuera un objeto, en lugar de un ser humano. Este doctor, momentáneamente colocado en el lugar de enfermo, comentaba que el desarrollo tecnológico actual de la medicina no es lo único que se necesita para curar al paciente (Guarner, 2000).
Por fortuna, aún en las difíciles circunstancias actuales, podemos encontrar médicos y médicas ─así como otros integrantes del equipo de salud─ que se esfuerzan por sostener una relación humana y cálida con las personas a las que atienden. Ellos seguro recibirían con beneplácito las palabras de Freud, tomadas, una vez más, de la conferencia a la que me he estado refiriendo:
Nosotros, los médicos, todos ustedes, (…) cultivan permanentemente la psicoterapia, por más que no lo sepan ni se lo propongan; sólo que constituye una desventaja dejar librado tan totalmente a los enfermos el factor psíquico de la influencia que ustedes ejercen sobre ellos. De esa manera se vuelve incontrolable, indosificable, insusceptible de acrecentamiento. ¿No es entonces lícito que el médico se empeñe en apropiarse de ese factor, servirse deliberadamente de él, guiarlo y reforzarlo? A esto, y sólo a esto, los alienta la psicoterapia científica. (Freud, 1905/1992, p. 248-249)
Esta última reflexión parece haber sido el punto de partida de una de las valiosas investigaciones del psicoanalista Michel Balint (1961), de la cual nos ocuparemos en el curso corto «Las emociones en la relación médica(o)-paciente».
Referencias
Balint, M. (1961). El médico, el paciente y la enfermedad. Libros Básicos.
Freud, S. (1992). Sobre psicoterapia. Obras completas (vol. 7, pp. 243-257). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1905).
Guarner, V. (2000). Crítica a la medicina del futuro. El concepto de enfermedad y el padecer propio. Suplemento Cultural Arena No. 67, Excélsior.