La paternidad suficientemente buena

Por Muriel Wolowelski

Gran parte de los artículos dedicados a la paternidad enfatizan la relación madre-hijo. La teoría falocéntrica de Freud quedó atrás, dando paso a los desarrollos teóricos que colocan a la madre en el centro de la vida mental del bebé. En la mayoría de los escritos psicoanalíticos de mediados del siglo XX el papel protagónico lo ocupa la madre en una actividad fundamental para la supervivencia del estado mental del bebé. Autores como Melanie Klein, Donald Winnicott, John Bowlby o Margaret Mahler enfatizan la importancia de las madres y de las relaciones tempranas en la construcción del psiquismo.

Los movimientos feministas de los sesenta fueron responsables en gran medida de mantener el foco sobre el papel de la mujer en diferentes ámbitos como el antropológico, social, laboral, así como psicoanalítico. Defendían la posición de igualdad de la mujer en una lucha aguerrida por adjudicar y defender sus derechos, al grado que la maternidad podía plantear algunas desventajas en comparación con el logro alcanzado en la nueva función de la mujer como profesional. Podían encontrarse debates que cuestionaban la posibilidad de las mujeres de desempeñar simultáneamente sus roles maternales y profesionales.

Las madres han estado en el centro de la escena por muchas y variadas razones, sin embargo, son diversos los factores que nos conducen a volver la mirada nuevamente hacia el padre con un espíritu revisionista. Esto es importante desde la perspectiva del desarrollo infantil, tomando en cuenta los componentes y personajes necesarios para la crianza de la próxima generación.

Los padres son importantes en el mundo mental de los hijos y de las madres. Los hombres experimentan cambios emocionales al convertirse en padres. Las experiencias de los padres con sus vástagos son fundamentales para la construcción de variadas funciones mentales en el desarrollo de los hijos y las hijas.

El deseo de ser padre es difícil de establecer como algo exclusivo y general para todos los hombres, sino que proviene de motivaciones conscientes, inconscientes y subjetivas, saludables y patológicas, que pueden contabilizarse de manera individual. Por ejemplo, la importancia para un hombre de consolidar su virilidad, una fantasía de continuidad de su presencia en el mundo, un sentimiento de identificación con un niño al que se desea cuidar o en el que se colocan los aspectos más narcisistas para alcanzar logros no obtenidos por el progenitor, el temor a envejecer o la creación de una nueva vida que restituya un objeto perdido, etc. Las motivaciones son variadas e incontables.

Sabemos que un hombre no presenta manifestaciones reales como en el caso del embarazo de la mujer, sin embargo, el solo hecho de fecundar y convertirse en padre despierta todo tipo de fantasías o ansiedades como el sentimiento de orgullo y alivio por haber logrado la tarea de concebir a un bebé, al tiempo que emergen las dudas sobre la verdad de la concepción cuando se preguntan “¿Será mi bebé?”. Fantasías inconscientes ambivalentes que despiertan emociones de amor y ansiedad frente al bebé.

La llegada de un bebé provoca reacciones emocionales muy poderosas. Es bastante frecuente que las motivaciones de celos y exclusión conduzcan a la “inesperada” concepción en una pareja, y que sean esos mismos sentimientos los que induzcan al padre desplazado a buscar relaciones con mujeres fuera de la pareja o a revivir el sentimiento de rabia infantil con el nacimiento de otros hermanitos. El padre puede envidiar la relación de intimidad establecida entre la madre y el bebé; la madre puede envidiar al padre su libertad; los abuelos, familiares o amistades pueden envidiar al nuevo bebé de la pareja. En otro sentido, cuando un embarazo es interrumpido por un aborto (provocado o espontáneo) puede despertar en el padre ansiedades persecutorias provenientes de los ataques hostiles dirigidos a la esposa-madre o impulsos reparatorios provenientes de sentimientos más amorosos.

Desde una perspectiva más saludable, una de las primeras funciones que desempeña el padre consiste en evitar que la madre se sienta abrumada por las necesidades y demandas del bebé. Se trata de un padre amoroso que contribuye con el cuidado del bebé, abriendo un espacio de descanso para la recuperación de la madre y estableciendo un vínculo personal con su hijo.

La funciones que ejercen los padres fueron, siguen siendo y seguramente serán muy significativas en el desarrollo de los hijos y sus madres. Independientemente de las modificaciones del modelo de familia contemporáneo, debido a los avances en medicina, las fecundaciones in vitro, la compra de esperma o los vientres subrogados, desde el punto de vista psicoanalítico, las funciones de la fantasía inconsciente involucran al padre y la madre indefectiblemente en la constitución de la progenie.

Todos estos temas de actualidad serán revisados con detenimiento en el Diplomado: Femenino y masculino: actualizaciones psicoanalíticas, género, familia y trabajo.

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