Experiencias de un tratamiento psicoanalítico

Por Celia Leiberman

¿Quiénes piden una consulta con un psicoanalista?

Las personas que buscan un tratamiento psicoanalítico pueden estar motivadas por:

  1. 1. Sufren síntomas que les molestan, les provocan sufrimiento. Además, pueden sentir que los perturba en su desarrollo personal, ya sea en el área intelectual, laboral, familiar o bien emocional. Consultan con el psicoanalista porque comprenden que tienen síntomas y buscan un tratamiento que los ayude a resolverlos. Por ejemplo, puede ser una persona con síntomas claustro-agorafóbicos, necesitan siempre un acompañante para salir a la calle o bien no pueden manejar su coche para ir al trabajo o, cuando suben al camión, se sienten encerrados o no pueden respirar tranquilos. Detectan en sí mismos una situación anormal y piden ayuda terapéutica para resolverla. Tienen una motivación consciente para resolver los síntomas que los aquejan. En este grupo son frecuentes las consultas de quienes padecen síntomas depresivos no muy graves.
  1. 2. Se dan cuenta que repiten situaciones que les provocan malestar o los perjudican, pero no pueden evitar esa reiteración, por mucho cuidado que tengan voluntaria o conscientemente. Un ejemplo sería una muchacha joven que tuvo varias veces relaciones amorosas con hombres cuya característica principal es que terminan maltratándola. Quiere recibir ayuda para evitar esa repetición, se da cuenta que es algo que la perjudica. Son personas que perciben algunos aspectos de su forma de ser que consideran peligrosos o no convenientes para su desarrollo personal. La motivación es tratar de entender qué les sucede por dentro que no logran resolver este problema. Se trata de una forma de ser, podemos llamarlo carácter o estructura de personalidad. Esa joven necesita entender por qué repite siempre el mismo libreto en sus relaciones amorosas. El analista la ayudará a entender qué elementos inconscientes (es decir, no percibidos por ella conscientemente) determinan ésta y otras dificultades en su desarrollo. En situaciones con esa modalidad, podemos hablar de trastornos de la personalidad o caracteropatías. Es una clasificación en la que se incluyen las caracteropatías depresivas. Se caracterizan por la necesidad que tiene el paciente de perjudicarse en sus posibilidades de logro y/o desarrollo personal o no permitirse vivir experiencias buenas con las cuales podría gozar. Sufren estados de tristeza frecuentes y un sentimiento de pesimismo en la vida en general. Otro ejemplo de una caracteropatía: Una persona soberbia, que tiende a sentirse superior a quienes lo rodean, no consulta por este aspecto de su forma de ser, más bien lo siente como un valor personal. Pide la entrevista porque sufre de soledad y dificultad para establecer vínculos íntimos. Quizá nadie se siente cómodo de tener un amigo o un novio con estas características. Pero él no se da cuenta del motivo de su soledad.
  1. 3. Pacientes más graves, que pueden presentar uno o varios episodios psicóticos, crisis de ansiedad intensas que no logran controlar, impulsividad, adicciones de distinto tipo (drogas, alcohol, alimentación exagerada; cualquier sustancia puede ser usada como adictiva), alguien violento que siempre tiene peleas con quienes lo rodean. Son patologías más complejas de resolver, pero pueden mejorar sensiblemente con un tratamiento psicoanalítico.
  1. 4. Personas cuya motivación consciente es adquirir una formación psicoanalítica. Saben que tanto el análisis personal como la supervisión son, a partir de los hallazgos de Freud, elementos indispensables para aprender la profesión de psicoanalista. Nadie puede comprender con profundidad los conflictos inconscientes de los pacientes si no tuvo previamente la experiencia de explorar los propios. Además, se trata de una motivación de nivel consciente. Siempre existen escondidos conflictos inconscientes, que son los que realmente uno busca resolver.

Los grupos 1, 2 y 4, desde que Freud definió el método psicoanalítico, son los más adecuados para beneficiarse ampliamente con un tratamiento de estas características.

¿Por qué busqué un tratamiento psicoanalítico?

En mi situación personal, podría quizás ubicarme simultáneamente en los grupos 2 y 4. Lo digo así porque busqué la consulta con un psicoanalista en el momento en que me recibí como médica cirujana y, casi simultáneamente, decidí hacer la especialidad de Psiquiatría. Entré a una residencia psiquiátrica que tenía una orientación llamada dinámica, es decir, que tomaba en cuenta las motivaciones y conflictos inconscientes de los numerosos pacientes que atendíamos en el área de Consulta Externa. Aprendimos mucho sobre diagnósticos en neurosis, psicosis, pacientes borderline, adictos, en fin, todo tipo de patologías. Hacíamos diagnósticos psiquiátricos y, además, realizábamos una psicoterapia psicoanalítica con los pacientes neuróticos, para ayudarlos a comprender sus conflictos inconscientes. Todos queríamos llegar a ser, en el futuro y con mucho entrenamiento, psicoanalistas.

