La transferencia siempre está ahí

Por Dr. Gabriel Espíndola

El descubrimiento de Freud sobre el fenómeno transferencial revolucionó el pensamiento psicoanalítico y particularmente su técnica. Fue Dora y su partida del análisis lo que permitió revelar dicho fenómeno. Las personas se relacionan con otros a partir de la realidad interna que llena de sentido la realidad externa. Transferimos emociones, defensas, impulsos, todo nuestro mundo interno hacia el externo y en él habitamos; desde ahí nos enamoramos, forjamos amistades, pensamos a nuestros jefes, colegas y cualquier otro vínculo, se trata de nuestra realidad.

El aparato analítico está diseñado para descubrir la transferencia y poder interpretarla. El psicoanálisis se diferencia de todos los otros métodos terapéuticos cuando la transferencia se interpreta y no se utiliza para influenciar la mente del paciente. El analista es objeto e intérprete de la transferencia. Los cambios en el análisis no son producto de la manipulación del vínculo, sino de la comprensión de éste. Muy puntualmente, de la comprensión del paciente hacia los aspectos inconscientes que lo construyen.

Lo anterior quiere decir que el eje de nuestro trabajo analítico es la relación que el paciente establece con nosotros, la cual permitirá que él o ella despliegue en la intimidad del proceso la manera en la que construyen la realidad. Nosotros, como turistas ‑decía Donald Meltzer‑ describimos esa realidad, sumergiéndonos en ella y emergiendo mediante la interpretación.

La transferencia es el boleto de entrada a la mente del paciente; nos asigna permanentemente un lugar dentro de ella que oscila minuto a minuto, como lo señala Betty Joseph. La capacidad del analista para detectar el personaje que le es adjudicado se construye con teorías, sensibilidad, contratransferencia, experiencia, ensayo y error, supervisión y análisis personal. La transferencia está siempre ahí, sin embargo, es invisible e inaudible para quienes no cuentan con los instrumentos necesarios, que se consiguen y afinan sólo con una formación psicoanalítica sólida que sostenga el encuadre.

Las transferencias ‑pues tiene formas distintas, todas ellas propias de cada mente‑ son como la huella digital, parecidas pero únicas en realidad. No estáticas, sino dinámicas, puesto que la exploración progresiva y descubrimiento de lo que las compone suponen cambios en la manera de entender el mundo y, con ello, se instala una nueva perspectiva de él.

Las palabras, el comportamiento, los sueños, las asociaciones, las intenciones y la manera en que decimos las cosas, son algunos de los vehículos de transmisión, en ellos podemos descubrir con el paciente la materia prima de la mente.

Lo que se transfiere incluye los aspectos más tempranos de nuestra vida, inclusive el mundo previo a las palabras, ese que se habita con el tacto, el olfato, la vista, el oído y el gusto. Este territorio permite que un abrazo calme, que las palabras de la madre tengan otra jerarquía, aunque sean las mismas de alguien más, y que el ritmo de la música perturbe o tranquilice. En el análisis, la voz del analista, el cómo dice las cosas el paciente, la sensación de estar lejos, la temperatura, o separarse de la sesión, entre otras experiencias, son elementos fundamentales para comprender lo que ahí sucede.

Una mujer que consulta por sentirse incapaz de progresar profesionalmente, así como de armar una pareja, me relata que la relación con su padre es muy buena, él está enfermo y ella lo cuida, con los hermanos cumple la misma función, aunque percibe en ellos progreso y en ella detención. Con la madre la relación es muy ambivalente; por una parte, permanece a su lado, pero, por la otra, la siente intrusiva, agresiva y desinteresada en los cuidados familiares. Después de unas semanas de tratamiento ‑a tres sesiones por semana‑ ella sueña con una torre: está dentro de ella y tiene que llegar al techo, cuando lo alcanza y sale, hay una gran cantidad de monstruos que la aterran y la hacen volver al interior de la torre, donde va acompañada de alguien que siente que la empuja hacia afuera y ella teme salir o caer.

El sueño relata el conflicto, la percepción que tiene del tratamiento, la manera en que trata de resolver las cosas y las posibles consecuencias que se podrían traducir de la siguiente forma: ella posiblemente siente que, si se anima a salir de la casa de los padres, el riesgo es alto, la sexualidad resulta amenazante, peligrosa, mejor regresa a cuidar de los hermanos y del padre y con ello define un destino: permanecer ahí. El análisis la entusiasma, pero al mismo tiempo la asusta y percibe como potencialmente peligroso. ¿Será un logro mirar las cosas desde otro lado? ¿Salir? ¿Cómo escucha entonces lo que le digo, la empuja o la amenaza? Éstas y muchas otras preguntas podríamos generar. ¿Cuál camino elegir?

Te invitamos a asistir al Encuentro Científico Cómo entender la transferencia en la sesión el próximo 16 de mayo, en el que trabajaremos sobre este apasionante tema.

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