La depresión en los jóvenes

Por Patricia Bolaños

La depresión es uno de los padecimientos mentales más comunes en los adolescentes; es el segundo más frecuente después del consumo de sustancias.[1] Como padres de familia o profesores de adolescentes es de suma importancia saber detectar las señales que indican la presencia de un cuadro depresivo que requiere atención.

En la adolescencia hay muchas conductas que se podrían asociar a la depresión pero que en realidad son manifestaciones normales del proceso adolescente; observamos que el joven se encierra en su cuarto, no quiere hablar con sus padres acerca de lo que le sucede, llora al parecer sin motivo aparente, a veces dice que no le gusta su apariencia o que siente que nadie lo quiere.

Esto guarda relación con el gran trabajo mental que implica la fase adolescente, que es cuando se tiene que dejar atrás lo conocido de la infancia: el cuerpo, la relación infantil con los padres y la identidad de niño. Del mismo modo, hay cosas nuevas que arriban con la adolescencia, distintas experiencias, una forma novedosa de entender el mundo, amistades entrañables y la oportunidad de construir una historia propia.

Por esta razón, el adolescente busca estar solo o presenta cambios repentinos de humor (pasa de la risa al enojo y luego al llanto). Lo característico de estas manifestaciones es que son transitorias. Podemos ver que el adolescente después de pelearse con un amigo, terminar una relación de noviazgo o reprobar un examen importante, llora, se encierra en su cuarto, dice no querer ir a la escuela y sentirse culpable; se le nota malhumorado, pero después vemos en el chico un esfuerzo por superar estas emociones, habla con algún amigo, va a la escuela, busca en actividades como el deporte o la música una forma de sentirse mejor.

Sin embargo, debemos preocuparnos cuando los sentimientos depresivos (como la tristeza, la falta de energía, el aislamiento) son una constante y empiezan a afectar el funcionamiento general de los jóvenes en el ámbito escolar, familiar o social. Es necesario preguntarse si no hay algún evento externo significativo que pueda estar provocando esta situación. Si el adolescente evita el contacto social o cualquier otra actividad con sus pares, si descuida su aspecto físico, si se altera su alimentación y sus patrones de sueño, todo esto puede indicar que ha perdido la capacidad de cuidarse y está desesperado.

¿De qué depende que algunas personas puedan superar los sentimientos depresivos y otras, por el contrario, sean abatidas por esta enfermedad? No hay una respuesta sencilla a esta interrogante. Como sucede en la mayoría de los casos relacionados con las emociones y las conductas del ser humano, son muchos los factores que entran en juego. Sin embargo, un elemento fundamental será la estructura de la personalidad del adolescente, misma que determinará la forma como maneja las exigencias emocionales de esta etapa de desarrollo. También influyen los recursos emocionales que logró construir durante la infancia y el entorno en el que se desenvuelve.

Algunas manifestaciones clínicas de la depresión son las siguientes: soledad y aislamiento, baja autoestima, sentimientos de tristeza y vacío, sensación amenazante ante el futuro, síntomas somáticos (dolores abdominales, por ejemplo), angustia (sobre todo por las mañanas), desesperación de no tener logros, insomnio, irritabilidad, por mencionar algunos.

Es de suma importancia reconocer las señales arriba mencionadas de forma temprana, para poder proporcionar una intervención adecuada para el adolescente y su familia. El trabajo terapéutico con estos pacientes incluye la atención de un psicoterapeuta y, muchas veces, también la de un psiquiatra.

[1] Asociación Psiquiátrica Mexicana.

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