Es importante que el lector se ubique en el contexto general de esta situación. Era una época (1964 en adelante) en que la psiquiatría en todo el mundo estaba siendo fuertemente influida por el psicoanálisis y la comprensión dinámica de las enfermedades mentales. De modo que ninguno de nosotros dudaba de la importancia de estudiar psiquiatría: ver muchos pacientes de diferentes patologías en adultos, adolescentes y niños, para de allí progresar, paulatinamente y con la mayor experiencia clínica posible, al campo del psicoanálisis.

Todos comenzamos un análisis personal en cuanto nuestra situación económica nos lo permitió. No dudábamos en hacerlo con la mayor cantidad de sesiones semanales posibles. Si alguien de nuestro grupo decía: “Comencé un análisis a dos sesiones por semana”, lo mirábamos raro, sintiendo que no estaba haciendo bien las cosas. En mi situación personal, empecé el tratamiento con tres sesiones semanales y en el segundo año pasé a cuatro sesiones por semana. En esto, la expectativa de todos los miembros del grupo de residentes era tener acceso a un psicoanálisis lo más profundo posible. Lo hacíamos principalmente para comprender mejor lo que pasaba en nuestras vidas y en nuestros estados mentales.

¿Qué me dio el tratamiento psicoanalítico?

Sentirnos mejor como personas y como profesionales de la salud mental se unía en una misma expectativa. De alguna manera, nos quedaba claro que los esfuerzos que hacíamos para analizarnos con profundidad era una forma de invertir en nosotros mismos y en nuestra formación profesional. Al mismo tiempo, nos urgía resolver nuestros conflictos neuróticos para vivir con mayor plenitud y alegría. Recuerdo un amigo de la residencia que, luego de hacer dos guardias semanales obligatorias de 24 horas y concurrir a las clases y prácticas todas las mañanas de 9 a 13 horas, trabajaba en una compañía de turismo para pagar su análisis y su formación.

En los días de guardia atendíamos pacientes en consulta externa de 14 a 20 horas. Demás está decir que perdíamos muchos de ellos por nuestra falta de experiencia en la manera de atenderlos. Con esa práctica, acumulamos muchos conocimientos en diagnósticos diferenciales y también en psicoterapia psicoanalítica.

Nunca me arrepentí de transitar ese camino. Igual en mi formación psiquiátrica que en la psicoanalítica. Me gustó y me ayudó mucho el tratamiento psicoanalítico que tuve con el Dr. Isidoro Berenstein. Mi vida personal y profesional se volvió cada vez más interesante. Aprendí poco a poco a pensar psicoanalíticamente, no sólo los conflictos de los pacientes, sino principalmente los míos. También los de quienes me rodeaban. En esto incluyo todos los líos y problemas que surgían dentro del grupo con una convivencia tan estrecha y dentro de un marco institucional. Al mismo tiempo, a medida que progresaba, atendía a los pacientes cada vez con mayor eficiencia.

Mientras se desarrollaba mi tratamiento, las versiones que tenía de mi pasado y mi presente cambiaban permanentemente. Las relaciones interpersonales se enriquecían cuando lograba entender mejor mi propio mundo interno y mis emociones, las muy buenas y las no tan buenas. Formé una relación de pareja que llenó mi vida posterior de amor y muy buenas experiencias compartidas. Entre paréntesis, ésta fue una de las dificultades principales que me motivó a comenzar el tratamiento. Después, la maternidad, simultánea con mi formación profesional, fue algo que disfruté a más no poder. También significó mucho esfuerzo de estudio y trabajo. El psicoanálisis me ayudó a ser más profunda en mis emociones tanto en la vida de pareja y de familia como en la crianza de los hijos.

Hay otros resultados del tratamiento psicoanalítico que son menos visibles y más difíciles de compartir. Uno de ellos para mí es la presencia dentro mío de la pareja de mis padres, como guía e inspiración para vivir de la manera más plena y valiente posible. Ellos lo fueron con su ejemplo. Son “los dioses internos” de los que habla Meltzer.

Otros puntos de interés del psicoanálisis

Algo muy interesante que me ofreció el psicoanálisis es comprender la mezcla de realidad y ficción que siempre había apreciado en la literatura, el cine y las artes plásticas. Sin buscarlo explícitamente, encontré con cierta sorpresa que se trata de una temática que existe en la base de la teoría y la práctica de esta disciplina.

La realidad no es tan real como tendemos a suponer, siempre se superponen elementos de la fantasía y la imaginación. Pero, y esto me parece una ley del funcionamiento mental, siempre hay una parte de realidad que incluye partículas que no se corresponden con ella. Provienen de proyecciones que hacemos en todo vínculo y en cada momento de nuestra vida. Además, provocan en quienes interactúan con nosotros reacciones emocionales a veces muy intensas.

Pensemos en un ejemplo sencillo. Si al terminar una clase que dicto a un grupo de alumnos uno de ellos se me acerca y me expresa: “Le agradezco que haya explicado con mucha claridad y con ejemplos un tema que me resultó difícil de entender cuando lo estudié”, ¿está diciendo la verdad? En un sentido, sí. Pero no totalmente. Por lo menos, no puedo pensar que todo el mérito de su agradecimiento es mi capacidad de dar buenas clases. Creo que, al mismo tiempo, hay un aspecto transferencial que ese alumno, sin darse cuenta, ubica en ella. Es probable que él tenga un buen vínculo interno con un padre a quien le agradece haberle enseñado muchas cosas en su vida. Ese mérito no es mío, es independiente de cómo son las clases que yo dicto. Pero viene todo mezclado.

Otro alumno, en la misma situación, estuvo entrando y saliendo del salón durante la clase, hablando con sus compañeros, haciendo comentarios críticos sobre lo que yo estaba explicando. La partícula de transferencia que él puso en su relación conmigo es la de un hijo rebelde, a quien le molesta que los padres le puedan enseñar cosas que él desconoce. En la percepción de cada uno de ellos son dos realidades distintas, hasta opuestas, de la misma clase. Si entiendo la transferencia y la contratransferencia que inexorablemente existe en todo vínculo humano, ni me alegro tanto con el agradecimiento ni me fastidio mucho con el alumno rebelde.

La esencia del tratamiento analítico

Hay muchos tratamientos psicoanalíticos, no sólo por las numerosas teorías que tenemos actualmente dentro de esta disciplina. Es una tarea tan íntima y personal que, en cierto sentido, podemos decir que existen tantas variantes de análisis como los psicoanalistas que la ejercen.

Lo más importante que ofrece este método es la posibilidad de que el paciente actualice y reviva en el vínculo transferencia-contratransferencia sus conflictos inconscientes. Para que resulte más claro lo que trato de explicar, llamo transferencia (Freud, 1912) a la repetición de los conflictos inconscientes del pasado del paciente que se produce dentro del tratamiento psicoanalítico. Está favorecida por el encuadre del tratamiento (o sea, las condiciones fijas de lugar y horarios, las asociaciones libres y el relato de los sueños del paciente y la abstinencia del analista). También los conflictos inconscientes del presente del paciente se repiten en la transferencia. La contratransferencia (Racker, 1948; Heimann, 1950) se refiere a las emociones y vivencias que tiene el analista durante las sesiones de un paciente, provocadas en buena medida por el material que éste desarrolla y, principalmente, por el clima emocional de la sesión.

Cuando el analista explica al paciente mediante sus interpretaciones, con claridad y sencillez, los conflictos que está repitiendo en el aquí-y-ahora del vínculo entre ellos, la interpretación incluye el clima emocional de la sesión y permite al paciente no sólo sentirse entendido, sino también identificarse con la tarea de comprensión de la conflictiva inconsciente que está realizando su analista. Por así decirlo, el analista le presta su propia mente para que el paciente aprenda a entender sus conflictos inconscientes. Esto significa que los comenzará a ver y percibir de una manera diferente. También el analista le presta su mente cuando, en un paso previo, lo ayuda a contener emociones. Pero la tarea más interesante que realizan entre los dos es la construcción de un nuevo proceso, quizá una nueva identidad, que promoverá otra clase de posibilidades y desarrollos inéditos en el paciente.

Sé perfectamente que es la tarea más difícil de aprender en la práctica analítica. Tuve la suerte de contar con la ayuda de muy buenos supervisores durante mi formación. Los doctores Etchegoyen, Liberman, Wender, Tabak de Bianchedi me enseñaron con mucha paciencia el arte de interpretar en el vínculo transferencia-contratransferencia.

Cuando en las supervisiones que dicto a algunos colegas ellos logran entender el desafío que significa interpretar de esta manera, el compromiso personal que tomamos con el paciente, con nosotros mismos y con el método psicoanalítico, es bastante probable que el curso del análisis cambie, los pacientes progresen más y la tarea se vuelva apasionante.

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